¿Qué podemos hacer para prevenir el consumo de drogas en adolescentes y jóvenes?

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Cuando se acerca la etapa adolescente, o cuando ya estamos en ella, una de las grandes preocupaciones de muchos padres y muchas madres está relacionada con los consumos de drogas. Por un lado debido a que dejamos de sentir el control que sentíamos hasta hace poco sobre su ocio y por otro, porque entendemos que los consumos pueden empezar a cobrar sentido en sus vidas.

Nos asusta que nuestros hijos e hijas puedan consumir cualquier sustancia y a veces nos sentimos inútiles ante tal posibilidad. Queremos actuar pero no sabemos cómo, necesitamos seguridad en un contexto lleno de incertidumbre…

¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos decir? ¿Cómo debemos actuar ¿Qué hacer si me encuentro, si descubro …?

Nuestras inquietudes respecto a los consumos de drogas están impregnadas de muchas dudas y mucho miedo, no es porque queramos convertirnos en personas expertas sobre las drogas, ni siquiera porque intuimos que nuestros hijos o nuestras hijas tengan algún problema con ellas. Nos gustaría poder anticiparnos y tratar de contar con herramientas para evitar que nuestras hijas y/o hijos sufran problemas relacionados con los consumos de drogas o se enreden en una espiral de la que después les resulte difícil salir y que les complique la vida; nos preocupa qué consumen, cómo lo hacen, cuándo, a partir de qué edad …

Evidentemente, cada una de estas preguntas no tiene una respuesta única, variará en función de cada chico, chica, adolescente, joven, … de su desarrollo personal, de su relación familiar, de su relación con el entorno, etc. Y esto es algo esencial, que no diferenciemos en exceso el funcionamiento de nuestro hijo o hija frente a la vida en general, de su disposición ante las drogas.

Muchas de nuestras preocupaciones encuentran sentido en la dificultad que padres y madres tenemos para entender sus comportamientos y sus decisiones, nos cuesta comprender comportamientos que se alejan de nuestra lógica racional y abrimos una brecha que nos dificulta la posibilidad de un diálogo constructivo:

“…pero con toda la información que ahora tienen… ¿cómo es que siguen consumiendo drogas, fumando, bebiendo hasta emborracharse?”

Es una duda bastante generalizada y que genera incomprensión, ya que realmente parte de algo muy lógico: “si yo sé que algo es malo, no lo haré”, por lo que es fácil de compartir. Entonces… ¿será que nuestros hijos y nuestras hijas son tan ilógicos e ilógicas que no son capaces de comprender algo tan sencillo?, ¿qué es lo que falla? Se nos ocurren dos posibles razones a las que atender para poder entenderlo y entenderles mejor:

Por un lado, el peso que le damos a lo que sabemos en las decisiones que tomamos. Ciertamente muchas veces sobreestimamos el peso de dicha información en detrimento de otras cuestiones de orden emocional que son las que a fin de cuentas condicionan lo que nuestros hijos y nuestras hijas deciden hacer en un momento dado; y digo momento dado porque esa es la cuestión, lo que en cada momento decidan hacer. Veámoslo con un ejemplo:

“Un sábado a la tarde, estando en el lugar en que mi hijo Gorka, de 13 años, suele juntarse con sus amigos, uno de ellos saca un paquete de tabaco y lo ofrece al grupo… ¿Qué creemos que hará Gorka?

-Si atendemos exclusivamente a lo que le hemos ido repitiendo una y otra vez sobre las consecuencias del tabaco … creeremos que no lo aceptará
-En cambio, si atendemos exclusivamente a la presión que Gorka pueda sentir por parte de sus colegas … creeremos que lo aceptará
-Sin embargo, si atendemos a lo que Gorka sabe sobre el tabaco, al peso que le da a lo que su familia espera de él, a lo que cree que sus colegas puedan querer que haga, a lo que él quiere hacer realmente, a sus características personales, a su capacidad para hacer valer su propio criterio,… entonces seguro que acertamos. Son todas estas variables, y alguna más, las que determinarán la decisión de Gorka en esa situación y es importante que entendamos de este modo global el comportamiento de nuestras hijas e hijos.

Por otro lado, ¿no será que la información que padres y madres queremos transmitirles, no es la que les llega en realidad?, ¿no será que los riesgos que a nosotros y nosotras tanto nos preocupan no coinciden con los que ellos y ellas ven? En ocasiones atendemos exclusivamente a los mensajes verbales que les dirigimos (lo que les decimos) para cerciorarnos de que les quede claro lo riesgoso que tiene tal o cuál comportamiento; sin embargo, no caemos en la cuenta de que a veces lo que hacemos o hace la gente de su alrededor es incongruente con dicho mensaje. Si esto es así… ¿qué es lo que podemos hacer?

-En primer lugar, sería conveniente que los mensajes que transmitimos sean lo menos ideológicos posible, y se basen más en realidades probables y cercanas que en realidades posibles y lejanas, si lo que buscamos es convencer y no tanto meterles el miedo en el cuerpo. Por poner un ejemplo: es evidente que no queremos que empiecen a fumar fundamentalmente por la toxicidad del tabaco, pero debemos de caer en la cuenta de que para una persona joven y que rebosa salud, la futurible y posible enfermedad a causa del tabaco es poco movilizadora. Es cierto que el tabaco perjudica seriamente la salud, pero saberlo no garantiza que lo tengan en cuenta a la hora decidir si aceptar un cigarrillo o no hacerlo.

-Por otra parte, es importante que seamos conscientes de que lo que realmente enseña, lo que hacemos nuestro e incorporamos a nuestro comportamiento, está más relacionado con lo que vivimos que con lo que oímos o escuchamos. Siguiendo con el ejemplo del tabaco, si yo soy una persona fumadora, no es que esté incapacitada para intervenir preventivamente sobre el tabaco con mi hijo o con mi hija, pero será poco útil que lo haga desde los parámetros de la salud o lo malo que es, por incoherente.

-Por último, también sería de gran ayuda que en la relación que establecemos con nuestras hijas y nuestros hijos hiciéramos el esfuerzo de atenderles, incluso sus posibles consumos de drogas, de un modo más sereno, tratando de mirar el comportamiento en su globalidad y relativizando los peligros. Siguiendo con el ejemplo del tabaco … Si descubrimos que fuma, que este hecho no dificulte que nos ocupemos, fundamentalmente, de por qué o para qué lo hace. Si lo hace para dar una imagen de sí misma que difiere de su realidad, el problema de base está más relacionado con la autoestima que con el hábito tabáquico… Si entendemos que lo hace porque necesita experimentar y ser la primera en todo… quizás nos debiera de ocupar su impulsividad y búsqueda de sensaciones, … si es para encajar en el grupo, ¿qué es lo que le hace pensar que no encaja? …

El modo efectivo de intervenir preventivamente respecto al consumo de drogas con nuestras hijas y nuestros hijos, no debe de alejarse del objetivo genérico de que aprendan a cuidarse, que aprendan a hacerse conscientes de las decisiones que van tomando en la vida en función de las implicaciones o consecuencias que éstas puedan acarrear. Atender a sus vulnerabilidades es el modo más efectivo (y más complejo) de actuar preventivamente con ellos y con ellas. No olvidemos que no podemos decidir por ellas o por ellos, como mucho podemos conseguir que el las decisiones que tomen tengan en cuenta nuestro criterio (entre otros muchos), hagamos que ese criterio les resulte útil, aceptable e incluso atractivo.

Ados, Servicios de intervención socioeducativa

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