El rincón de pensar es un método de modificación de conducta muy extendido en la educación. A decir verdad es algo que está en la base de la educación de todos nosotros y es una práctica aun habitual en muchas aulas. Entre muchos profesores y profesoras se mantiene la antigua costumbre de apartar a un niño o niña cuando se porta mal para que piense en lo ocurrido. Digo antigua porque es algo que viene de mucho tiempo atrás. Sin embargo, que algo sea antiguo o que lo hayamos normalizado no significa que sea correcto, ni eficaz.
El rincón de pensar consiste en alejar a un niño de aquello que está realizando. Tradicionalmente se sentaba a los niños de espaldas al grupo, mirando a la pared, con la consigna de que pensasen en lo ocurrido y de que no se levantaran de la silla hasta haber reflexionado lo suficiente. Hoy en día esto nos parece abominable, por lo que esta técnica ha evolucionado y ahora tan solo se manda a los niños o niña a otra sala para que estén solos y, por supuesto, piensen en lo ocurrido. Pero en el fondo, estamos haciendo exactamente lo mismo que hacían nuestros padres, abuelos y maestros.
Sin embargo, gracias a los estudios en neurociencia, ahora sabemos que el rincón de pensar no es una forma eficaz de corregir el comportamiento de un niño. En primer lugar, debemos comprender cómo funciona el cerebro. El cerebro está dividido en dos hemisferios: en el derecho se encuentran las áreas encargadas de activar las emociones, y en el izquierdo residen las estructuras que están directamente relacionadas con la comprensión, la atención y la memoria. Y pese a que ambos hemisferios están conectados por diversas estructuras, queda claro que la emoción y la razón se encuentran en regiones muy distintas del cerebro. Esto explica porqué nos cuesta tanto controlar nuestros impulsos cuando nos invade una emoción muy intensa.
Teniendo esto en cuenta, pedirle a un niño que reflexione sobre lo que ha hecho cuando se siente muy frustrado y muy enfadado no tiene ningún sentido, puesto que por mucho empeño que ponga en el asunto, biológicamente le será muy difícil conseguirlo.
Dicho esto, puedo afirmar con toda seguridad que el rincón de pensar cumple con todos los requisitos para ser un castigo, puesto que pese a erradicar el comportamiento en el momento en el que se impone el castigo (hacemos que el comportamiento inadecuado se elimine en ese momento), a largo plazo tan solo aparecen resultados negativos (con el tiempo los niños se comportan en base a una de las cuatro “R” del castigo: resentimiento, revancha, rebelión y retraimiento). De modo que, cuando el levantemos al niño de su silla o le permitamos salir de su habitación, nos encontraremos a un niño que continúa muy enfadado, puede que quiera dirigir su ira hacia el adulto o hacia lo primero que tenga a mano y lo peor de todo, puede que se sienta muy incomprendido y tenga miedo, lo cual afectará en su autoestima.
Llegados a este punto, cabe recordar que una herramienta educativa se basa en que enseñe habilidades para la vida y eduque a largo plazo. El castigo es una manera de corregir una conducta en el momento, haciendo que cese, lo acepto. Pero no logra de ninguna manera corregirla a largo plazo. De este modo, muchos niños y niñas han acabado en el rincón de pensar día tras día sin entender qué era lo que tenían que hacer para salir de esa situación.
¿Cómo puede saber un padre y una madre qué hacer?
Para asegurarnos de que una herramienta educativa es eficaz a largo plazo tiene que cumplir con las siguientes características (todas ellas):
- Ayuda a los niños a tener un sentido de conexión.
- Es amable y firme a la vez, es decir, se ponen unos límites de forma respetuosa.
- Es eficaz a largo plazo.
- Enseña habilidades para la vida: respeto, preocupación, resolución de problemas, cooperación…
- Invita a los niños a descubrir sus habilidades, fomenta su autoestima.
Es posible que ahora muchos de vosotros os preguntéis: “¿acaso el niño/a se tiene que ir de rositas cuando ha hecho algo que no debía?”. Por supuesto que no. Todo comportamiento erróneo y sobre todo, irrespetuoso, ha de ser modificado. Pero debemos hacerlo de una forma que sepamos que enseñe una habilidad, no mediante una imposición o por medio de un “porque yo lo digo y punto”.
La alternativa que propongo para abandonar el rincón de pensar es emplear el tiempo fuera positivo. Porque a diferencia del anterior, esta herramienta sí enseña habilidades al niño para que en un futuro pueda gestionar la situación de forma autónoma. De hecho, es una herramienta que recomiendo que utilicen todos los miembros de la familia. El tiempo fuera positivo se basa principalmente en tomarse un descanso o un momento de desconexión para buscar soluciones desde la calma.
Claves para crear un tiempo fuera positivo:
- Informa de cómo se va a actuar de aquí en adelante cuando haya un conflicto en casa.
- Elige un lugar de la casa en el que se podrá refugiar y se garantice un momento de calma. Puede ser una habitación o el baño. Con niños pequeños (hasta los 8 años) es aconsejable que se decore el lugar con cojines, almohadas, mantas y elementos que le ayuden a estar en calma.
- Ponle un nombre a ese lugar: el refugio, el mar en calma, el país de los sueños…
- Retírate voluntariamente a ese lugar cuando se dé un conflicto que te cueste gestionar. En el caso de los niños, cuando veamos que están muy inquietos y que les cuesta llegar a una solución o un acuerdo, se les puede animar a ir a su rincón de la calma para tomarse un descanso.
El objetivo de esta herramienta no es que el niño o la niña piense en lo ocurrido, sino que se tome un “break”, que desconecte de la fuente de conflicto, para que más tarde pueda buscar una solución. De esta manera enseñamos una maravillosa estrategia para resolver conflictos, puesto que dos personas no se enfadan si una no quiere.
Nerea Bergara, psicóloga en Centro Psicología Bilbao
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