¿Le digo que no beba, le preparo el “kalimotxo” o me preocupo si es el único que no bebe?

Tres intentos de escribir un artículo sobre nuestro papel como madres y padres respecto al consumo de alcohol de nuestros hijos e hijas adolescentes. Y bastantes dudas de cómo enfocarlo, cómo salvar incoherencias, cómo no señalar a “los buenos y a los malos” sin más…Dudas sobre cómo escribir algo útil, que no suene a un compendio de consejos ya sabidos o muy fuera de la realidad y que genere reflexión sobre cosas a tener en cuenta, mantener o cambiar.  Hay algunas cuestiones que quizás ya sepamos sobre ello.

Sabemos que el alcohol es una droga ya que:

  • Produce modificaciones en algunas funciones del cerebro con efectos en el ánimo, percepción de la realidad, el comportamiento…
  • Sus efectos pueden llevar a querer repetir el consumo y si se consume muchas veces puede aparecer dependencia.
  • Si esto es así, cada vez se necesitará beber más cantidad y más frecuentemente para sentir los efectos.

Sabemos que los menores de edad no pueden consumir alcohol y la venta de bebidas alcohólicas está prohibida a menores de 18 años (aunque acaban consiguiéndolas) Y que, aunque la consideramos una “droga blanda”, es la que más problemas da en el tiempo y a más gente.

Sabemos que hay adolescentes que no la probarán, otras lo harán en algún momento concreto con cierto control, lo dejarán y seguirán o recuperarán hábitos sanos. Sin embargo, sabemos que bastantes chavales beben muy pronto, mucho y de forma rápida, sufren sus efectos en un sentido amplio, pueden engancharse o no ver otras alternativas para entretenerse, autoafirmarse, sentirse aceptadas en su grupo o sobrellevar alguna tensión emocional.

¿Por qué ese ansia de beber alcohol?

Una de las cuestiones más preocupantes es el “deseo o ansia” que tienen algunos chicos por beber alcohol (y cuanto antes) como “solución o medio para”. Muchas veces con un exceso o descontrol. Pueden beber porque

  • Es un reto de cierto “riesgo” que genera curiosidad, aventura, posibilidad de cruzar un límite y eso a algunos adolescentes les atrae dentro de su proceso de maduración.
  • Por una parte, es una forma de autoafirmarse frente a algo que “no deben hacer” a su edad. Por otra parte, supone hacer algo que los adultos ya pueden hacer y hacen de forma cotidiana para relacionarse, pasarlo bien…
  • Es un “ritual” de grupo bastante generalizado entre las adolescentes y beber puede suponer “pertenecer” y ser aceptada en un grupo y solventar cierta “presión”.
  • Puede ser una forma de alcanzar una aparente desinhibición o distracción frente a sus temores o inseguridades. Dentro de la socialización con otros pares, dentro de sus primeras interacciones sexuales o asociada a alguna forma de afrontar una ansiedad más compleja que pueden vivir.
  • Es una forma de entretenerse, pasar el tiempo libre con iguales que recoge todo lo anterior frente a la falta real o percibida de otras opciones motivadoras. Sabemos, además, que hay espacios de ocio que pueden llevar más fácilmente a ello.

Casi siempre celebramos bebiendo

El consumo de alcohol, a medida que va creciendo, va creando cada vez más efectos en ciertas funciones cerebrales y comportamientos emocionales y sociales. Esto es así en general y, más en el caso de menores de edad que tienen el cerebro aún en desarrollo.

Socialmente, en general, hemos naturalizado su consumo para celebrar, encontrarnos, divertirnos o “ahogar nuestras penas”. En ocasiones, dentro de cierto control y cuidado y otras yéndose de las manos. Incluso el que nunca bebe puede ser visto como “raro”. Incluso la publicidad permitida fomenta cada vez más su consumo.

Ante todo lo anterior, ¿cómo abordar este tema con los chicos?, ¿cómo solventar nuestras propias incoherencias sociales?, ¿hacia dónde deben ir nuestros mensajes? Podemos tener dudas de cómo enfocarlo.

Para resolverlas, podemos tirar de nuestra propia experiencia, de la voz de personas expertas en el tema y, también, considerar lo que los propios chicos nos pueden decir. Por ejemplo, en espacios formales e informales hablando del tema, pueden decir cosas como:

  • No beber, decir a un amigo o a la chica que te gusta que no quieres beber a veces es difícil. En ocasiones, también cuesta que quieran hacer otros planes.
  • Los padres tienen que decir a sus hijos que no beban alcohol pero igual tienen que decirles más cosas, sobre todo, si ya están bebiendo. Cansa escuchar sólo ¡no bebas, no te drogues, no seas malo…!”
  • Los padres tienen que decir la verdad. Es como lo de las pantallas, nos dicen que no las usemos o que estamos viciados pero luego ellos sí que lo están. Pues con lo de fumar o beber, lo mismo.
  • Los padres han de decir a sus hijas que no beban pero algunos les hacen las mezclas. Igual es porque tienen miedo de que les den cosas raras por ahí o creen que así beben menos. Es raro. Además, luego siguen bebiendo por ahí y también le pueden dar cosas raras.
  • Lo que pueden hacer los padres es que los hijos tengan confianza para hablar del tema pero no ponerse pesados o en plan que lo saben todo.
  • Los adultos pueden beber pero nosotras igual no deberíamos hacerlo o no como se hace a veces. A los mayores igual les afecta menos o controlan más.
  • Podrían (los padres) hablarles de lo malo del alcohol y los síntomas ésos. Que se vomita…Te puedes quedar sin conciencia si bebes mucho…Te puede dar un coma de esos… Pero, sobre todo, igual dejas de controlar y te puede pasar algo malo y no te enteras. O en plan que si bebes o fumas (aunque sea en vaper) eso luego se nota cuando vas a hacer deporte, te quedas sin fuerza. Y que cuando ves a alguien que bebe para pillar y hace el tonto da un poco de vergüenza ajena.
  • También decir a sus hijas que si no quieren beber aunque sus amigas beban que no pasa nada. Que no tienen que hacerlo.
  • Que les dejen hacer planes para divertirse. Por ejemplo, ir a la playa (aunque sea invierno), ir a unas canastas, ir a ver un partido de sus amigos, ir a merendar con sus amigas, jugar un billar, ir a ver tiendas, cocinar, dejar que tus amigos vayan a casa a ver una peli, unas pizzas, una play o escuchar música…o estar con tu novia en casa.

¿Qué podemos hacer padres y madres?

Sería interesante tener en cuenta estas reflexiones de los adolescentes, filtrándolas y recogiendo aquello que podríamos tener en cuenta a la hora de educar sobre el tema. Tocan, de alguna manera, algunas claves a tener en cuenta como padres y madres:

  • Tomar conciencia

Podemos tomar conciencia y reflexionar sobre nuestra posición ante el alcohol, de nuestras incoherencias, de nuestro uso, no uso o uso controlado (cuándo y cómo), nuestro modelo… Y preguntarnos el sentido de nuestras acciones o propuestas al respecto hacia nuestras hijas (¿sirven para informar, educar, hacer pensar, empatizar, poner límites, proteger, dar miedo, “sobreproteger”, no afrontar temas… o para qué?)

  • Informar de que el alcohol es una droga.

Más allá de muchos aspectos, las chicas han de saber que el alcohol es una droga, tiene unos efectos y unos peligros y, por lo tanto, es una “línea roja” en la que mejor no entrar.  Hay diversos y, entre ellos, podremos conectarlos con algunos que pueden ver más “cercanos” a su mundo, a su preocupación, a sus necesidades…

  • Posibilitar alternativas

Opciones de ocio, de diversión, de relación, de placer, de pertenencia a un grupo, de expresión y manejo de emociones de malestar de otra manera: deporte, hobbies, grupos de tiempo libre, conversaciones…

  • Educar a aprender a no relacionarse de una forma problemática con la bebida existente en la sociedad

Para esto es necesario tener mucha comunicación con ellos y ellas. Sin superjuicios, sin grandes sermones, aprovechando cuestiones que surjan, escuchando lo que opinan, favoreciendo su pensamiento crítico, la idea de cuidado, afrontando y hablando de incoherencias propias… Teniendo en cuenta si no beben, si no quieren hacerlo, si tienen dudas, si tienen ganas de hacerlo, si ya lo hacen…

¿Cómo ayudar a relacionarse de una forma no problemática con el alcohol?

Las personas adultas tenemos ya un recorrido de vida, también en relación al alcohol. Podemos haber decidido no beber, podemos hacerlo sólo a veces, controlar mejor, gestionarnos emociones de diversas formas, haber fortalecido la autoestima por vías más sanas, haber creado unos hábitos y aficiones de cuidado saludable… Pero las adolescentes están en un momento en el que, desde su inexperiencia, su crisis vital, su “montaña rusa emocional” están más fragilizadas. Y ahí el alcohol puede adquirir un significado, una presencia y una intensidad que no les va a ayudar. Y no podemos dejarles solos en el proceso de maduración y todo lo que implica.

Jaume Funes, psicólogo experto en adolescencia, plantea, además de todos los puntos anteriores, la idea de ayudarles a reflexionar para no relacionarse de forma problemática con el alcohol. Ayudarles a reflexionar sobre:

  • Aunque pienses o desees beber, ¿puedes no beber? ¿puedes esperar tanto como puedas para hacerlo? Te sientes mayor pero tu cerebro aún está en movimiento, hay riesgos y efectos peligrosos.
  • ¿Cómo te sientes cuando piensas en empezar a beber? Si ya lo haces ¿qué piensas o sientes durante o después? No te quedes con lo que te dicen o cómo te dicen los otros que te has de sentir para beber, qué vas a lograr bebiendo o después de hacerlo. Pros, contras…
  • ¿Qué riesgos puede haber al beber? ¿Cómo evitarlo? ¿Qué puede pasar si un amigo se emborracha? No hacer determinadas cosas, no dejar solo si ha perdido el conocimiento, confiar y pedir ayuda en casa…
  • El alcohol ¿es la forma para desconectar, olvidar dificultades o ser “más…? Hay otras opciones sanas para abordar cuestiones emocionales, de relación, disfrutar …

En cualquier caso, éste es uno más de los temas complejos en la crianza. Y no vamos a encontrar el mensaje único y mágico con tres palabras para gestionarlo con nuestras hijas. Nos toca aprender.

Bego Ruiz, psicóloga

Orientaciones sobre el alcohol para padres y madres con hijos menores

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