¿Por qué les ayudamos con los deberes?

En el “Estudio sobre las necesidades de las familias de Bizkaia. Competencias para la crianza de madres y padres” de BBK Family,  casi el 90% de las personas consultadas reconocían que animaban a sus hijos e hijas a hacer las cosas por sí mismas y sin embargo, solo el 11,3% aseguraba no ayudar a sus hijos/as a hacer los deberes o tareas escolares.

Entonces, ¿por qué les ayudamos con los deberes? Antes de tratar de responder a esta pregunta pensemos en cómo suelen ser las dinámicas de los deberes. En la escuela, cada día, dan una o dos horas de diferentes asignaturas. El profesorado tiene previsto la parte del temario que va a dar ese día y si no le ha dado tiempo, sobre todo en la parte de practicar dicho temario, envía para casa lo que no se ha hecho. En el caso de asignaturas como matemáticas o física, los deberes que se envían para casa suelen estar relacionados con practicar lo explicado en clase.

Así que cuando se meten en su cuarto por la tarde se ponen a hacer todas esas tareas que deben de hacer para el día siguiente. Cuando un niño, niña o adolescente va bien en los estudios no suele tener problema para hacerlo en soledad. Se organiza bien, en general no suele tener muchas dudas y dispone de recursos propios para hacerlo.

Pero ¿qué pasa si le cuesta o no entiende la materia? En principio lo que tendríamos que hacer es dejarle que lo haga en soledad, si tiene dudas decirle que pregunte en clase y que no haga lo que no entienda. Si este es vuestro caso con vuestro hijo o hija, poneos en situación, ¿habéis conseguido hacer esto? En el caso de que la respuesta haya sido negativa, vamos a analizar el por qué.

Cuando tiene dificultades para hacer los deberes

Posiblemente como vuestra hija o hijo haya diez en clase a la que aproximadamente acudan 23 o 25 alumnos/as. Con lo que si al día siguiente van a preguntarle todas sus dudas a la profesora, a ésta se le consume la clase volviendo a explicar el tema. A esto hay que sumarle la presión que tiene el profesorado para acabar el temario, así que es difícil que esto le permita explicar la lección con la profundidad y dedicación que quisiera.

Por otro lado, en función de cómo sea vuestro hijo o hija de responsable, es posible que la angustia de llevar los deberes sin hacer pueda con él o con ella. De hecho, igual sienta miedo por si le regaña la profesora o el profesor e intente que se lo expliques. También es posible que pierdas la paciencia porque no lo entienda y le chilles. Y es que padres y madres no siempre nos dedicamos a la enseñanza. Sin embargo, le echas tiempos y al final tu hijo o tu hija acaba entendiendo el ejercicio.

¿Sobreprotección? Por supuesto. Es difícil ver como tu hijo o hija se descuelga porque no entiende lo que se da en clase o que no quiera preguntar dos veces por el mismo tema para no quedar como un o una ignorante. Así que tras mucho trabajo por parte de tu hijo o hija y seguramente de ti también, acaba sacando el curso bastante bien.

¿El sistema educativo actual facilita la autonomía?

Si dejáramos que nuestras hijas o hijas se las arreglaran por sí solos, aprenderían a gestionar la frustración, a fracasar, a extraer lecciones valiosas del fracaso. Sin embargo, este sistema educativo tampoco está bien diseñado para ello. A la vista están las cifras del fracaso escolar, de abandono de los estudios o la desmotivación al repetir, que se ha demostrado que no es la forma más eficaz de que consigan aprender.

Desgraciadamente a esto hay que sumarle que padres y madres tengan la formación suficiente para poder explicarles una materia o el dinero, puesto que esto se suele suplir con profesorado particular. Y aquí es donde hay una gran brecha entre el alumnado.

Además, muchas veces el bloqueo académico también viene por obstáculos psicológicos que tiene nuestro hijo o hija y ya sabemos que en general, las consultas a este tipo de especialistas son privadas a no ser que sea un caso urgente, grave…Con lo que aquí el dinero también importa.

Así que volviendo al estudio de BBK Family, ¿por qué casi el 90% de padres y madres impulsan la autonomía de hijos e hijas y sin embargo, sólo el 11%i no les ayuda con los deberes? Porque motivarles a que hagan su cama, a que se aten los zapatos o saquen el lavaplatos, aunque no les guste y pongan mala cara, sabemos que eso les va a beneficiar porque les va a hacer más responsables. El tomar pequeñas responsabilidades les ayuda a madurar y les hace personas más autónomas. Pero el no ayudarles con los deberes cuando vemos que no saben hacerlos, y verles cómo se angustian, ahí entran otros factores que no son tan fáciles de manejar.

Quizás una relación más cercana con el profesorado, establecer ciertos mecanismos que ayuden a que se puedan resolver las dudas sin sentirse tan ignorantes y un refuerzo desde la propia escuela puedan ser algunas claves para que no tengamos que ayudarles con los deberes de la escuela.

¿Qué beneficios pueden sacar de hacer deberes?

  • Los deberes tienen su lado positivo. Son un complemento para reforzar habilidades, llevar a la práctica el conocimiento y hacer que el aprendizaje sea significativo. En principio, se plantean (o debería ser así) para que los/as niños/as puedan avanzar de forma autónoma en su aprendizaje de forma ajustada y adaptada. Y eso es interesante.

 

  • Una de nuestras tareas como madres y padres es estimular los procesos de aprendizaje de la vida en general y los “escolares”. También en el caso de los deberes. Y, siendo así, ayudar con ellos no debería implicar convertirnos directa o indirectamente en profesoras. Debería ser posibilitar espacio y tiempo para ellos, motivar, valorar esfuerzos, hacer seguimiento, ayudar a planificarse, posibilitar medios ajustados al canal de aprendizaje… Y apoyar puntualmente en no comprensiones, en atascos, en bloqueos …

 

  • Dentro del aprendizaje, poder plantear dudas, pedir repeticiones de explicaciones, adaptación de tareas, reflexión desde los errores… debería ser algo básico. La autonomía, meta a trabajar, supone afrontar retos posibles, plantearse nuevos, enfocar nuevas formas de afrontarlos desde fracasos y pedir ayuda si es necesario.  En general, nuestra sociedad de la inmediatez, de la máxima eficacia con pocos recursos, de la individualidad, del éxito académico-social… no está por la labor. Y las familias también “nos enganchamos” a esta filosofía y ponemos  en marcha, además, los mecanismos de la sobreprotección. (que no sufra, que no se quede atrás, que no le riñan, que parezca exitoso, que cumpla expectativas….) Y eso nos lleva a exigir mucho o hacer por ellos o acompañarles en todo  o  a veces, incluso a dejar que “tiren la toalla”.

 

  • A veces, incluso ni nos atrevemos a comentar con el profesorado las preocupaciones que sentimos, las dificultades que vemos, las “horas” que echamos en casa con los deberes, la desmotivación o el bloqueo emocional de nuestras hijas. Y sería interesante crear esos canales de comunicación no tanto para “echar en cara” que algo están haciendo mal en la escuela o pensar que a nuestro hijo no le va bien lo escolar, sino para buscar soluciones conjuntamente.

 

  • La equidad en el aprendizaje (dentro de la escuela y fuera de ella) es un derecho de la infancia y adolescencia que ya se contempla en el enfoque educativo (a priori). También es un derecho de la infancia y adolescencia el poder tener tiempo de juego, ocio y descanso. Un planteamiento de deberes excesivo en cantidad, alejado de la comprensión de cada niña, que necesita de muchos recursos pedagógicos extras (desde la familia o privados)  o con falta de practicidad en competencias de vida  podría en un momento dado “chirriar” con esos derechos.

 

  • Sabemos que la autoexigencia es un valor positivo para nuestros hijos si no caemos en extremos. Y el esfuerzo positivo, también en la realización de las tareas escolares, requiere de emociones como la curiosidad, la seguridad, la calma, un poco de alegría… Y una pizquita de estrés y retos de cómo sacar adelante un problema o una redacción que tengo que presentar… Pero ¿en qué convertimos a veces los deberes en medio de “broncas” en casa por ellos? ¿En una forma de aprendizaje o en una forma de estrés excesivo? ¿En qué convertimos esos espacios dentro de un hogar seguro? ¿Quién quiere seguir aprendiendo y relacionándose así? ¿A quién le gusta trabajar, por ejemplo, así en su puesto de trabajo?

 

Más allá de posibles cambios necesarios en cómo se plantean los deberes y la escuela, hay tres cuestiones importantes: nuestra actitud de seguridad como madres ante los deberes, la comunicación-cooperación  efectiva con la escuela y, siempre, alimentar el vínculo desde una resolución “más o menos serena” de los conflictos o dificultades.

Andrea Alfaro y Begoña Ruiz, BBK Family

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