Entrevistamos a la psicóloga Beatriz Alonso para que nos explique cómo podemos ayudar con los celos a nuestros hijos e hijas. Sabemos que no hay que comparar, que hay que dedicarles un rato a cada hijo o hija, pero ¿esto funciona?
Beatriz, lo que siempre se dice y hemos oído es: no compares a tus hijos e hijas, porque fomenta esa rivalidad entre hermanos. ¿Cuál es tu opinión?
Es una comparación clásica. Lo que ocurre con la comparación es que nunca habrá un vencedor y un vencido. La comparación nunca es una buena opción y siempre es perjudicial para ambos partidos. Por ejemplo, si comparamos a alguien en una situación determinada, intentando hacer una comparación positiva, y le decimos: qué buenas notas has traído, menos mal que no como tu hermano esto provoca dos cosas: por un lado, aumenta la competencia entre ellos y, por otro, a la chica, a la que decimos que ha sacado buenas notas a diferencia de su hermano, le ponemos presión y le asignamos un papel bastante difícil de llevar. Por tanto, esta comparación no es justa para nuestros hijos.
Además, las comparaciones crean un montón de etiquetas, las promueven, y en la consulta vemos a menudo a familias que vienen con hijos con roles totalmente polarizados y radicalmente opuestos. Parece que, de alguna manera, concluyen: «Si usted ya ha asumido el papel de persona responsable de la casa, yo tendré que asumir exactamente lo contrario». Esto muchas veces es consecuencia de comparaciones.
Por lo tanto, en lugar de hacer la comparación, es una opción mejor describir lo que vemos, sin más. Si vemos que ha sacado buenas notas, di: Has aprobado el examen, ¡enhorabuena!, o podemos dar las gracias: Gracias por poner la mesa; o recordar lo acordado: Te recuerdo que hoy tienes que poner el lavavajillas, ese era el trato. En cualquier caso, siempre evitando como tu hermano la frase «para bien o para mal», porque la comparación nunca es una buena opción.
A mí, a veces, me plantean el siguiente dilema: ¿Cuál te gusta más: el mío o el de él? ¿Cómo puedo salir de ese nudo?
Suele ser un truco muy bueno traducir la pregunta: ¿Cuál te gusta más a ti? Quiero conocer tu opinión. Cada vez que hacemos preguntas que expresan curiosidad, en niños y niñas que activamos la capacidad de pensar. A menudo, lo que pretenden con estas preguntas tramposas es que usted elija un lado. Debemos evitarlo con una pregunta y mostrando interés por su criterio.
Uno de los momentos más importantes llega cuando, tras tener un solo hijo, llega el segundo o tercer hermano. ¿Qué podemos hacer las familias para ayudar en ese proceso de pasar de un hijo único a compartir espacio con sus hermanos?
Primero tenemos que entender que es un proceso y que requiere tiempo, así que hace falta mucha paciencia, no sólo con este proceso de celos que supone el nacimiento de un hermanito o una hermanita, sino que a menudo las familias acogen personalmente las rabietas del hijo/a adulto/a o los conflictos derivados de este proceso. Por tanto, esa paciencia significa no asumir personalmente estos conflictos, entenderlos como un proceso natural y tener claro que cuando introducimos un nuevo elemento en el sistema, el sistema tiene que hacer una reestructuración que lleva tiempo. Es lo primero que hay que tener en cuenta.
La edad de los niños y niñas también se verá muy afectada. Muchas veces, sobre todo en el caso típico de niños de 3 o 4 años, cuando nace un hermano o una hermana, hay que tener en cuenta que tendremos que dar mucho cariño, mucho tiempo especial porque, en la medida de lo posible, no siempre es posible. Sin embargo, también hay que procurar no dar pasos atrás, es decir, si hay cosas que el niño o la niña ya ha aprendido como vestirse o ponerse zapatos, es interesante mantener estos hábitos. Quizá lo que podemos hacer es prestar más atención, porque a menudo es lo que piensan si me ayuda a atarme los zapatos, me hará caso. En esa situación podemos decirle: ¿necesita ayuda para atarse el zapato? Sé que tú sabes hacerlo, que sabes cerrar al que lleva velcro, pero si quieres, algún día te ayudaré a atar al que tiene cordones. Tratemos de reorientar esa atención que nos piden, que es algo normal en esa época, y tratemos de sacar algo útil de ahí para seguir dando pasos adelante.
¿Cómo podemos preparar a ese hijo o hija que va a tener un hermano o una hermana y va a vivir un cambio de contexto?
Intenta abordar el tema con naturalidad, que vendrá un nuevo bebé. Hay que ser realistas: al principio tendré menos tiempo, me encantaría jugar contigo, pero seguramente, al principio, tendrás que pasar más tiempo con tu padre o con tu madre. Preparar el camino no significa deformar la situación y decir: «¡ Será un Mundial! Esta ilusión que yo siento por el bebé es la que tú también debes sentir. En absoluto. Preparar el camino significa darle ese aire de realidad, porque necesitan ese toque de sinceridad y, según la edad, lo entenderán mejor o peor, pero son bastante rápidos y seguramente comprenderán bien parte de lo que pueda pasar.
Cuando empezamos a recibir visitas en casa con un nuevo bebé, ¿qué podemos hacer para no darle toda la atención y toda la ternura sola?
La clave es intentar preparar un poco el camino de antemano, ya que en ese momento se juntan muchos sentimientos y hormonas y es más difícil actuar de forma racional. Conviene, pues, preparar el camino. En concreto, podemos hablar con padres, tíos, etc. Antes del nacimiento podemos pedirles, por favor, que no atiendan demasiado al bebé, porque el bebé todavía no se da cuenta demasiado y el hermano o hermana adulta, en cambio, se da cuenta mucho más. Es interesante poder intervenir porque, en realidad, muchas veces la familia conoce bien a los aititas, amamas, tíos, tías, cada familia sabe con quién se puede hablar y con quién no. Entonces, ahí viene la idea del metro cuadrado: aunque tú preparas el camino, hablas y pides cosas, si eso no ocurre, tienes que decidir qué vas a hacer. Y decidir lo que vas a hacer puede llevar a medidas como limitar las visitas en momentos puntuales o, en otro momento, hacer más caso a tu hermano o hermana pequeña.
Antes has mencionado no intervenir, no elegir diferencias, permitir que los hermanos se junten, pero supongo que habrá un momento, un límite, entre los celos y otra cosa que es preocupante, que requiere de otro tipo de medidas. ¿Cuál es ese límite?
Este límite dependerá de varios factores, como cuánto tiempo se ha prolongado la situación. Por ejemplo, si ha habido algún cambio en la familia, como un hermanito, y de repente el hermano o hermana mayor está un poco más agresivo, puede que sea cuestión de tiempo. Tardará varios meses, seis, tal vez, en volver a estar entre tres y seis meses como antes. Pero además del tiempo, también hay que tener en cuenta el grado de agresividad o el nivel de conflictos. Claro que aunque la clave o el criterio más adecuado sea no tomar diferencias, en algunos casos, sobre todo en la adolescencia, si un hermano o hermana asume el papel de abusador y agrede al otro hermano o hermana, claro que en estos casos no se puede aceptar esta situación y tenemos que intervenir. En otras situaciones, una persona puede descargar en su hermano o hermana los problemas personales que tiene en la escuela u otras frustraciones de su vida. En este caso también hay que consultar porque, aunque se intente no tomar diferencias, siempre habrá límites, en concreto el de la vigilancia y el respeto, porque no podemos llegar a los casos de violencia extrema. También hay que evitar cronificar, no mantener la situación durante mucho tiempo y muy intensamente. En general, las familias actúan con bastante corrección en estos casos. Cuando llegan a consultarlo es porque se han quedado sin recursos para hacer frente a la situación. A menudo, aunque no se llegue a este punto, hay familias que ven la necesidad de herramientas concretas para no llegar a ese punto de forma preventiva.
La psicóloga Beatriz Alonso nos amplia el tema de los celos en estos vídeos:
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