Cómo lidiar con la adolescencia y los primeros consumos de drogas

La llegada de la adolescencia es una etapa muy temida para padres y madres en el transcurso de la crianza. Es la fase que marca el comienzo de la transición a la edad adulta, pero sobre todo es la etapa de criticar a los adultos de forma radical, desafiante y constante.

En torno a los 12 años y hasta alrededor de los 19, la adolescencia va marcando una serie de cambios fisiológicos y psicológicos que definen su carácter. La familia, la escuela y la realidad del entorno irán definiendo la identidad y la esencia y se irá constituyendo su personalidad que le transportará a la vida adulta.

Lo que antes le gustaba ahora le da asco: la comida apesta, su habitación no es lo suficientemente cómoda, el móvil no es el mejor que hay en el mercado etc. Comienza a verbalizar que, no le dejan salir lo normal, que los padres de sus amigos son más modernos y que los propios lo están haciendo todo para fastidiarle.

En ocasiones, cuando la adolescencia es demasiado crítica o incluso patológica, la convivencia se torna insostenible y las familias sufren dolorosos quebraderos psicológicos y emocionales para superar esta difícil fase. Si las conductas son demasiados límites, aparecen trastornos del comportamiento o conductas desafiantes demasiado extremas, es hora de pedir ayuda.

Sin embargo, una adolescencia normal también puede asustar y confundir a unos progenitores que comienzan a ver como su hijo o hija empieza a tener contactos con las drogas, las primeras experiencias sexuales o que manifiestan conductas de riesgo que se escapan del control de la familia.

Es necesario:

  • Poner límites:Las normas y los límites deben ser claros y eficaces. No conviene que existan demasiadas normas y luego no se cumplan. Más vale poco pero importante que muchas y poco claras: tareas domésticas, gastos, ocio, salidas nocturnas, horarios, etc. Hay que establecer un código normativo flexible pero que debe cumplirse. Los castigos han de ser cortos, intensos e inmediatos y, sobre todo, debemos elogiar el esfuerzo y premiar las conductas positivas para reforzarlas.
  • Enseñarles a frustrarse, a aburrirse y que no todo llega de inmediato es fundamental. La juventud de hoy vive pegada al móvil, a las redes sociales e internet y están acostumbrados a la inmediatez de la comunicación de los “likes”, a recibir una estimulación rápida y constante a través de los artilugios tecnológicos. La tolerancia a la frustración es la gran asignatura pendiente de la juventud que no tolera el aburrimiento y en general, tienen dificultades para parar y no estar constantemente estimulados.
  • Debemos tratar de ser consistentes y consecuentes. Si establecemos una norma importante hay que cumplirla y si no se cumple debe haber consecuencias. Es fundamental predicar con el ejemplo. Ej.; Pedirles que no estén todo el día con el móvil cuando las personas adultas que les rodean también lo hacen, pedirles que no estén todo el día con las pantallas o que no hagan tal o cual cosa y luego dejarles sin supervisión es inconsistencia y trae malos resultados.

Es importante:

  • No juzgar precipitadamente sin antes recabar toda la información o escuchar su versión.
  • Elogiar el esfuerzo; no solo el éxito.
  • Mostrar interés por lo que hace lo que le gusta y utilizar frases positivas en torno a ello.
  • No sermonear. Evitar caer en los sermones típicos y recurrentes.  No pretendamos saberlo todo o dar demasiados consejos.
  • No reírnos, burlarnos o ridiculizar su forma de pensar, vestir, comer, salir, etc.
  • No tomarnos sus problemas a la ligera: para ellos y ellas sus problemas lo son todo. Debemos ayudarles a reflexionar y afrontar sus dificultades dejando que decidan y asuman las consecuencias de sus actos.
  • Ayudarles a que tengan un espacio propio y personalizado, pero abierto al ámbito familiar.
  • No pensar que nuestros hijos e hijas no pueden tener problemas de drogas, alimentación, gastos, sexuales, agresividad, relación social, juego patológico etc. Mirar hacia otro lado, no nos ayudará.
  • Evitar infantilizar y educar como si fueran “Críos” hasta que tienen edad para salir de casa. Es necesario fomentar la autonomía y enseñar a gestionarse económica y emocionalmente cuanto antes. El objetivo es crear individuos independientes y autónomos, no adultos infantiles y dependientes.

Es fundamental:

  • Lo más importante de todo es, sin duda, quererlos sin condiciones, no chantajear con los afectos, que nunca piensen que nuestro amor está en juego, sino que es incondicional. Esto les ayudará a ser felices y a convertirse en personas sanas.

¿Y cuando aparecen las drogas qué?

Por otro lado, la adolescencia es la etapa en la que se dan las primeras experiencias con las drogas y esto es una de las cosas que más preocupación despierta en las familias.

La mayoría de los y las jóvenes, al ir madurando, asumiendo responsabilidades y planes de futuro se alejan de los comportamientos de riesgo y evolucionan sin problemas significativos, sin embargo, otros, ahondan en ellos, lo que puede tener consecuencias en la vida e impactar negativamente en el desarrollo personal.

Las primeras experiencias con las drogas suelen venir de la mano de los rituales de cuadrilla. Para los y las adolescentes el grupo es lo más importante y tienen una imperante necesidad de pertenecer para sentir protección. En este contexto, empiezan a probar sustancias que en mayor o menor medida les sirven para divertirse, socializar y transgredir.

El tabaco y el alcohol son las drogas más consumidas entre la gente joven, seguido del cannabis cuyo consumo cada vez está más extendido de manera habitual. En menor medida, aparecen consumos de sustancias estimulantes y poli consumos de drogas que, aunque son menos populares, también están presentes en algunos ambientes.

Algunas claves para afrontar los riesgos:

  • Mantener una actitud abierta y comunicativa con respecto a las drogas. La opinión formada es más interesante que insistir en que ya lo sabemos todo y que las drogas son malas y punto. Los discursos retóricos y rígidos sobre las drogas nos alejan y eso les desprotege.
  • Los hijos e hijas no esperan que sus familiares sean sus amigos, necesitan normas, límites y figuras de autoridad que les orienten. Por tanto, no beneficia a nadie hacerse el “enrollado” y ponerse a tomar drogas con un adolescente para normalizar situaciones de riesgo.
  • Evaluar lo que está pasando. Ni minimizar la cuestión ni ponerse a dramatizar o actuar como si fuera un” yonqui”. Lo primero es dejar que se exprese y ver qué conocimientos tiene de lo que hace, qué espera de los consumos, como los hace, con quién, con qué frecuencia, que información maneja… es conveniente tratar de comunicarnos sin actuar como policías o detectives, pero obteniendo la información necesaria para hacernos una idea de los riesgos que está asumiendo y poder influirle. Para esto, hemos tenido que sentar unas bases sólidas, basadas en la comunicación abierta y afectuosa, previamente. Es importante, ser cercanos, que sepa que cuenta con su familia para poder hablar, aunque no lo haga.
  • A su vez, establecer normas y limitar las conductas de riesgo para que no se conviertan en problemáticas: los horarios, el dinero y la vida social tienen límites. Los y las adolescentes que no tienen supervisión y no encuentran límites, en general, se sienten menos queridos.
  • El absentismo escolar, el fracaso, la desmotivación o incluso el desinterés hacia lo académico es uno de los factores de riesgo más importantes. Es muy importante que se sientan útiles y que vean que avanzan en sus propios proyectos. Es bueno que les apoyemos en sus decisiones a la par que les valoramos el esfuerzo y no solo los resultados.
  • Realizar deportes o tener pasiones fuera de lo estrictamente escolar es uno de los factores de protección en lo que respecta al consumo de drogas más importantes. Fomentar actividades extraescolares que se puedan convertir en hábitos de vida saludables es vital.
  • La precocidad en el inicio del consumo de drogas es un factor que agrava el diagnóstico. Cuanto antes se empieza, más graves son las consecuencias, por tanto, conviene retrasarlo: transmitir la idea de que no hay prisa y que hay tiempo para todo.

Si el ambiente familiar es afectivo, la comunicación positiva, y además se ofrece reconocimiento y aceptación del o la menor las drogas no vendrán para quedarse. O al menos, no causarán problemas serios.

Sin duda, el factor de protección más importante para un o una adolescente es estar rodeado de adultos competentes.

Iragartze Garai Landaluze. Psicóloga Clínica de la Fundación Etorkintza

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Mariñe Soto y Jorge Madariaga nos hablan de la adolescencia.

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