“Hay familias que les gusta vivir en constante conflicto”

Daniel López Ortega, autor del libro “Hasta el error es divertido” nos cuenta en esta entrevista cómo son sus clases en Infantil, la manera en que les enseña a gestionar las emociones, el vínculo que se genera con el alumnado —que permite en ocasiones descubrir casos de maltrato o desprotección— y el desgaste que supone tener a padres y madres tratando de generar conflictos con la escuela y el profesorado.

En el libro explicas que los malos profesores te ayudaron a saber que querías ser profesor

Me centro en ellos porque al final son los que te dejan huella. Si te encuentras a alguien que te dice algo negativo, te quedas con ese dato negativo. Y yo me topé con tres o cuatro profesores a lo largo de mi vida de estudiante, incluida la universidad, que fueron bastante malos. Concretamente tuve uno que entraba en clase, nos insultaba y llegó a lanzarme fuera del aula, lo que hoy llamamos un maltrato, solo que antes no estaba tan mal visto comportarse de esa manera en una clase.

Así que yo quise meterme en educación precisamente para que ninguno de mis alumnos se fuera con ese mal recuerdo,  que tuvieran en el aula un espacio seguro, que al final es el que intento crear, porque tampoco sé las situaciones que viven en casa, y si conmigo pasan ocho horas, al menos que ese tiempo sea el mejor posible,  acompañándoles y aportándoles.

Y gracias a ese acompañamiento y a la observación, has descubierto algunos casos del maltrato en sus casas

Sí, y es muy fuerte. Al final a nosotros no se nos enseña cómo hacer ese acompañamiento o cómo responder en esas situaciones. De hecho, la primera vez que me pasó, como cuento en el libro, no supe qué hacer, pero mi compañero me dijo “¿qué haces? Tira para allá y ayúdale”.

Y te tienes que enfrentar a lo que está pasando, ser en ese momento valiente y saber sobre todo que en ese momento no importas tú, importa el niño o la niña. Yo le acompaño, le guío. Sería muy egoísta por mi parte que la niña intente romper algo tan difícil y yo darme la vuelta e irme. Por eso lo de crear ese espacio seguro. Desgraciadamente yo ya he vivido tres situaciones de este tipo y soy profesor de infantil.

Pero ¿cómo lo detectas?

Lo más importante es observar, mirar, escuchar. Y ahí sacas mucho, pero es verdad que son momentos fortuitos. En el libro relato que fue porque estaban jugando al fútbol y una de las niñas se enfadó y le empujó fuerte al otro. Yo le pregunté dónde había visto esa manera de actuar —pese a que no suelo hacer ese tipo de preguntas, porque no me gusta echar la culpa, pero en ese momento no tenía los aprendizajes de ahora— y ella me dijo que su padre lo hacía. Y así fue como me enteré. Otra vez un niño dijo que su padre había roto la puerta…  En ese momento lo difícil es mantener la calma y no condicionar tu pregunta. Tirar de la cuerda con cautela, tratando de sacar la mayor información posible sin guiar su discurso. Al fin y al cabo estás hablando de sus padres, y él los quiere.

En el libro también hablas de que se sigue perpetuando que “hay cosas de chicas y cosas de chicos”

Vivimos en una sociedad muy marcada. Hay anuncios, vas a un centro comercial y ves los pasillos con ropa o juguetes de chicos separados de los de chicas. No es fácil salirse de ahí. Por eso, yo lo que les intento transmitir a las familias, que es lo que hago yo en clase, es que aprendan a tener esa capacidad crítica de analizar y de decir que por mucho que digan que es de niñas, si yo me lo quiero poner, me lo pongo porque no estoy haciendo daño a nadie y a mí me gusta. Tratar de conseguir que tengan esa capacidad emocional de enfrentarse y de decidir eso. Porque creo que ya hemos dejado de intentar romper esa clasificación que es como un gigante que me está diciendo que como yo soy niño me tienen que gustar los coches. Pues no, me voy a coger la Barbie Rosa porque me da exactamente igual lo que tú opines.

Otro gran tema en Infantil es el de compartir. Pones algún ejemplo en el libro sobre que no está bien obligar a compartir de la manera en que lo hacemos.

Es que les decimos que tienen que compartir e igual acaban de coger el juguete, están jugando tan a gusto y les obligamos a dárselo al compañero. Si nos pasara a nosotros, no creo que compartiéramos tan rápido.  Al final nosotros somos una figura de autoridad que hacemos y deshacemos con los niños como nos da la gana, y creemos que ellos no tienen ningún tipo de emoción, ni de proceso. Es como si a mí me viene mi compañera, me coge mi ordenador y se lo lleva. Seguramente le diría que se lo dejo encantado pero que me pregunte antes.

Tienen que ir aprendiendo poco a poco esas reglas sociales, esa comunicación y tenemos que ayudarles en ese proceso. Porque no les enseñamos y luego con quince años pretendemos que se comunique, que escuche, pero, ¿qué les has enseñado antes? Yo lo observo en las familias, porque los tienen como metidos en cajas, ahora es niño, luego preadolescente, luego adolescente…Esto no es así, es un proceso de vida, donde hay que darles poder decisión, con cautela siempre, según en el momento en el que estén y el entendimiento que ellos posean, pero no les impongas todo el rato.

En tus clases también te sirves de la tecnología

Ahora niños y niñas nacen con una tablet debajo del brazo. Nosotros estamos intentando enseñar a una generación muy tecnológica cuando nosotros no lo hemos sido. Y normalmente lo que no conozco, me da miedo, entonces yo infundo a esa tecnología un miedo que no veo justo.

Sin embargo, también hay que ser muy conscientes del momento que estamos viviendo. Hay chavales en primaria que ya tienen un móvil con acceso libre, y yo me pregunto si ese padre o esa madre le ha enseñado a utilizarlo bien. Además, lo que no les contamos en la escuela o en casa lo descubren en la Tablet. Y ahí pueden encontrar lo peor.

Tengo niños pequeños totalmente enganchados a la tablet desde los tres años. Lo noto por el cansancio que traen a clase, porque no se relacionan. Además, algunos tienen la capacidad de atención de un Tik Tok, de 15 segundos. Cada vez tengo que ser más expresivo para llamar su atención. Al final me voy a meter dentro de una caja con disfraces y cada 15 segundos me voy a cambiar.

El ser humano es curioso por naturaleza, si no, no habríamos aprendido a hacer nada, ni la rueda, ni el fuego… pero ahora me estoy encontrando con niños que no son curiosos, que no tienen motivación, que no quieren aprender, que no quieren descubrir. Les pongo un material y ni se acercan a ver qué he puesto. Para mí la tecnología es una herramienta maravillosa, pero utilizada con cautela y con cabeza.

¿Hablas con las familias para que reduzcan tiempos de uso de consolas, tablets…?

En el libro relato un caso de un niño muy movido, que me resultaba muy difícil captar su atención. Cuando esto ocurre siempre hablo con el padre y la madre para ver cuál es la situación en casa. Al reunirme con ellos me contaron que el niño estaba con la Tablet o con la consola de lunes a viernes en el desayuno, por las tardes… Y fuimos reduciendo los tiempos y sustituyéndolos por deportes, por momentos en familia para hablar… Y poco a poco el niño mejoró mucho en clase, prestaba más atención, dejó de pegar, estaba más tranquilo. Al final no es la pantalla, sino que la pantalla me aísla.

Yo la utilizo en clase para bailar, con el Just dance, por ejemplo, o para hacer yoga con mi alumnado, pero en momentos puntuales.

La gestión de emociones también es uno de los aspectos que trabajas con los niños y niñas en tus clases

Lo hacemos y realmente yo ya no formo parte de nada de eso, que es lo bonito. Al principio guiaba esas asambleas y les enseñaba la rutina de cómo te sientes, del porqué me siento así. Les enseñé la actitud de escucha, que eso al final también es importante, que el resto esté pendiente de lo que está diciendo el compañero, porque es igual de importante que lo que van a decir ellos. Y yo ahora ya no formo parte porque es el primero de la fila ese día quien se sienta en la silla de profe. Y es quien pregunta a los compañeros y hace esa rutina que tengo establecida con ellos para que al final ya no es un adulto quien me pregunta si no es un igual que les conecta mucho más.

Es muy bonita la anécdota que cuentas de la piscina donde un niño se puso muy nervioso, se echó a llorar y el resto de la clase fue a abrazarle

Es alucinante. Eso me puso a mí la piel de gallina. Ahí entró en juego no solo el trabajo del cole, sino el trabajo de toda la comunidad educativa. En ese caso supieron gestionar, buscar soluciones…

Hace poco hice un vídeo de despedida de clase diciendo que me iba, que ya después de navidades no volvía. Y era mentira. Al final iba a volver, pero era para enseñarles el valor de que no es un regalo lo que queremos en navidad, sino que lo valioso es el tiempo que estamos juntos. Y piensas, ya verás qué drama, pues no, empezaron a decir que me echarían de menos, pero comenzaron a buscar soluciones del tipo el que está allí que venga aquí o si no, mira Yoli, que es mi compañera, que dé tus clases de psicomotricidad…No es que no me quieran, les da pena, pero saben gestionar lo que está pasando.

La parte no tan bonita de la enseñanza dices que es que haya familias que vivan en el eterno conflicto

Es terrible. Al final lo que yo percibo como profe es que no hay una confianza hacia el centro ni hacia lo que yo estoy haciendo. Lo relato en el libro. Yo una vez le dije a una familia que no podía hacer nada para ganarme su confianza. Y es que puedo ser todo lo transparente que quieras, puedo escribirte emails de manera diaria, puedo decirte que vengas al patio y observes a tu hijo desde la valla, pero si sigues sin confiar yo no puedo hacer nada que confíes.

Es una frustración impresionante y te desgasta tanto que dan ganas de cogerte la baja. Una persona no puede soportar estar en entredicho de forma constante. No puede ser que me escribas un email, que te responda, que tengamos una tutoría y a la salida me vuelvas a preguntar lo mismo, que al día siguiente sigas igual. Al final dices, mira, es que no me estás haciendo ni caso y no me haces caso porque no confías en mí.

La verdad es que prefiero una clase con una ratio de 40 niños, que dos padres en tu contra. Te afecta en la labor con la clase porque no vas con las mismas ganas. En seguida piensas: ya verás ahora esto van a malinterpretarlo, y se va a liar, porque lo vives una y otra vez.

Yo cada vez estoy más en juicio con las familias por el modelo de crianza que están intentando llevar, que no está bien llevado porque les escuchan mucho, que eso está muy bien, pero luego no hay ningún tipo de límites. Y no quieren que sus hijos e hijas vivan una frustración y lo que están criando son unos tiranos egoístas.

Alumnos que lloran porque les trae mamá en vez de papá, porque yo había elegido que me trajera papá y como no es así, te monto el circo a ti, porque en clase ya se me pasa, sonrío y disfruto. Te monto un circo porque no es lo que yo he decidido. O alumnos que me estoy encontrando que cuando hablo con sus familiares se ponen a llorar para distraer la atención, para decir: “ostras, que no hablen con el profe porque les va a contar lo que está pasando”.

Obviamente yo no estoy diciendo que esos niños sean unos manipuladores, pero están aprendiendo una serie de estrategias que no favorecen. Una educación respetuosa es maravillosa, pero tiene que haber unos límites porque son los que nos hacen funcionar y los que nos hacen entender el mundo y esa parte se nos olvida porque creemos que es negativa y que van a vivir una infancia terrible.

Los límites de ahora, no son los castigos que recibíamos nosotros, que yo creo que es por lo que se está confundiendo, decir: “es que mi madre no me dejaba hacer nada cuando yo era pequeña y ahora por eso le dejo hacer todo”.

Al final nosotros como profes, sobre todo en Infantil, lo que hacemos es un acompañamiento emocional y profesional hacia los padres, hacia entender cómo es la educación. Pero claro, me tienes que dejar entrar. Yo al principio de curso se lo digo a las familias, que yo quiero hacer equipo, vosotros sois un 50% y yo soy el otro 50’%.  Si os pasa algo en casa, decídmelo. Si me pasa algo a mí, os lo diré, pero no para que montéis el castillo que creéis que es, simplemente te estoy informando que tu hijo ha tenido un mal día, ya está, que le vigiles en casa,  y esto no significa que tu hijo sea terrible.

Dices que en las reuniones te gusta ir al grano con las familias

En la universidad me enseñaron la técnica del sándwich, donde primero dices lo bueno y luego cuentas el problema. Es una buena técnica pero yo prefiero ir al grano para ayudar a su hijo o hija.  Tu hijo es maravilloso, eso ya lo sabes, yo le quiero un montón, eso también lo sabes. Está queridísimo y cuidadísimo, lo sabes, pero tu hijo es todavía muy impulsivo y durante un conflicto da golpes y  tira del pelo. Quiero centrarme en que tira del pelo porque lo que quiero frenar es eso.

Pero sobre todo siempre termino con soluciones. Podemos hacer esto, vamos a poner estas estrategias en marcha y pase lo que pase, dentro de 2 ó 3 semanas nos volvemos a citar y vemos cómo avanzamos. Al final termino dándote una solución o un acompañamiento que es la parte importante.

Hasta el error es divertido

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