“No me gusto, quiero ser diferente”

Son palabras que, con mayor o menor frecuencia, con mayor o menor intensidad, todas y todos los adolescentes podrían expresar en un momento dado. Y forman parte del proceso natural de la adolescencia. ¿Por qué? Porque es un periodo vital de muchos cambios (físicos, cognitivos, emocionales, relacionales…) en el que los y las jóvenes se enfrentan a muchos retos que ponen a prueba su seguridad y su autoestima. Un periodo significativo para la definición de la identidad propia: quién soy, cómo soy, quién quiero ser, cómo me ven las demás personas, cómo de atractiva soy, cuánto gustaré… Y este proceso natural los lleva a atravesar momentos en los que dudan de sí, en los que se fijan más en los aspectos que les resultan menos gratos de sí mismas, de sí mismos y dejan de ver sus características positivas.

Este proceso se refuerza por unas de las dinámicas más habituales en la adolescencia y, a la vez, más dañinas para la autoestima: la comparación. Los y las adolescentes, en muchos momentos de su vida cotidiana, se comparan con sus iguales: en lo académico, en lo deportivo, en su aspecto físico, en su éxito en las relaciones, en su estilo de vida… y las redes sociales propician que esa dinámica de comparación no tenga descanso (aunque éste es otro tema).

Así, sentirse inseguros, dudar de sí, compararse… forman parte de los procesos naturales durante la adolescencia y necesitarán que las y los acompañemos a atravesarlos para que este “chequeo” de sí mismos los ayude a crecer y a valor positivamente quiénes son en lugar de concluir que son menos o peores que sus amigas y amigos.

En este compararse con otros, con otras, el cuerpo y la imagen corporal suele ser un escenario principal. Soy gordo, demasiado bajita, mis piernas son feas, no soy musculoso, mis pechos son pequeños, no me gusta mi nariz, tengo mucho culo… soy horrible, mejor me tapo, no quiero que me vean, provocaré rechazo… Obviamente, vivir en una sociedad que sobrevalora la imagen, que plantea unos arquetipos estéticos determinados, que fomenta la competición y lanza mensajes continuos sobre un Yo idealizado, echa mucha leña al fuego de lo que ya de por sí es difícil para los y las jóvenes Tanto que hay adolescentes que viven con muchísimo sufrimiento algunas de sus características físicas, hasta el punto de pedir “quiero operarme”. (Hagamos una parada para la reflexión: ¿qué tipo de mensajes sobre lo estético estoy dando a mis hijos e hijas? ¿Qué observan en mí y en mi manera de vivir mi propio cuerpo, lo acepto o lo rechazo?).

¿A qué responde una petición tan drástica?

Lógicamente, en un intento por acabar con el sufrimiento y sentirse mejor. Recordemos que en la adolescencia las emociones son muy intensas, en muchos momentos no pueden pensar con racionalidad y calma y viven con mucho dramatismo situaciones que para las personas adultas pueden ser de menor importancia.

Al mismo tiempo, aún no tienen la capacidad de valorar las consecuencias reales de sus acciones (o de sus deseos). De esta manera, para una mente adolescente “estoy traumatizada por mi peso, si me hago una liposucción sería mucho más feliz, así que quiero operarme” parece una reflexión lógica. Porque fantasean con que su malestar acabará y se sentirán mucho mejor, y las fantasías poco realistas forman parte del pensamiento adolescente.

Tengamos en cuenta también que lo que expresan sobre su cuerpo es un reflejo de este proceso de inseguridad más general de la adolescencia. Están diseñando quiénes son, valorando cómo se ven y creando su identidad y muchas veces, lo que sienten con relación a su cuerpo tiene que ver con miedos o inseguridades más profundas, más allá de lo “estético-aparente”. Y, una vez más, esta petición busca que esta inseguridad desaparezca pero tendremos que escuchar más allá de lo físico.

¿Cómo responder a una petición así?

En primer lugar, con calma, con mucha calma.

Calma en cuanto a nuestra reacción emocional. Escuchar su petición, entender que lo que expresan es su manera de vivir su cuerpo y darle valor como vivencia subjetiva. Incluso tener en cuenta la necesidad de autodefinición de la adolescencia: expresar qué les gusta y qué no les gusta, qué quieren y cómo lo quieren. No juzgar y no criticar.

Calma también en cuanto al ritmo. En la adolescencia, lo que hoy opinan con toda seguridad, mañana puede ser totalmente lo contrario. Una respuesta del tipo “Quieres operarte. Esto es una decisión muy importante. Vamos a estudiar riesgos y beneficios durante 6 meses, y vamos a posponer cualquier decisión hasta que no lo hayamos pensado despacio” puede ser útil. Tendremos que valorar aspectos médicos, psicológicos, sociales… Puesto que es una decisión importante, merece la pena dedicarle tiempo y reflexión. Y así se lo diremos.

Ayudarles a ampliar la perspectiva. Propiciar que puedan hablar sobre su petición con otras personas que puedan ser referentes para ellos y ellas. Personas adultas, jóvenes, iguales… de su ámbito familiar y de fuera de él. Como una de las necesidades (saludable y natural) adolescentes es afirmarse frente a sus progenitores, puede que escuchen con mayor apertura opiniones de personas ajenas a la casa. Si su petición de cirugía está relacionada con mensajes o influencias sociales de determinado grupo de pertenencia, posibilitemos que puedan escuchar a otros jóvenes con miradas diferentes.

Ayudarles a pensar y a ajustar expectativas. Como decíamos, los y las adolescentes sueñan lo que quieren para sí de una manera idealizada. Y colocan en ese cambio mucho más: si me cambio los pechos, las orejas… yo seré diferente y mi vida será diferente. Ayudarles a ver los riesgos, los cambios reales que se producirían y también a ver qué hay debajo, cuál es el sueño oculto (oculto quizás para sí mismos) que está debajo de ese deseo de cirugía.

Con información. Busquemos asesoramiento médico y psicológico sobre los riesgos y beneficios. Valoremos también si lo que nuestro hijo o hija nos pide tiene que ver con una cirugía reparadora (que corrige malformaciones reales, congénitas o sobrevenidas por algún accidente o patología, que probablemente le han provocado sufrimiento desde la infancia) o con una cirugía estética (“arreglar” lo que él o ella perciben como feo). Podemos decidir que la cirugía es una buena opción o rechazarla pero para tomar esta decisión necesitamos información.

Valorar otras alternativas estéticas menos agresivas y definitivas. Aunque no estemos dándoles lo que nos piden, sí estamos respondiendo a su necesidad de “necesito hacer algo con esto” y se sentirán escuchadas y tenidos en cuenta. Al mismo tiempo, esto nos da más tiempo para valorar cual es la motivación real de esta petición de cirugía, ver si su deseo se mantiene en el tiempo y si es una buena opción.

Y como prevención y actitud de base durante toda la crianza…

Cuando una niña, un niño, adolescente recibe muchos mensajes de “me gustas, me gusta estar contigo, te aprecio, te valoro, te quiero”, sobre diferentes aspectos de sí misma, recibidos de personas diferentes, en ámbitos diferentes de su vida… desarrollará una buena base de seguridad que le ayudarán incluso si hay “trocitos” de sí que les gustaría cambiar.

Yarima Etxeberria Ibáñez, Psicóloga – Psicoterapeuta

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