La comunicación entre personas nunca es fácil. Y cuando se trata de entendernos con nuestros hijos la cosa también puede ser complicada. Cuando son pequeñas porque son demasiado pequeñas y cuando son adolescentes… cuando son adolescentes parece ¡misión imposible!
¿Cómo hablar con ellos si no quieren? ¿Cómo hacerlo sin acabar en una discusión? ¿Realmente nos escuchan alguna vez? Hace un tiempo se publicaron los resultados de una investigación de la Universidad de Stanford concluyendo que a partir de los 13 años las adolescentes desconectan de la voz materna, centrándose en la de sus iguales o personas desconocidas. Desde el punto de vista evolutivo, tiene su sentido. Están en la edad de ir separándose de las madres, apoyarse en amigos, abrirse al mundo y conocer gente nueva.
De hecho, la crisis que vive un adolescente hace que su mundo emocional sea muy intenso y cambiante. Su atención, su tiempo y su afectividad se centran en sus amigos, su cuerpo o la tecnología. Además, trata en entrar en el mundo adulto autoafirmando su valía. Algunas veces, oponiéndose o ignorando a sus padres y lo que venga de ellos (normas, consejos, conversaciones, modelos de vida…)
En este artículo vamos a reflexionar sobre qué tipos de comunicaciones podemos tener con ellas y qué nos puede ayudar.
El momento del “anecdoteo social” y apertura a sus intereses
Según algunas personas expertas, el 75% de las conversaciones con nuestras hijas adolescentes debería tratar temas ligeros (sin ponerse “intensas”) Dentro de estas temáticas: las anécdotas sociales generales o de su red, sus aficiones, sus intereses… Son contenidos para momentos como la llegada de clase, las comidas, los viajes, las esperas…
A veces, seguir el hilo de lo que ocurre en un nuevo videojuego, lo que dice su youtuber preferida, cómo va la Liga de Baloncesto o cómo se mueven en clase los grupos nos puede parecer arduo o aburrido. Y, siendo así, es importante que tratemos de escuchar y conectar de verdad. Podemos ser honestas diciendo “No me aclaro del todo con lo que me cuentas y a veces me pierdo un poco; tú sigue contando que yo te escucho y te iré preguntando…”
A veces, comienzan ellos este tipo de conversaciones y, otras veces, podemos proponerlas. Por ejemplo:
- Preguntando por alguna cuestión en concreto (“Oye, ¿cómo va el lío aquel que me comentaste que …?”/“He visto que has empezado a jugar a algo nuevo …”/“Me han dicho que esta jugadora se ha lesionado…”/”Se ha debido montar una con la canción que ha hecho ….”)
- Haciendo preguntas abiertas sin que parezca un interrogatorio o usando fórmulas más cercanas. En lugar de preguntar: “¿Qué tal te ha ido en el instituto?” podemos usar: “¿Qué ha pasado hoy gracioso en clase? /¿Cuál ha sido tu momento favorito hoy en el entrenamiento?/¿Qué ha sido lo peor de la tarde?”
El momento de recoger angustias
Uno de los momentos en que nuestro hijo adolescente quiere comunicarse con nosotras es cuando tiene cierta “angustia”. Puede que el motivo de esta angustia nos parezca intranscendente o que no es para tanto (desde nuestro punto de vista adulto) También puede ocurrir que elijan el momento más inoportuno para hablar de ello. (cuando nos estamos lavando los dientes antes de ir a la cama, cuando vamos a salir al trabajo con prisas, cuando estamos agotadas …)
En estos casos, es interesante:
- Recordar nuestra adolescencia y ponernos en sus “botas”. Lo que ahora nos puede parecer una nadería, para una adolescente puede ser el fin del mundo y hay que escuchar y recoger su malestar.
- Salvo que tengamos realmente la necesidad imperiosa de aplazar la conversación, dejemos lo que tengamos entre manos y escuchemos. (porque son oportunidades que no se repiten mucho y las adolescentes no son capaces de aplazar y gestionar la angustia por sí solas con tanta facilidad)
- Hacer una buena fase de Una escucha sin interrumpir para dar consejos, soluciones o juicios de valor. Una escucha atenta, empática y paciente. En la que podremos usar algunas “palabras llave” para invitar a que cuente, para recoger y validar sus emociones y bajar la intensidad de la angustia. Por ejemplo: “¡Qué me dices!, ¡Ajá!, ¡Vaya! ¿Qué más? ¿Y qué pasó al principio? ¿Y qué paso luego? ¿Y dices que no sabías que hacer? ¡Claro, debiste agobiarte mucho…!, ¿Y dices que te dijo eso delante de todas? Joee …”
- Valorar si es necesario invitar a un proceso de reflexión sobre el tema y si es el momento de hacerlo A veces, solo quieren bajar la angustia contando sin más y hay que dejar la reflexión para el día siguiente u otro momento. De hecho, a veces buscan momentos “inoportunos” para contarlo para que no haya mucho tiempo o energía y no se “entre” al contenido que hay detrás.
Si vemos la opción de propiciar una reflexión (en el momento, al día siguiente o cuando sea) será necesario hacerlo también de forma adecuada. Se trataría de ayudarles a pensar de forma crítica sobre aquello que les puede inquietar:
- validando sus emociones de nuevo.
- dando cierta información de ayuda.
- animándolas a buscar soluciones o alternativas.
- facilitando que se den cuenta de sus capacidades.
Preguntas y comentarios que dan lugar al diálogo
Podríamos probar con frases de este tipo: “Oye, sobre lo que me has contado, me he quedado pensando … ¡Qué agobiada has debido estar cuando Elena te ha invitado a fumar y no has sabido qué hacer! Le has dado una “calada”, te ha dado asco, no te ha gustado y has sido capaz de decir que no querías más. Dices que no quieres fumar cuando te invitan, pero que te da cosa decir que no. Es que es muy difícil decir que no a una amiga. Es verdad que es difícil … ¿Tú que piensas del tabaco? ¿Qué recuerdas de lo que os explicaron del tabaco? Realmente provoca un montón de cosas que dan asco. ¿Qué piensas de que alguien se ponga pesada para que hagas algo que no quieres? Acuérdate de alguna otra vez que has dicho no a otras cosas. ¿Cuándo fue? Tuviste mucha valentía. ¿Qué se te ocurre que puedes hacer la próxima vez que …?) Estas preguntas y comentarios son posibles cuestiones a abordar. No tendríamos que hacer todas y de sopetón porque seguramente huirían en desbandada. Podríamos ir introduciendo algunas, intercalándolas con sus comentarios, dando a conocer algo de información, haciendo alguna sugerencia, contando alguna experiencia propia que ayude…pero siempre dentro de la reflexión que puedan hacer ellas. Todo ello sin que aparezca un interrogatorio o una clase magistral.
En este ejemplo del tabaco, puede que nuestra hija diga no la próxima vez que le inviten a fumar o puede que diga sí por la presión social, como “entrada” al mundo adulto o por buscar el desafío de lo “prohibido”. Pero seguro que será un poco diferente si hemos recogido su angustia y hemos logrado hacer un proceso de reflexión previo. Además, sentirá que estamos disponibles sin prejuzgar o “sermonear” y estará abierta a contarnos cosas en próximas ocasiones.
El momento de los “COMUNICADOS OFICIALES”
Cuando hemos de dar una información de alguna cuestión organizativa o explicativa de la vida familiar o comunitaria es interesante hacerlo como si fuese un comunicado oficial: breve y objetivo. Por ejemplo: “Hoy llegaré tarde. Acuérdate de coger las llaves.”
Si se lo decimos mientras están concentradas pintando, leyendo o viendo la tele no se van a enterar. Así que, o esperamos a que dejen lo que están haciendo o nos aseguramos de que hacen una parada en boxes para escucharnos. Muchas veces, para que nos hagan caso, nos dan ganas de apagar la tele, quitarles la pintura de la mano o entrar en un sermón: “Es que no me haces ni caso. Que cojas las llaves, que siempre se te olvidan …mira el otro día la que montaste por no acordarte …es que eres un despistado… no sé yo si te acordarás…” Y de ahí recibimos ignorancia o se arma un jaleo importante.
A veces, funciona usar una frase o señal acordada para asegurar la escucha. Puede ser: “parada en boxes”, “anuncio oficial”, “tierra llamando a… “, hacer algún sonido especial, un estímulo visual …
Es probable que tengan cierta actitud pasiva ante nuestros anuncios y nos digan: “Que sí, pesada” Es difícil pero intentemos no enfadarnos y darles la información. Podemos incluir la fórmula asertiva: “Me siento preocupada porque te vayas sin llaves. Necesito que te acuerdes de cogerlas y así podrás entrar en casa. ¿Qué vas a hacer para acordarte?”
El momento de aprovechar ventanas o LANZAR GLOBOS SONDA
Más allá de los momentos de “recogida de angustia” en los que a veces se abordan temas más profundos, pueden aparecer ventanas insospechadas para hablar de ciertos temas con fondo y/o para lanzar globos sonda sobre identidad, drogas, sexo, futuro, estudios …
Quizás llevando a tu hijo al entrenamiento hagas algún comentario de tu abuela y él se abra a querer conocer más sobre el árbol genealógico de la familia y la identidad familiar… Quizás en la tele salga algún comentario sobre “hacerse una paja” y se pueda soltar un globo sonda sobre masturbación, sexo, sexualidad. “¿A qué te suena eso a ti? ¿Qué sabes de ello? ¿Qué te gustaría saber? Pues cuando …”
En estos casos, es importante “tirar del hilo” pero siempre que estén dispuestas o hasta donde estén dispuestas. Porque si nos ponemos pesadas, forzamos la situación o hablamos como una enciclopedia…la conversación se puede acabar y quizás no se abran tan fácilmente ventanas o acepten globos sonda en próximas ocasiones.
¿Y la comunicación cuando se trata de GESTIONAR LA DISCIPLINA?
La comunicación en torno a la disciplina será más fácil en la medida en que entendamos cuál es nuestro cometido en este sentido durante la adolescencia, tengamos un modelo de disciplina positiva, usemos una comunicación no violenta y manejemos recursos de flexibilidad emocional.
Durante la adolescencia, tenemos que seguir estableciendo algunas líneas rojas pero tenemos que ir dando vía libre a que ellas puedan decidir algunas cosas (y puede que se equivoquen y aprenden desde ahí) Y hay algo que coge mucha relevancia y es la negociación o llegada a acuerdos.
En cualquier caso, en la medida en que sientan que les queremos, que no queremos entrar en batallas, que tenemos cierta calma, que pueden decidir o negociar ciertas cosas, que resaltamos sus capacidades y no sólo sus errores, que confiamos en ellos y nos abrimos a soluciones…la comunicación puede ir mejor. O relativamente mejor. Por ejemplo:
- En lugar de decir: “Dúchate ya que hueles fatal”, podemos decir “¿Vas a ducharte antes de cenar o después? Decídelo para guardarte ese tiempo.”
- En lugar de decir: “¡Qué desastre eres! Te has manchado toda la ropa y ahora me tocará frotar a mí las manchas…”, podemos decir “Te has manchado la ropa. ¿Qué has de hacer ahora con ella? ¿Qué puedes hacer la próxima vez para tenerla más limpia? La semana pasada trajiste la ropa muy limpia. ¿Cómo lo lograste? Confío en que la próxima vez tendrás más cuidado. ¿Cómo lo conseguirás?”
- En vez de: “Apaga ya la música, leñes, que me taladra el cerebro”, podemos decir “La música está muy alta para mí. Entiendo que a ti te gusta de esta manera. A mí me molesta y me siento mal. Necesito que la bajes o la quites. ¿Qué prefieres hacer?”
- Podemos cambiar: “Eres muy ordenado para algunas cosas pero en los estudios eres un desordenado”, por: “Eres muy ordenado en varias cosas y confío en que en los estudios también mejorarás la forma en que te organizas. ¿Cómo puedes lograrlo?”
- En lugar de decir: “Es que me sacas de quicio” y explotar, podemos plantear: “Me estoy poniendo demasiado enfadada. Voy a salir un rato a calmarme y vuelvo. // “Vamos a calmarnos y volvemos a empezar la conversación…”
- En vez de “Nunca haces lo que te digo” podemos usar “Me gustaría que tuvieras en cuenta lo que te digo” (Las palabras “nunca”, “siempre” y “no” son palabras “oscuras” dentro de la comunicación eficaz y hemos de evitarlas o sustituirlas por otras construcciones)
Para acabar, una pregunta con trampa: “¿Qué diferencia a un padre (con hijo adolescente) que se acuesta desanimado, insatisfecho y culpable por lo vivido en la crianza ese día con un padre (con hijo adolescente también) que se acuesta más tranquilo?”
Podríamos pensar que el primero tiene un hijo “fácil de llevar” o que no tiene conflictos con él y el segundo, lo contrario. Puede ser así. Puede ser también que ambos tengan un hijo adolescente similar pero, en el primer caso, el padre cuente con algunas habilidades para afrontar los conflictos sin usar fórmulas que faltan el respeto o restan el afecto. Esas habilidades como madres y padres las hemos de ir entrenando porque no nacemos con ellas o no son tan fáciles de poner en marcha. Y para ello, es necesario poder pedir ayuda a nuestra red afectiva, a personas, recursos que nos puedan orientar en ello.
En este sentido BBKFAMILY quiere aportar recursos de ayuda a las familias para entrenar esas habilidades, ya sea a través de formación online, podcasts, vídeos y el servicio de asesoramiento online a la crianza. Porque las habilidades de crianza también se entrenan como en un gimnasio.
Begoña Ruiz, pisóloga
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