¿Cuál es la clave para que nuestros hijos/as NO tengan relaciones sexuales antes de que se sientan preparados/as?

La psicóloga Pepa Horno comenzó su ponencia enmarcada en el Family Lab Educación afectivo-sexual haciendo un símil con su aterrizaje en Bilbao: “Estaba pensando cuando venía en al avión y en los aterrizajes maravillosos a los que esta ciudad nos tiene acostumbrados, que se parecen bastante a cuando hablamos de sexo con nuestros hijos e hijas, porque tratas de hacer un equilibrio para que el avión no se te vaya ni a un lado ni al otro y parece que te vas a estrellar, pero al final no te estrellas. Así que esto es algo parecido. Si supuestamente los hijos e hijas crecen es porque, de alguna manera, de forma natural conseguirán hacerlo”.

Horno nos recordaba que la sexualidad nos confronta a nosotros mismos y a nosotras mismas con nuestra propia historia, y esa es la razón por la que la sexualidad se vuelve un problema. Pero es importante ser conscientes de que es parte del desarrollo del ser humano, con lo cual tenemos que educarla.

La sexualidad es un derecho humano y la posibilidad de vivirla plenamente es un derecho de nuestros hijos e hijas. Esto implica el derecho a tener una sexualidad protegida y protectora, es decir, que pueda mantener su autonomía, su capacidad de decisión y su integridad, que tiene que ver con el derecho a la libertad y a la elección sexual. Es elegir no solo la identidad que quieren tener y que quieren desarrollar como persona, sino también si quieren o no tener pareja, hijos/as, cuántos hijos/as quieren tener, en qué orden quieren tenerlos o en qué momento quieren tenerlos. Si se casan o no, si se relacionan o no. Cuando hablamos de la elección sexual, en realidad estamos hablando de elegir.

La sexualidad nos confronta a nosotras mismas con nuestra propia historia

Asimismo, Pepa Horno remarcaba que educamos la sexualidad según la vivimos, es decir, a veces con miedo, otras en silencio. “Este es uno de los elementos en los que es necesario poner consciencia, porque esto no va de hablar de sexo, es decir, vamos a tener la conversación que todo el mundo trata de evitar, esto se hace desde que nuestros hijos e hijas nacen. Estamos educando su sexualidad porque estamos educando su conexión con el placer, su capacidad de contacto físico, su capacidad de conectar internamente con sus sensaciones corporales. Estamos educando en diversos aspectos que son los que configuran la vivencia de la sexualidad de una persona. Por ello hay que plantearse si realmente los mensajes que transmitimos son los que queremos transmitir. La sexualidad nos confronta siempre, tanto en nuestra intimidad como en la de nuestros hijos e hijas. La sexualidad es una oportunidad para encontrarte con otra persona que siente de manera diferente, piensa de manera diferente, percibe de manera diferente, con lo cual a veces uno tiene la sensación de no entender lo que pasa adelante. Así que no es solo una cuestión de diferencia de tiempos ni de cambios sociales, es una cuestión de que la sexualidad nos acerca al otro y al acercarnos al otro nos hace sentir miedo porque nos hace sentir sin referentes para entender lo que estamos viviendo. Así que hay un elemento básico para educar en la sexualidad, que es integrar nuestra historia de vida.”

“El sexo es algo mucho más complejo, sutil y maravilloso que la genitalidad”

Horno explicaba que existen dos claves muy importantes, la primera, la educación afectivo sexual que recibimos, qué nos contaron y cómo nos lo contaron y, la segunda, cuál es nuestra propia vivencia de la sexualidad. Necesitamos poder hablar de nuestra propia sexualidad, y ese es un límite, que como madres y como padres tenemos. Asimismo, relacionaba la afectividad con la sexualidad, con la diversidad y con la protección, porque la sexualidad no es el sexo. “El sexo es algo mucho más complejo, sutil y maravilloso que la genitalidad”, añadía. Y relacionaba la educación afectivo-sexual a vínculos que nos proporcionan seguridad emocional y a la presencia física. La pornografía entre los diferentes problemas que presenta está el que no haya presencia física. Al igual que todas las interacciones a través de las redes sociales, que al dejar sin presencia física, dificultan la conexión interna con las sensaciones corporales. “Las imágenes dentro de las redes sociales pueden invadir a nuestros hijos e hijas de una manera que no puedan percibir las sensaciones corporales que esas imágenes les provocan y, por supuesto, no pueden entender las sensaciones corporales que tienen las personas que aparecen en esas imágenes”, afirmaba Horno.

“Todos los riesgos de la sexualidad vienen de dos miedos capitales, el miedo a la diferencia y al rechazo, y el miedo a la soledad y al abandono”

Por ello, insistía en poner nombre a las sensaciones corporales, a las vivencias internas de los niños. Establecer y transmitirles una serie de límites protectores claros que les permitan manejarse en el entorno de la sexualidad y de generar una red afectiva y protectora en la cual se puedan mover. Porque al final van a haber dos claves en la sexualidad, una, la conexión interna y dos, la capacidad de establecer intimidad con otra persona. “Es mi manera de sentirme a mí mismo, mi manera de crear mi identidad, y mi manera de relacionarme con otras personas, con lo cual, una de las claves de la sexualidad va a ser si somos capaces de proporcionar a nuestros hijos y a nuestras hijas, una red de posibles relaciones diversa, afectiva y protectora. Volvemos a afectividad, sexualidad, diversidad y protección. La red de gente en la que se mueven nuestros hijos, los amigos y amigas de nuestros hijos y nuestras hijas son personas afectivas que les tratan con afecto. Son personas diversas que reflejan la diversidad del mundo en el que nos movemos y son personas protectoras que van a ser capaces de ayudarles y de protegerles cuando tengan un problema. Eso es una pregunta que una persona  tiene que hacerse cuando piensa en la educación afectivo-sexual, porque al final todos los riesgos de la sexualidad vienen de dos miedos capitales, el miedo a la diferencia y al rechazo, y el miedo a la soledad y al abandono. Todo lo que hacemos en el ámbito de la sexualidad lo hacemos para no estar solos y para sentirnos integrados”.

Renunciar a tu propia identidad para ser aceptado

La psicóloga nos advertía de que nuestros hijos e hijas para no ser abandonados y para no ser rechazados podrían aceptar cosas que no quieren hacer, podrían renunciar a su propia identidad, ocultar y disimular aquellas cosas de su identidad que no sean aceptadas por los demás, que no sean comprendidas y que les lleven a ser diferentes. Es el miedo al rechazo y el miedo al abandono. Son los dos miedos capitales desde los cuales se crean los riesgos, que son básicamente tres. Hay un riesgo que tiene que ver con la sobreexposición y la comercialización, hay otro riesgo que tiene que ver con la cosificación, con tratarte ti mismo como una cosa que se compra y que se vende. Y hay un riesgo que tiene que ver con la sobreprotección que dificulta la autonomía para decidir qué es lo que quiero y qué es lo que no quiero, cómo me siento y cómo no me siento. Esto se da en otros aspectos de la vida, pero en la sexualidad es vital.

Es por ello que repetía que no hablamos de genitalidad, sino del miedo a sentirte rechazado, solo o sola. A partir de ahí es donde te vas a colocar de una manera más protectora o de una manera más en riesgo en las relaciones humanas.

“No tenemos que exponerles en las redes sociales como si fueran un producto que es bonito para lucir”

“Somos nosotros los primeros que no tenemos que exponerles en las redes sociales como si fueran un producto que es bonito para lucir, somos nosotros y nosotras los primeros que tenemos que pensar cuáles son los mensajes que transmitimos a nuestros hijos y a nuestras hijas sobre sí mismos. Cada vez que nosotros hablamos de ellos somos nosotros y nosotras”, añadía.

Y nos advertía de la tentación de querer convertir a ese hijo a esa hija en una cosa de la que voy presumiendo. Queremos lucirlos y al querer lucirlos los convertimos en objetos. Por ello, una de las cuestiones básicas que como familias tenemos que hacer es plantearnos cómo hablamos de nuestros hijos, y cómo presentamos a nuestros hijos.

Y volviendo a una sexualidad protectora retomaba la cuestión del vínculo, la afectividad y la protección, para que la sexualidad se base en dos claves: la conexión interior y la red protectora.

La capacidad de conectar y de reconocer mis sensaciones corporales es capital para poder tener una sexualidad plena. Y voy a poner dos ejemplos muy claros, si yo no conecto con mis sensaciones corporales, no sé cómo vivir el placer. Con lo cual, cuando llego a tener una relación genital con una persona, hago lo que esa persona quiere porque yo no sé explicarle si me gusta que me toquen en las orejas, si me gusta que me toquen en el cuello, si me produce repelús que me toquen en los pies o al revés.

El placer hay que legitimarlo y hay que crearlo y darle a la persona la capacidad de conectar con ello desde que nace. No es una cuestión de que llegue en la genitalidad y en la adolescencia.  Y, por otro lado, la capacidad de generar esta red afectiva y protectora de la que hablo para impedir ese miedo a la soledad y ese miedo al rechazo y poder tener una red sólida desde la que manejarme”, afirmaba Horno.

Hacemos lo que sea para que no sufran

Respecto a la sobreprotección, ponía el ejemplo de cuando se muere el hámster y vamos a comprarle otro para que no sufra y piense que el hámster sigue vivo. Tendemos a meterlos en una burbuja y les privamos de tener la capacidad para reconocer el miedo, el dolor, el asco, la soledad, cosas que van a tener que ver con la sexualidad, porque explicaba que “para tener una relación genital plena, yo necesito decirle a la otra persona lo que  me produce placer,  lo que no me gusta, lo que me da miedo, lo que me da asco, lo que no quiero. Y tengo que poder expresarlo, y para poder expresarlo tengo que poder reconocerlo, porque si no, llega algo que me da asco y me quedo paralizada porque como no he sabido reconocer el asco dentro de mí, y dejo que el otro haga determinadas cosas que yo no quiero que hagan, simplemente porque la vivencia me está invadiendo y yo no tengo capacidad de reconocer lo que me está pasando”.

“La sexualidad protectora se basa en impedir que otra persona te produzca dolor y no necesito llegar a la genitalidad. Esto empieza mucho antes. Yo tengo que ser capaz de reconocer, por ejemplo, que puedo querer profundamente a alguien y que no me apetezca darle un beso ese día. Y eso no significa que no le quiera. Significa que a lo mejor mi abuela, que es una señora estupenda y maravillosa, tiene unos pelos en la barbilla que me dan repelús, y que hacen que me dé asco darle un beso y la quiero profundamente, pero no quiero darle un beso y ambas cosas son compatibles. Pero si yo impido las vivencias y no ayudo a los niños a reconocer eso, pasan cosas de los que vamos a hablar. Por tanto, hay una parte que es legitimar la conexión con el placer”, explicaba Horno.

Sobre las primeras experiencias genitales y sexuales relataba que en ocasiones es normal que comiencen con sus hermanos, con sus primos, con sus amigos. “Tener dos hijos y encontrarles jugando a los médicos es la cosa más normal que hay en el desarrollo sexual humano”, apostillaba.

Volviendo a la sobreprotección, Horno explicaba que con 7 y 8 años un niño tiene que ducharse solo, dormir solo y hacer caca solo. Porque si prolongamos determinadas pautas de crianza de tal manera que hacemos que lo sigan haciendo con su padre o su madre, estamos produciendo una dificultad.

Cuando entran en la genitalidad se tapan

Y sobre la entrada en la genitalidad, ponía el ejemplo de cuándo vamos a la playa y los peques que hasta hace poco andaban desnudos sin ningún tipo de problema, de repente empiezan a pedirte la toalla para cambiarse de ropa y nos extrañamos. Sin embargo, esto tiene que ser así porque la entrada en la genitalidad debe ser protectora y debe ser respetuosa del propio cuerpo y diferenciada de las personas adultas.

Para tener una sexualidad sana tiene que producirse en un contexto seguro. Este es uno de los aspectos que cuando se trabaja con los/as adolescentes hay que explicarles que la sexualidad no va de con quién tienes relaciones genitales o cuántas o hasta dónde, sino que se tengan con personas que les hagan sentir a salvo, que les hagan sentir bien. Eso es lo que tienen que elegir. No tienen que elegir ni el sexo ni las características. Y, por supuesto, elementos favorecedores a la conexión con el placer: el movimiento, el juego, la música, el baile, el agua y el contacto físico.

Reconocer la emoción de asco para identificar el abuso sexual

“Os recomiendo que bailéis con vuestros hijos, que cantéis y el agua, porque es un elemento de conexión corporal brutal, por eso el baño a los niños les suele resultar placentero y a las personas adultas nos encantan los jacuzzis y los spas. Y tenemos que tener una actitud de celebración. El placer hay que legitimarlo y no es solo un placer sexual, es un placer de estar con la gente que quieres, de tener celebraciones, de reunirte, de hacer excursiones, de salir, de tomar el aire. Todo eso es educación afectivo-sexual, aunque no lo creamos.

Para llegar a una relaciones coitales sanas, protectoras y placenteras una de las cosas que necesito es que los niños y las niñas desde el principio puedan reconocer el miedo, puedan reconocer el asco y puedan sentir el dolor. Y voy a poner un ejemplo muy tonto, pero que siempre lo cuento: una de las cosas esenciales en cero a seis años es enseñarles a reconocer el asco como herramienta protectora, porque una de las emociones características y diferenciadoras del abuso sexual es el asco.

“El abuso sexual llega normalmente por parte de personas a las que ellos o ellas quieren”

Un niño o niña no entiende lo que es el abuso, además, éste llega normalmente por parte de personas a las que ellos o ellas quieren,  con lo cual se sienten manipulados. La única manera de que puedan reconocer el abuso sexual como abuso es que identifiquen el asco que les produce. Entonces hay una herramienta muy eficaz con los niños de 0 a 6 que es decirle que todos tenemos cosas que nos dan asco, a mí me pasa con las cucarachas, a muchos niños y niñas les dan asco las lentejas o el pescado. Así que hablas con tu hijo o hija y le dices: si alguna vez alguien te hace algo que te hace sentir lo mismo que las lentejas, vienes y me lo cuentas. Eso es una estrategia de prevención eficaz para un niño de menos de 6 años, porque no puede entender el abuso, no puede reconocerlo porque le viene de alguien que quiere, pero sí puede identificar el asco y las ganas de vomitar que le producen las lentejas.

Si mi hijo o mi hija me dice las lentejas le dan asco y le digo: no seas maleducado y cómetelas. ¿Qué le estoy diciendo? Te tragas la vomitona, te tragas las arcadas y te lo comes. Si lo llevamos a la genitalidad es literal, te tragas las arcadas y te lo comes. Así que esto es una cuestión que empieza infinitamente antes de que empiece con las relaciones genitales y el dolor.

Importante, si los anestesiamos, si les privamos los pequeños dolores, cuando llegan los grandes dolores se quedan paralizados. De hecho, hay muchos chavales que están paralizados,  tendiendo a las autolesiones y a todo este tipo de patología que está apareciendo, que se ha disparado”, explicaba Pepa Horno.

La psicóloga afirmaba que esto tiene que ver con la anestesia, con haberlos criado de una manera sobreprotectora que hace que cuando llega el dolor se queden paralizados.

Nunca podemos ser amigos/as de nuestros hijos o hijas

Respecto a la red como segundo elementos de la sexualidad protectora, nos animaba a trabajar la intimidad, la sexualidad y la genitalidad. Y explicaba la importancia de los vínculos, distinguiendo entre los que son verticales y los horizontales. “Imaginaros un árbol. El árbol tiene el tronco, la raíz y unas ramas. El tronco y la raíz son los vínculos verticales, que son aquellos que garantizan nuestra subsistencia. Normalmente son los que han hecho de padres y madres con nosotros y nosotras y a su vez somos nosotras y nosotros con nuestros hijos e hijas. Solo hay dos vínculos verticales en la vida, el parento-filial y el profesional. Estos vínculos son donde el amor se une al cuidado y a la supervivencia. Un padre y una madre jamás es amigo de sus hijos y si pretendéis ser amigo de vuestros hijos, ya os digo que estáis condenados al fracaso.

Nos toca poner límites, somos los encargados de su cuidado y de su protección, con lo cual nunca vamos a ser figuras horizontales ni debemos serlo. Como profesionales, nunca somos amigos, debemos mantenernos como vínculos verticales porque somos los responsables de garantizar el entorno seguro en aquel ámbito en el que trabajamos. Con lo cual, si somos educadores/as en una escuela, si somos monitores/as de ocio y tiempo libre, no somos amigos/as de los niños/as, ni debemos serlo nunca, ni debemos tener su teléfono privado, ni debemos colgar imágenes suyas en nuestras redes sociales, ni debemos llevarlos en coche privado. Nosotros no somos relaciones horizontales, somos relaciones verticales. Y luego están las ramas donde están los pájaros, las flores, las hojas. El desarrollo pleno pasa por tener vínculos horizontales que empiezan con los hermanos, siguen con los primos y los amigos y acaban en la pareja.

Qué útil en la vida es saber que mi pareja no es mi madre ni mi padre, sino que es mi pareja, es decir, mi compañero o compañera de vida, un igual. Camina y es responsable de su vida, y yo de la mía y durante un tiempo caminamos de la mano. La sexualidad y la genitalidad siempre tienen que ser entre vínculos horizontales. Y esta es una regla de protección básica y nuclear, por eso el abuso es abuso, y por eso el incesto es un delito, es decir, uno no debe vivir ni la sexualidad ni la genitalidad en los vínculos verticales” remarcaba Horno.

Somos quienes les enseñamos a elegir a las personas

Nosotros, como familia, somos los que creamos los modelos vinculares que hacen que nuestros hijos y nuestras hijas salgan al mundo de una determinada manera, explicaba Pepa Horno, ya que nosotros somos los que generamos la sobreprotección a la autonomía, los que les damos esto de las raíces y las alas y los que les enseñamos a elegir a las personas, a qué personas quieren en la vida, qué personas le van a hacer bien. Y explicaba que en la vida la gente te hace bien o te hace daño y normalmente toda la gente que te quiere de una manera profunda en determinados momentos te va a hacer bien y en determinados momentos te va a hacer daño. A lo que añadía que una persona que te quiere no te mantiene oculto, no te habla unos días y otros no, a veces quiere jugar contigo en el cole y otros no. Tienes que tratar de elegir a gente que opte de forma clara por ti, que esté dispuesto a estar en tu vida, que esté accesible y disponible para ti.

Porque Horno aclaraba que es importante es enseñar a los niños y a las niñas a distinguir entre intensidad, reciprocidad y compromiso. Ya que una relación puede ser intensísima y súper chula, pero no ser una relación vinculada sana, porque no conlleva una integración social en la vida de la otra persona. “Cuando yo tengo un hijo o una hija la presento al mundo, somos pesados hasta decir basta. Pero ¿qué pasa cuando nace un niño con discapacidad? Que a las familias les cuesta mucho más sacar a ese niño al mundo, mostrarlo.

Una relación afectiva sana es una relación pública. Si nos avergonzamos de nuestros hijos/as, tenemos un problema que debemos mirar qué es lo que nos avergüenza y explicaba el problema que existe con las identidades sexuales minoritarias. “¿Qué pasa si mi hijo o mi hija no es lo que yo quería que fuera, no es el proyecto de persona que yo había definido que tenía que ser? Cómo afronto esa diferencia, cómo afronto ese duelo, cómo afronto esa frustración, cómo lo reconozco. ¿Desde dónde está configurando mi historia personal de vida?”, preguntaba Horno.

“Hay una diferencia entre que sea homosexual o sea heterosexual o bisexual o pansexual. Hay una diferencia o no la hay. Porque si la hay, tengo un problema. Si no lo vives con diversidad y con tranquilidad, tus hijos/as empiezan a tener la sensación de que te fallan, de que son un fracaso en ese proyecto de vida que tenías respecto a ellos/as. Con lo cual una de las cosas que hay que revisar es: ¿Que nos pasa a nosotros y a nosotras con ese proyecto de vida que teníamos adjudicado a nuestros hijos/as?”, interpelaba a las allí presentes.

En los malos y en los buenos momentos es donde las personas que te quieren estarán

Asimismo explicaba que existe un elemento muy interesante para identificar a la gente que te quiere bien, que es quien se alegra con tu alegría. No sólo que te acompañe en los malos momentos, sino que también se alegre de verdad con tu alegría. Por ejemplo, cuando a una persona le surge la oportunidad de irse a vivir o a estudiar a otro lado. ¿Cuáles son las reacciones? Una madre, un padre que quiere bien, se alegra de que su hijo se vaya y no le chantajea diciéndole “que voy a hacer yo sin ti”.

Hay una serie de elementos que hay que trabajar con los chicos y con las chicas, que tienen que ver con qué hacen en las relaciones. Cuando la gente habla de la prevención del maltrato, todo el mundo piensa en sus hijos e hijas como posibles víctimas, pero nadie piensa en sus hijos e  hijas como posibles agresores o agresoras y son tan responsabilidad nuestra como las víctimas. En este aspecto hay una característica esencial de la responsabilidad afectiva que es no amenazar con el abandono. Esa es una característica de una relación afectiva sana y de la responsabilidad afectiva. Por lo que Horno insistía en evitar frases como “como no hagas esto, te mando a vivir con la abuela o si sigues así cualquier día te mando un internado”.

Otra forma de abuso sexual es obligar a tener relaciones genitales a una persona antes de lo que quería. Eso es abuso sexual, y eso yo tengo que reconocerlo desde la responsabilidad afectiva y decir no, a mí no me amenazas y si te quieres ir, te vas.

Hablar honestamente de sexualidad

Respecto a hablar de sexualidad, Pepa Horno recomendaba hablar con honestidad: “Tengo que poder hablar mis miedos, mis ascos, mis temores, mis inseguridades, no de los de mis hijos e hijas. Y por supuesto, nombrar los órganos sexuales. Y lo mejor que pueden decir de nosotros es que somos pesados. Esto significa que ya se han enterado”.

Y finalizaba recordando que cuando hablamos de afectividad y de diversidad, no hablamos de tolerancia total y de que todo sea válido, sino que hablamos de protección, y dentro de la protección hay unos límites protectores que son básicos y que no nos podemos saltar.

A partir de aquí tuvo lugar el turno de preguntas que a continuación reproducimos:

Primera pregunta: Una de las cosas que nos preocupa a las familias tiene que ver con el paso de la sexualidad a la genitalidad. Comentabas que hay que hacerlo con consciencia, pausadamente  pero no sé si nuestros hijos e hijas hacen ese tránsito con esa pausa y esa consciencia de la que hablabas.

Respuesta de Pepa Horno: La respuesta es, por supuesto, que no lo hacen porque no viven ni con pausa ni con conciencia, que es lo que trato de explicar. Es decir, si tú quieres que tus hijos e hijas pasen a la genitalidad con consciencia y con tranquilidad, tienen que vivir con tranquilidad. Pero tenemos una sociedad en la que hacemos que la gente corra y a autoexigirse y a responder a la demanda ajena, no a conectar con su propia demanda y con su propia necesidad. Y, además, eso encaja perfectamente en lo que hablábamos del miedo al abandono y al rechazo.

Esto se trabaja enseñándoles poco a poco a caminar con consciencia y con tranquilidad en la medida que uno pueda, porque esto no va de pelearse con el mundo, sino que va de que poco a poco, en la medida que puedas, trabajar la conexión  interna y la autonomía para que sean capaces de decir porque los demás lo hayan hecho no significa que yo sea peor.

Somos nosotras las primeras, como familias, que estamos induciendo esa carrera. A ver quién es el más alto, el más guapo, el más inteligente, el que saca mejores notas, el que mete más goles,  y luego queremos que ellos sean pausados. Pues esto no funciona así.

Pregunta: Hay mucha preocupación y muchas preguntas en BBK Family sobre que con 12,13 años están entrando en la genitalidad y no les vemos preparados y preparadas.

Respuesta P.H.: Si yo funciono con consciencia a los 12 o 13 años, no entro en la genitalidad. Sí, porque no voy a tener relaciones antes de lo que quiera y de lo que me haga sentir bien, por mucho que los demás me digan. Pero para eso tengo que poder sentir que no quiero y defender eso y proteger eso contra lo demás. Entonces, lo que sí es importante de tu pregunta es que hay dos tipos de edad. Niños que yo creo que es importante diferenciarlos, en los que hay un daño que tiene que ver con la confusión respecto a quién soy, respecto a lo que es normal o no, a si me gusta una cosa o la otra. Y hay un daño que no es estrictamente daño, pero que genera mucha angustia. Entonces tenemos una serie de cuadros hoy en día en los chicos y las chicas que tiene que ver con angustia que les desborda, con la ansiedad.

A la angustia normal adolescente, le hemos metido la angustia producida por todo esto que estamos hablando. Eso, si se reconduce, no deja daño permanente, simplemente te hace más difícil la adolescencia.

Luego hay otro tipo de daños, como tener experiencias de violencia en el ámbito de la sexualidad, en la que acabas teniendo una experiencia traumática, y eso conlleva una serie de daños que requieren intervención terapéutica. Por eso digo que los límites protectores básicos son para impedir lo segundo. Lo primero es difícil que se lo podamos impedir. Lo que tenemos que hacer es estar presentes para ayudarles a bajar de esa angustia.

Yo creo que por eso hablamos de vincular la afectividad, la sexualidad, la diversidad y la protección, porque vamos a tratar de impedir o de disminuir todo lo que podamos las experiencias de violencia vinculadas a la sexualidad. Pero por otro lado, démonos cuenta de que hay todo un camino para hacer que tiene que ver con facilitarles este proceso de conexión interna, que es el que les va a permitir cuando llegue la angustia, decir: “estoy angustiado”,  y pedir ayuda y no decidir nada en ese momento.

Pregunta: En eso que hablas de honestidad, una madre que ha sufrido abuso, ¿a qué edad crees que se puede hablar de eso? Porque si son muy pequeños, también puedes introducir miedo.

Respuesta P.H.: Es una pregunta súper pertinente. Hay una regla en la vida importante, que es que nadie hace una pregunta hasta que no está preparado para oír la respuesta. En consulta, la gente puede tener temas que tú sabes que tienen y no hablan de ellos hasta que no están preparados. Entonces hay una regla en general en la crianza que es contestar las preguntas que te hagan cuando te las hagan. O sea, generar un clima en el que ellos puedan preguntar por lo que sea, y sepan que no es un problema. Cuando se habla del abuso, ¿una persona que ha sido víctima de abuso en la infancia tiene que contárselo a sus hijos/as? Sin duda.

Pregunta: ¿Cómo lo sacas?

Respuesta: Hay una formulación muy fácil, muy limpia, que es: “a mí me hicieron daño”. Tienes que saber que yo cuando te hablo, te hablo porque a mí me hicieron daño. No tienes que saber ni quién, ni cuándo, ni cómo, ni de qué manera, porque no hace falta. Pero desde el principio yo te puedo hablar de que hay gente que hace bien y gente que hace daño, porque a mí me hicieron daño cuando yo era pequeña y yo lo pasé muy mal. Y le cuentas cuál fue la experiencia. Porque lo que importa del abuso no es contar lo que pasó, sino lo que significó eso que pasó para ti.

El problema es que mucha gente que ha sido víctima de abuso no ha hablado de ello con nadie. Si no hablas nunca del abuso, no puedes hablar con tus hijos del abuso, hay cosas de ti que no se entienden sin ese dato. Y hay reacciones que tienes, miedos, cosas que te pasan, que tus hijos tienen que entender que no es una cosa suya, sino que es una cosa tuya y que tiene que ver con tu experiencia, porque tratas de darles pautas para que no les hagan daño a ellos, para que no tengan que pasar por la misma experiencia. Entonces tú fórmulas que te hicieron daño, hablas de tu experiencia afectiva desde el principio, porque además esto con tres, cuatro o cinco años lo puedes contar perfectamente. Están los cuentos, que no hablan necesariamente abuso sexual, pero sí de que hay gente que hace daño. Y luego, conforme él o ella vaya preguntando a lo largo de la vida, le vas contestando, porque te irá preguntando conforme esté preparado/a para oír la respuesta.

Pregunta: Mi pregunta va dirigida desde la perspectiva de docencia, no como madre, pero sí que me interesan estas charlas porque siento que vuestros hijos e hijas pasan muchísimas horas al día en nuestras manos y creo que el rol que cumplimos nosotros es como de tercera madre, sin faltar al respeto.

A veces, hay conversaciones que desde el miedo o desde no voy a saber hacerlo bien se nos presentan y mi pregunta es si cuando me preguntan sobre sexualidad o cualquier tema de este tipo, si debo contestar o no. Porque a veces, no sé si en su familia hablan de estas cosas, o si lo voy a explicar de manera que no encaje con lo que piensa esa familia…, pero tampoco quiero eludir el tema.

Respuesta: Si hay una pregunta, siempre tiene que haber una respuesta. Y esa respuesta tiene que ser honesta. No hay excepción a esto. Cuéntale a la familia que ha preguntado.  Para que si ellos quieren contestar también puedan hacerlo, pero puedan hacerlo con conocimiento de causa. Eso sí, nunca tengas conversaciones que sean sobre el ámbito de la genitalidad en un espacio público, si es sobre una experiencia concreta suya llévales a un espacio privado, porque esto pasa mucho, cuando tú haces una charla de educación afectivo sexual hay revelaciones de abuso, por eso la gente no quiere meter la educación afectivo sexual en la escuela, porque a los directores y a los directores les da miedo, porque de repente parece que en nuestro cole hay mucho abuso, porque las cifras que aparecen en los estudios se están incrementando, y no porque haya más, sino porque lo estamos haciendo mejor.

Aquí tienes la presentación que utilizó Pepa Horno.

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Te recordamos que puedes hacer el curso online y gratuito a tu ritmo cuando y donde quieras sobre Educación afectivo-sexual impartido por la psicóloga y sexóloga Martha Ubieta. Más información e inscripciones aquí.

Charla completa de Pepa Horno (comienza en el minuto 7)

Todavía quedan plazas para el taller gratuito de la psicóloga y sexóloga Martha Ubieta que impartirá el próximo 31 de mayo. Más información e inscripciones aquí:

Family Lab Educación afectivo-sexual:Taller de dos días

Posteriormente a la charla de Pepa Horno, tuvieron lugar diferentes talleres sobre sexualidad impartidos por la psicóloga y sexóloga Martha Ubieta (Psicosexualidad de 0 a 6 años), el sexólogo Gaizka Tobar (Primeros encuentros eróticos) e Izaskun Aranbarri (Entendiendo la identidad sexual para explicársela a mi hijo/a/e). Te dejamos aquí un resumen:

“En realidad no existe ese momento-charla sobre sexualidad”

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