Mi hija ha suspendido 6 asignaturas: ¿qué hago?

Imagina a una persona adulta en un puesto de trabajo en el que tiene que llegar a unos objetivos de ventas al mes para lograr un determinado reporte económico ¿Qué pensaríamos si durante varios meses no llega a ellos? Podríamos pensar:

  • Los objetivos son demasiado altos.
  • No se adapta a la forma de trabajar.
  • Es un poco vago, se conforma con lo mínimo.
  • Trabaja pero dejando tiempo para otras cosas.
  • No le gusta ese trabajo.
  • No se encuentra bien, quizás esté enfermo.
  • Está buscando que le despidan.

Salvando las distancias (ya que no podemos equipar el trabajo adulto con el estudio en la infancia y adolescencia) nuestros hijos e hijas pueden estar en una situación parecida. No llegan bien a los objetivos académicos, tienen notas mínimas o incluso pueden suspender 6-7-9 asignaturas.

Las notas son un posible indicador relativo de cómo va el proceso de aprendizaje esperable, sabiendo que cada niña tiene su propio ritmo y particularidades. En cualquier caso, cuando un chico suspende muchas asignaturas, tanto la escuela, como la familia como el propio chaval (aunque “pase” aparentemente) se sienten mal y están preocupados. Pueden tener hasta una sensación de “fracaso” (que es legítimo sentirla) pero que no suele ayudar.

Factores influyentes

Cuando hay muchos suspensos, podemos decir que son vagos o que “no sirven para estudiar”. Sin embargo, las razones pueden estar en otros sitios:

  • Hay un problema de aprendizaje asociado.

Por ejemplo, dificultadas relacionadas con dislexia, TDAH, Síndrome Asperger u otros…En este caso, va a ser fundamental tener en cuenta esta realidad. No tanto para establecer una “etiqueta”, sino para contar con los apoyos y adaptaciones necesarias a nivel de contenidos, metodología, ritmos de aprendizaje… pero desde una realidad inclusiva y de derechos de la infancia.

  • Hay un método de estudio o aprendizaje desajustado

Se estudia poco tiempo (por exceso de extraescolares, por uso prolongado de videojuegos, por distracciones con otros temas…) No se tienen técnicas de estudio (espacio adecuado, planificación, centración corporal, concentración, métodos de búsqueda y análisis de información…) Se prioriza un canal de aprendizaje y estudio en el que se tiene menos habilidad. (por ejemplo, un niño más visual puede empeñarse en estudiar repitiendo la lección en voz alta pero cuando hace esquemas, estudia con postits o con imágenes puede incorporar y procesar mejor la información)

En estos casos, sería interesante poder asesorar y acompañar al niño y a la familia en cómo fortalecer los elementos necesarios.

  • Hay desmotivación

La motivación es fundamental para emprender retos en la vida, sobre todo, cuando implican cierto esfuerzo, persistencia y voluntad en el tiempo como es el caso del estudio. La motivación en el aprendizaje hay que estimularla desde la familia, desde la escuela y desde las propias niñas. Nos interesa sobre todo que tengan una motivación interna y no tanto una externa (condicionada a obtener premios o evitar castigos, por ejemplo) Para estimular la motivación, podemos tener en cuenta una serie de cuestiones:

Tratar de que el aprendizaje y el estudio se hagan desde emociones como la curiosidad, la seguridad, la calma… Si la escuela se asocia al asco, al miedo al fracaso, a la rabia por la frustración no gestionada… va a ser más difícil. La escuela, en este sentido, ha de buscar experiencias y situaciones de aprendizaje que ayuden a ello. Y el profesorado también ha de transmitir emociones adecuadas e infundir confianza. Desde casa, también tendremos que colocarnos en esas emociones (sabiendo que a veces es ¡desesperante!)

Identificar áreas de interés preferido en nuestros hijos y fomentarlas en los contenidos, en la forma de estudiar… Quizás las matemáticas no sean interesantes para mi hija pero si encontramos la forma de mezclarlas con el arte que le encanta, la cosa cambie un poco. En este sentido, ir dándoles la posibilidad de elegir algunas asignaturas, formas de hacer trabajos, canales de memorizar… puede ayudar. También hemos de considerar la existencia de diferentes métodos de aprendizaje y distintos caminos curriculares (pedagogías activas variadas, diversificaciones, grados…) Salirnos del esquema secundaria-bachillerato-universidad, por ejemplo, es liberador muchas veces.

Implicarles en su itinerario educativo, en el diseño de los objetivos y retos, en propuestas para hacer, en evaluarse a sí mismas, en incluirles en las reuniones escuela- familia…  de forma que se sientan protagonistas y partícipes. Esto es algo que se está tratando de estimular en la escuela y que desde casa lo podemos complementar, tanto en los estudios como en la vida del hogar.

“Contrarrestar” la corriente social que hemos creado para obtener felicidad de forma rápida, con recompensas inmediatas, consumiendo y sólo desde la alegría eufórica. Porque el aprendizaje requiere una parte de esfuerzo continuado en el tiempo, de recompensas aplazadas y no materiales, emprender retos pequeños para lograr retos grandes y hay que tolerar la frustración. Promover esto desde casa es muy cansado muchas veces pero es una de nuestras grandes aportaciones como padres y madres.

Entender la etapa en la que están. Por ejemplo, la adolescencia es una etapa en la que el área de interés y motivación se centra en la red de iguales, en salir, en descubrir el mundo adulto, en “atreverse a” e incluso en oponerse a los “dictados” adultos. Por ello, a veces el rendimiento académico baja por un tiempo en estas edades. Esto no quiere decir que no tengamos que estimular la motivación al estudio en la adolescencia pero sí tener en cuenta que su emoción puede estar en otros lados (y en su justa y sana medida esto es bueno) .

  • Hay un malestar emocional

En ocasiones, nuestros hijos pueden vivir malestares emocionales propios de la etapa de vida o por algunas situaciones (divorcio, muerte de un ser querido, cambio de residencia…) que les “despistan” A veces son más intensos y pueden estar relacionados con dificultades de salud mental o incluso con la vivencia de violencia (por ejemplo, sufrir un acoso escolar). En estos casos, lo emocional bloquea las funciones cerebrales que se encargan de parte del aprendizaje. Esto pasa muchas veces cuando hay cambios bruscos en el rendimiento o forma de afrontar lo escolar.

Un suspenso generalizado puede ser un mensaje que nuestras hijas nos lanzan: “estoy mal”, “hazme caso, ayúdame aunque no sé cómo expresarlo”, “no puedo con más presiones”, “quiero ser adulto y necesito oponerme a ti y como a ti te importan mucho los estudios, dejo muchas asignaturas” …

Es necesario detectar y responder a estas situaciones de malestar.  A veces, podemos percibirlo en casa, a veces podemos lanzarles un mensaje por si acaso… Muchas veces, es la escuela, el club deportivo u otros recursos quienes nos pueden alertar.

¿Y qué podemos hacer?

Hemos ido viendo algunas consideraciones a tener en cuenta según los factores implicados. Muchas veces no hay un único factor sino que se entremezclan. En general podemos tener en cuenta algunas ideas que ayudarán:

Validar emociones

Hay que hacer una primera toma de conciencia. Que un chico suspenda 9 asignaturas es algo que no nos gusta o nos pone en una emoción desagradable a todos los implicados: profesorado, padres, madres y a los propios chicos Puede aparecer el enfado, la tristeza, el miedo, el rechazo, la culpa… Y, desde ahí, es frecuente que nos “echemos la culpa unos a otros”. (“la escuela no hace nada”, “los padres pasan de todo, nunca están en casa”, “las profes me tienen manía y sois unos exagerados…”)

Hemos de reconocer las emociones que nos surgen, lo que hay de fondo, ayudarles con sus vivencias emocionales (“¿cómo te sientes ante esto?”) y ver cómo nos colocamos emocionalmente para poder ayudar, poder plantear soluciones.

Alianza Escuela-Familias- Chicos/as

Siguiendo con la idea anterior, es fundamental que familia y escuela nos situemos como equipo junto con las chicas para ayudarlas. Podemos incluso tener ideas diferentes de lo que está ocurriendo. La escuela puede pensar que la familia no posibilita una buena base de seguridad, no estimula el estudio o justifica una falta de esfuerzo evidente. Podemos pensar que la escuela no ha detectado una dificultad de aprendizaje, que nos avisa tarde de lo que ocurre, que no respeta los ritmos con objetivos demasiado altos o no considera el posible estado emocional del alumnado. Incluso dentro de esas diferencias, es necesario que hagamos un ejercicio de trabajo cooperativo junto con las chicas y visualizar posibles soluciones.

Centrarse en buscar soluciones

Las soluciones tendrán que relacionarse con las posibles causas, por una parte. En cualquier caso, siempre sería interesante tener en cuenta algunas ideas para ello:

  • Las soluciones no se pueden “cocinar” solo en la escuela o entre la escuela y la familia. Las chicas también deben participar en este proceso y hay que escucharlas. Y pueden tener soluciones que a primera vista no nos parezcan, pero que luego veamos su sentido o podamos negociar.
  • Ver la situación como un fracaso o un problema, no ayuda. Sentir que somos un fracaso tampoco. Es más útil verlo como una oportunidad para crear fórmulas para ganar en habilidades de aprendizaje.
  • Visualizar diferentes opciones, no centrarnos sólo en la alternativa de siempre. Y estas opciones podrán ser analizadas y contrastadas con personal de apoyo si lo necesitamos. Y entre las opciones, puede estar el “cambiar de aires”, de tipo de formación, de eje, de currículo… A veces, nos obcecamos con un solo camino y no tenemos éxito.
  • Tener en cuenta los éxitos que nuestras hijas hayan tenido en algunas asignaturas, en algunos cursos, en algunos trabajos… y poder ver qué es lo que pudo ayudar en ello y qué podemos rescatar de ahí para nuestras alternativas actuales.

¿Usar castigos/recompensas?

Castigar sin la videoconsola hasta que no se apruebe puede tener un cierto impacto positivo. Lo mismo que si le prometemos la nueva consola del mercado si aprueba todo.  Igual pueden dedicar más tiempo a estudiar y quizás activemos la motivación extrínseca por un tiempo. Pero a la larga y según cuáles sean las causas implicadas no va a tener éxito y no activaremos la motivación intrínseca que es la que nos interesa para los estudios y para la vida.

Obligar a nuestro hijo a tener dos tardes más de clases particulares de inglés junto con una pila de deberes extras de esa materia también puede ayudar si la profesora particular logra estimular emociones agradables o enseñar técnicas efectivas a nuestro hijo. Pero también podemos lograr el efecto contrario y que el chaval acabe odiando el inglés.

Así que este tipo de acciones pueden tener su utilidad pero no sería adecuado jugarse todas las cartas motivadoras a esta opción.

Cuidado con los mensajes que les transmitimos.

A veces, nos sale decir cosas como: “Eres una vaga”, “Sólo te importa salir de fiesta”, “Mal hijo” “Con todo el dinero que me gasto en tus estudios…” Puede ser la rabia la que hable aquí o puede ser una técnica para “motivar” Y según con qué chavales, puede funcionar un poco pero hay un ingrediente de chantaje emocional que no es bueno, puede tener el efecto contrario y puede minar su autoestima (sobre todo en los casos en los que puede haber alguna dificultad de aprendizaje o emocional).

Cambiemos este tipo de frases por otras opciones. Por ejemplo:

“Sé que a veces te cuesta seguir estudiando. ¿Qué puedes hacer para ser más persistente?”

“A veces estudiar es muy pesado. ¿Qué te motivaría?”

“Tienes muchas ideas en la cabeza y necesitas moverte mucho, lo entiendo ¿Qué te ayudaría a concentrarte mejor? ¿Qué te ha ayudado otras veces?”

“Salir con los amigos es genial. ¿Cómo crees que puedes combinar salir con estudiar? ¿Hasta qué hora vas a estudiar para salir luego?”

“Has suspendido el examen. ¿Cómo te sientes? ¿Qué podrás hacer diferente para el próximo? Confío en que lo harás diferente. ¿En qué te puedo ayudar?”

Cuidado con nuestras expectativas

Aunque no queramos, nuestras expectativas se transmiten si no tenemos cuidado. Podemos evocar nuestra poca confianza en que aprueben o nuestro deseo exagerado de que aprueben o saquen todo dieces. Y ya sea por exceso de presión, ya sea por poca confianza, su proceso de aprendizaje puede verse afectado de forma negativa. Por ejemplo, cuando llegan con un aprobado en una asignatura podemos decir.: “Bueno pero sólo has aprobado esta” / “No está mal pero tenías que llegar a un 8” o decir: “Has aprobado biología, puedes estar muy contento”/“Veo tu aprobado. Confiaba en que podías llegar a este reto. ¿Te planteas algún reto para la próxima evaluación con esta asignatura?”

Apoyo profesional

Hemos de tener en cuenta que, a pesar de la gran importancia que damos a los estudios y sabiendo que es un derecho que tienen, nuestros hijos tienen muchas más dimensiones en la vida y han de cultivarlas. Ya sea para ayudarlas con los estudios o en otras facetas, a veces es necesario encontrar un recurso que nos pueda asesorar y acompañar a las familias… porque como madres y padres también sentimos muchas veces las presión de “sacar buena nota en la crianza” y sentimos que no es tan fácil a ratos ¿verdad?

Begoña Ruiz, psicóloga

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