“Si les gusto, debo de ser alguien que merece la pena”

La adolescencia implica pasar pantalla. Dejar la niñez, la protección, las responsabilidades más pequeñas, el abrigo más cercano o directo de la familia para entrar en otra fase muy estimulante, novedosa, en la que se viven múltiples experiencias y con la oportunidad de que cada adolescente se vaya definiendo en quién es, cómo es, cómo quiere vivir, cuáles son sus prioridades en la vida y qué otras personas tendrán un papel protagonista en ella.

Y esto último será esencial. Si imaginamos que cada adolescente tiene que emprender un camino hacia una vida más autónoma, esto debe de dar miedo a ratos. A la vez que la excitación por sentirse mayores, también surgen miedos: ¿seré capaz, seré suficiente, conseguiré lo que quiero? Y ante estos temores (muchas veces no conscientes, sólo intuidos por cada chico y chica, pero provocadores de sensaciones de agitación) el grupo de iguales será fundamental. De alguna manera, es como si juntarse con otros y otras adolescentes que tienen que transitar experiencias parecidas sirviera para que se sientan más protegidos, más seguras, con una red en la que poder apoyarse, orientarse, compartir y tener como referencia. Y es una buena idea, porque las aventuras compartidas suelen sentar bien y convertirse en persona adulta autónoma constituye toda una aventura.

Buscarán validación en sus iguales

Así, las chicas y los chicos adolescentes buscarán en su grupo un espacio en el que cubrir muchas necesidades cruciales en este momento evolutivo. Buscarán la seguridad: esa sensación de estar con otros iguales sintiendo que pueden confiar, que no los dañarán, con los que sentirse seguras, seguros incluso cuando se muestren vulnerables. Buscarán validación: esa respuesta de “vale, amiga, si tú vives eso así, es importante y te entiendo” ante una confidencia. Escogerán personas con las que poder autodefinirse: expresar quiénes son, sus preferencias, sus elecciones, sus deseos… y recibir respeto y apoyo como respuesta. Necesitarán hacer impacto: sentir que lo que les pasa, lo que proponen, lo que opinan… consigue la atención de sus iguales significativos; que cuando expresan algo, su gente se para y lo tiene en cuenta “¡eh, vamos, nuestro amigo tiene algo que contarnos. Le ha pasado algo y nos necesita. Vayamos!” Y, por último, el grupo (los grupos) será el espacio en que compartir experiencias, estar con personas que pueden entenderles porque están viviendo situaciones parecidas así que pueden ponerse en su piel; “comprendo cómo estás, yo también me siento así muchas veces” puede ser un bálsamo para un adolescente preocupado.

Además, los amigos y las amigas más cercanas, las compañeras de clase, los compañeros de actividad (académica, deportiva, artística…), el colectivo adolescente en el que están inmersos en su comunidad también funcionarán como espejos en los que mirarse. Un adolescente se mira en los ojos de otro adolescente y aquello que ve en su mirada, lo entenderá como un reflejo de quién es él o ella. Si una chica ve que sus amigas sonríen cuando ella se acerca, concluirá que les gusta verla, que la aprecian, que se sienten bien con ella… con lo que podrá entender que “si les gusto, soy alguien que merece la pena”. Si un adolescente ve crítica, indiferencia, burla… en los iguales con los que se relaciona puede experimentar que “si se ríen de mí debo de ser ridículo; si no me llaman, será que no soy atractivo”.

Crearán una identidad basada en el aprecio hacia sí mismas

Y van recopilando estas miradas de sus iguales, a lo largo del tiempo y en los diferentes ámbitos de su vida. Cuando lo que han recibido de su familia y personas significativas en su infancia y lo que perciben de otros y otras adolescentes es mayoritariamente positivo, crearán una identidad basada en el aprecio hacia sí mismas. Desarrollarán una base de seguridad interna que se reflejará en una autoestima saludable con la que podrán expresar “mucha gente me quiere, a mí yo me gusto. Hay cosas que se me dan muy bien y otras no tanto, y eso está bien. No soy perfecta y no hace falta”.

Cuando desde esta seguridad viven experiencias de rechazo o de crítica por parte de otros iguales, es más probable que lo interpreten como algo específico, puntual y sin que ponga en duda toda su persona: “con esta gente no he encajado, no les he gustado; esto no me ha salido bien pero yo sigo siendo valioso”.

Por el contrario, adolescentes que no hayan tenido suficiente valoración previa, que no hayan recibido el reconocimiento y el aprecio suficientes o que hayan vivido muchas situaciones de crítica y cuestionamiento, probablemente acepten como verdades absolutas sobre sí las miradas de rechazo de sus iguales. “Si me humillan, yo debo de ser una mierda”.

Cada adolescente se maneja de una manera diferente

Todas las chicas y todos los chicos adolescentes necesitan un grupo (¡varios grupos!) en los que satisfacer las necesidades arriba descritas, y en el que recibir miradas apreciativas que les permitan desarrollar una identidad saludable. Todos y todas, absolutamente. Pero ante estas necesidades, cada adolescente se maneja de una manera diferente.

Algunas, algunos, establecen relaciones saludables de interdependencia y reciprocidad en las que comparten experiencias gratificantes con sus iguales, expresan su apoyo y aprecio hacia sus amigos y reciben de estos esta misma aceptación y calidez. “Nos caemos bien, estamos los unos por las otras, confiamos y nuestra vida es mejor porque nos tenemos”. La dinámica de la relación es saludable y equilibrada.

Otros adolescentes, desde la inseguridad y la duda sobre el impacto que provocan en sus amigas y amigos pero con la necesidad de recibir aprobación, pueden mostrar un funcionamiento más agitado y tratar de destacar. Pueden tener comportamientos con los que buscan llamar la atención, recibirla, sentirse importantes, incluso quedar por encima de las otras personas como una manera de asegurar su valía. Pero muy probablemente, las demás personas acabarán distanciándose con lo que su necesidad de aceptación aumenta y sus creencias sobre “no gusto” se refuerzan.

No me apreciarán, se reirán de mí, no les gustaré

Y por último, también nos encontramos con adolescentes que, teniendo estos mismos anhelos de relación, se aíslan y tienden a la soledad. ¿Por qué? porque puede que vivan con lo que para ellas y ellos es una certeza: “no me apreciarán, se reirán de mí, no les gustaré” y ante esta conclusión, esconderse silenciosamente dentro de sí mismos, de sí mismas es un mecanismo de protección que puede ser de un grado más leve o acercarse a la fobia social.

Teniendo en cuenta lo significativo de todo esto ¿qué podemos hacer las familias, las personas adultas que tenemos adolescentes cerca?

Empecemos desde antes: transmitamos a los niños y niñas que los queremos, que nos gustan, que apreciamos pasar tiempo con ellos y ellas, para que desarrollen creencias en positivo sobre sí mismas.

Creemos posibilidades para que se integren en distintos grupos. Propiciemos desde la infancia y en la adolescencia espacios donde puedan recibir miradas valorativas de sus iguales. Miradas valorativas, muchas y variadas, de personas y grupos diferentes. Cuantas más mejor.

Si viven experiencias de rechazo o crítica, ayudémosles a distinguir: ¿de qué eres responsable, en qué has podido equivocarte? Si ha sido así, eso habla de algo que tú has hecho y no de quién eres en toda tu generalidad. Si no has hecho nada equivocado, puede que este grupo y tú no encajéis; eso ocurre muchas veces y no habla mal de ti sino de las diferencias entre las personas.

En definitiva, establezcamos con ellos y con ellas el tipo de relación que nos gustaría que construyeran después. Es en la familia, en gran parte, donde van a aprender a relacionarse y a vincularse y después “exportan” lo aprendido a otros contextos.

Los vínculos que establecemos determinan nuestra salud emocional. Ayudemos a las y los adolescentes a sentirse queridas, queridos, para que se quieran mejor a sí mismos.

Yarima Etxeberria Ibáñez. Psicóloga – Psicoterapeuta

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