Durante los primeros años de vida de nuestro hijo podemos encontrarnos con que empieza a morder. Este acto puede darse en diferentes contextos; en casa, en el colegio, en el parque, etc. Es una situación desagradable, que, aún siendo común, debemos dar respuesta y atajar desde el principio. Mostrando nuestra desaprobación con amor, respeto, calma y firmeza. Pero, ¿cómo puedo hacer eso? Por supuesto, ante esta situación, tendemos a preguntarnos muchas cosas. En las próximas líneas trataremos de dar respuestas a alguna de esas dudas.
¿Por qué muerde un niño?
- Por exploración sensorial: con el crecimiento de los dientes va descubriendo nuevas sensaciones que quiere experimentar y sienten el deseo de explorarlas.
- Por dolor: en este mismo sentido, cuando la salida de los dientes les genera dolor, alivian así su tensión y malestar.
- Por cansancio: por ejemplo, cuando no pueden dormir y tienen mucho sueño.
- Expresión emocional: los niños carecen de recursos para expresar lo que sienten, por ello en ocasiones emplean el mordisco como forma de desagrado, ira, frustración, malestar, celos, etc. Aunque ¡ojo! No todas las emociones que sienten tienen que ser desagradables, en ocasiones también expresan así la alegría, el amor o la ilusión.
- Comunicación: la falta del lenguaje, hace que busquen diferentes maneras de comunicarse. Por ejemplo, cuando el niño quiere algo y no sabe cómo pedirlo.
- Llamada de atención: bien porque quieren nuestra atención o porque han aprendido que mordiendo la obtienen.
- Por imitación: en ocasiones ven a otro niño que de esta manera se expresa e imitan esa forma, sobre todo cuando ese niño ha sido reforzado por ese acto. La imitación es la herramienta más básica del aprendizaje.
¿Qué debo evitar hacer?
- Amenazar: tenemos que tratar de evitar frases que esconden amenazas “si me muerdes te voy a tener que morder yo”, “si muerdes no te va a querer nadie y no vas a tener amigos”, etc.
- Humillar: a veces no saber qué decir, nos lleva a errar con nuestras palabras y acabar humillando al niño. “Ves que eres malo”, “pareces un niño pequeño”, etc.
- Aislarle: un niño necesita acompañamiento, comprensión y entender lo que le ha pasado, no necesita estar sólo o ir al “rincón de pensar”.
- Invalidarle emocionalmente: evitar decir frases como; “qué feo estás enfadado”, “no te pongas nervioso” o “hasta que no te calmes no te hago caso”. Los niños necesitan saber que lo que han sentido está bien y no pasa nada por sentirse así. Necesitan validar sus emociones, para darse el permiso de sentirlas y trabajar la forma de expresarlas. No podemos evitar que un niño se enfade, por tanto carece de sentido que le digamos que no lo haga porque es imposible no hacerlo.
- Morder al niño para que entienda lo que se siente: este acto, lejos de entender lo que ha generado él, hace que asustemos al niño y aprenderá que la violencia está justificada. No debemos justificar la violencia en ningún caso.
- Gritar: si el niño está nervioso y nosotros interactuamos con él también desde el nerviosismo, es probable que no consiga relajarse.
- Justificar la mordida: aunque es un acto que puede darse y se da en muchas ocasiones, justificar una mala conducta le da permisos al niño que no debería tener. Es normal que suceda, pero debemos trabajar para que deje de suceder.
¿Qué puedo hacer?
- Mostrar nuestra desaprobación a esa conducta. Trataremos de hacer esto desde un tono amable, respetuoso y siendo firmes en la respuesta. Por ejemplo, podemos decir “no muerdas porque hace daño”.
- Observar: de esta manera podemos entender por qué y en qué situaciones muerde. Ya sea por celos, porque le cuesta compartir, porque se pone nervioso al ver que su espacio se ve invadido… mediante la observación podemos entender y dar una respuesta más ajustada a sus necesidades. “He podido ver que te has enfadado con tu amigo, pero morder hace daño y seguro que a tus amigos no quieres hacerles daño”.
- Anticipar: una vez observamos qué situaciones le generan emociones desagradables a nuestro hijo, podemos intervenir antes para poder calmarle previo a que se produzca una mordida. Por ejemplo, anticiparnos a sus necesidades de hambre o sueño.
- Intervenir sobre el problema: si hemos descifrado la causa por la que muerde, entonces podremos trabajar con ello en casa. Si se nos da la situación de que se trata de un conflicto con un niño en concreto, podremos ayudarle a poner límites diciendo “no” o expresando “mío”.
- Ofrecer una alternativa: cuando decimos esto no puedes hacer, entonces debemos decir qué “sí” puede hacer.
- Reforzar conductas alternativas: si el niño tiende a morder cuando se pone nervioso, pero en una ocasión decide no hacerlo. “Me ha gustado mucho lo que has hecho cariño, gracias por no morder, aunque sé que te has puesto nervioso.”
- Repetir la respuesta: si no funciona, repitamos nuestra respuesta para que vaya asumiendo un patrón de conducta diferente.
- Sacarle de la situación que le genera esa emoción: de esta manera protegemos su estado emocional y le hacemos ver que separándonos del conflicto es probable que sea más fácil calmarnos.
- Darle atención si la necesita: si lo que mi hijo busca es atención, entonces debo darle esa atención que necesita en otro momento.
- Validarle emocionalmente: validar lo que ha sentido y que perciba que no está mal lo que está sintiendo, aunque la conducta no sea la acertada. “Entiendo que esta situación te haya enfadado”.
- Tener calma y paciencia
- Fomentar la empatía: todavía no pueden ponerse en el punto de vista del otro y es importante tener en cuenta que no lo hacen con intención de dañar, pero aún así es importante fomentar la empatía mostrando lo que pueden generar.
TRES RECURSOS DIDACTICOS
- MI BOCA SIRVE PARA… Hacer un mural con el niño en el que aparezcan los diferentes usos que tiene la boca y qué puedo y qué no puedo hacer con la boca.
- Disponer de juguetes para morder.
- Cuentos para trabajar las emociones: por ejemplo “El monstruo de colores”
Y recuerda que una mala conducta no hace malo a un niño.