¿En qué ayuda la psicomotricidad a los niños y las niñas?

Cuántas veces, a lo largo de los años de trabajo, los padres me han comentado: “sólo están jugando… ¿eso ayuda a mi hijo/a?”

Cuántas veces los padres, desde su preocupación y su deseo de que su hijo/a esté lo mejor preparado para el futuro han supeditado las sesiones de psicomotricidad educativa o terapéutica a las actividades extra escolares.  Y, a veces, cuando uno mira desde fuera de una sala de psicomotricidad, sólo ve eso, niños/as jugando… “eso también lo pueden hacer en el parque, en el patio de la escuela…”  Entonces, ¿Por qué una sala de psicomotricidad?  ¿Qué se juega en una sala de psicomotricidad?

Podemos empezar preguntándonos algo que puede parecer obvio pero que no lo es en absoluto: cómo se instala el ser humano en la vida.

El niño, en sus primeras etapas de la vida, es un sistema muscular y neurovegetativo inmaduros que necesitan del otro, padre, madre, para sobrevivir.

Este pequeño ser, utiliza lo que tiene para hacernos saber lo que le ocurre, lo utiliza implicando todo su cuerpo.  Agita brazos y piernas, mueve el abdomen, mueve el cuello y la musculatura facial cambiando la expresión de su cara cuando se siente bien.  Agita brazos y piernas, los pone rígidos, crispa la musculatura del tronco y de la cara, llora, cuando algo provoca en él el malestar.

En todo esto interviene el tono, el tono muscular necesario para el movimiento, esa secuencia de contracción y relajación necesarios en el movimiento y que, más adelante, se articularán en el gesto. El niño, mediante el cuerpo, se abre al mundo. 

Y todo esto es visto y escuchado por el adulto que le cuida, y que trata de hacer lo necesario para calmar su malestar o para acompañar en su bienestar, que le habla, que le dice lo que cree que le pasa… El bebé es sensible a las variaciones tónicas y rítmicas de los brazos que le sostienen, que le rodean, que le acarician, mecen, de la palabra… y reacciona ante ello.

El niño/a es un ser que se desarrolla globalmente hasta los 6-7 años.  Durante este periodo, el niño/a hace muchas actividades que desarrollan todas sus funciones a la vez, sensoriales, motrices, emocionales, cognitivas, el lenguaje…  El movimiento y la acción son mecanismos fundamentales que los niños/as tienen para evolucionar.

Todas estas funciones, corporales y psíquicas, interaccionan en diversos grados durante este periodo y eso es lo que podemos denominar la dimensión psicomotriz de la expresividad en el niño/a.  La psicomotricidad es una disciplina integradora que a través del movimiento unifica lo motriz y lo psíquico.  Consideramos la Práctica Psicomotriz como aquella que parte de la concepción integral del ser humano, que atiende al cuerpo, al movimiento, la emoción y el acceso al conocimiento a través de la exploración y experimentación, por tanto, esencial para el desarrollo de la persona.

Y el ámbito privilegiado de expresión de esta dimensión en el niño, la niña, es el juego espontáneo, fundamental para el desarrollo psicológico; es donde el niño explora el mundo que le rodea y lo va conquistando según sus capacidades y el momento del desarrollo en que se encuentre.

A través del juego, el niño o la niña vive el placer de la acción que le permite crearse representaciones mentales y en la que proyecta su mundo interior y las relaciones que establece con el mundo exterior, relaciones afectivas de placer o displacer, según su propia historia.

Así, vemos que todo ese movimiento con sus matices, esa expresividad de bienestar o  malestar, es ya, desde muy temprano, todo un sistema de comunicación con un adulto que responde, creándose así las bases de un vínculo afectivo, generalmente segurizante.

Existe un lazo entre el tono muscular y el estado emocional, conformando el “diálogo tónico-emocional”, reflejo del estado emocional que se da entre dos personas, que se trasmite entre esas dos personas; en este caso, el bebé y su cuidador. El bebé y todos aquellos de su entorno con los que tiene relación.

Durante el primer año de vida, los fundamentos del ser, de sí mismo, se construyen en interacción con el otro.

Se podría profundizar mucho más en estos aspectos del desarrollo del ser humano y la discusión siempre es enriquecedora, pero este no es el medio y tendremos que limitarnos a la palabra escrita, con el deseo de que sea transmisora de un contenido que tiene mucho alcance.

La Práctica Psicomotriz permite precisamente al niño proyectar las relaciones que ha ido estableciendo con el mundo exterior, representarlas, vivirlas y gestionarlas transformándolas, siempre a través de esa dimensión lúdica que es el juego espontáneo, según sus capacidades y necesidades.  Construir o reconstruir un nivel de seguridad afectiva suficiente que le permita acceder a la comunicación y socialización con un desarrollo sano.  Se trata de favorecer la adaptación armónica de la persona a su medio, a partir de su propia identidad, identidad que se fundamenta y se manifiesta a través del cuerpo.  Un cuerpo que se expresa a través de las relaciones que establece con su entorno.

Claro que el juego espontáneo cambia según la edad del niño.  No juega igual un niño de uno a tres años que un niño de cinco, seis o siete años.

Vamos a considerar dos aspectos diferentes del abordaje psicomotor con los niños. Por un lado, la Práctica Psicomotriz Educativa (PPE) –que se lleva a cabo en grupo-  y, por otro, la Práctica Psicomotriz Terapéutica (PPT) –que se realiza a nivel individual o en pequeño grupo de 2-3 niños/as-.

Podemos considerar como objetivo de la práctica Psicomotriz Educativa el ayudar al niño en su proceso de desarrollo a partir de la actividad lúdica, del juego, potenciando sus competencias emocionales y sociales.  El marco habitual de la PPE suele ser la escuela, pero no sólo.

El niño/a partiendo de la expresividad espontánea, de su capacidad para explorar acompañado por los otros niños, va a ser capaz de descubrir y descifrar el mundo exterior, descubrir su mundo interior y descifrar sus emociones, vivir y conquistar su desarrollo cognitivo.  La PPE va a permitir al niño/a vivir sus emociones –las que sean- a través de sus actividades lúdicas, factor fundamental en el proceso de la capacidad de simbolizar.

La PPE ayuda al niño a poder separar lo que es de él  y lo que es del mundo exterior, lo que es el “yo” de lo que es el “no-yo”- el otro-.  Y todo ello dentro de un marco, un encuadre concreto respecto al espacio, los materiales, el tiempo, la frecuencia, que serán referentes de estabilidad y, por tanto, de seguridad, con los otros niños/as y con el psicomotricista cuya función será la de contener las emociones, los impulsos que surjan, favoreciendo las producciones del niño/a en función de su crecimiento psicológico, favoreciendo el acceso a una transformación de los mismos a través de la dinámica de juego libre de los niños, sin invadir, respectando la libertad que tienen para actuar, de forma que en ese proceso, el niño o la niña pueda acceder del placer de actuar al placer de pensar.

La dinámica de placer a través del juego libre en la sala de psicomotricidad, será la base de su proceso de descubrimiento y experimentación, de su deseo de ser y estar en el mundo.

Sin embargo, en el desarrollo del niño/a, desde que nace, a veces las cosas no suceden como sería deseable, como uno imagina o espera y encontramos que hay niños/as en los que se pueden observar aspectos deficitarios en su desarrollo que pueden tener diferentes causas.  Se producen alteraciones por exceso o por defecto que dificultan al niño/a la gestión de sus impulsos, de sus emociones, su capacidad para comunicarse y entrar en relación con el otro o los otros de manera más o menos importante.  Es para estos niños/as que la Práctica Psicomotriz Terapéutica está indicada.

La PPT tiene como objetivo permitir que el niño/a encuentre mecanismos de reaseguración frente a la angustia asociada a afectos de displacer por sus dificultades, esa angustia que se expresa en su manera de ser y estar en el mundo, a través del exceso o del defecto.  Niños/as que viven una fuerte contención emocional que limita, o bien una descarga excesiva que dificulta su relación con el mundo exterior.

El terapeuta en psicomotricidad será ese otro que acompañe, escuche, dé sentido y ayude a transformar la expresividad del niño/a desde el origen que la sostiene.  Eso que nos dice el niño/a con su hacer excesivo (actividad motriz excesiva, impulsividad, inquietud corporal, hipertonías, estereotipias, repeticiones rígidas,  agresividad…) o su no hacer  (inhibición del movimiento, hipotonía, mutismo, miedos, dependencia excesiva, dificultades en los apoyos, en el equilibrio…).  Esa expresividad particular de cada uno que nos habla del niño/a y por el niño/a más allá del lenguaje que puede estar presente o no, porque en niños/as dañados es necesario pensar en términos de acción.

El terapeuta en psicomotricidad va a centrar su objetivo de trabajo en encontrarse con el niño/a que tiene en ayuda, reconociéndolo en su potencialidad más allá de su dificultad y construir, junto con él, el proceso terapéutico que le permita transformar y alcanzar otro nivel más óptimo de su desarrollo.

¿Qué se juega en la sala de psicomotricidad?  Se juega el ser, se juega el dolor de la existencia, se juega el placer de la exploración y el descubrimiento, del encuentro, de la vivencia integradora, se juega el futuro en el presente desde el pasado.

Marian Pascual. Psicóloga, psicoterapeuta y terapeuta psicomotriz

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