En el Día Internacional de las Familias ofrecemos unas reflexiones desde el punto de vista del potencial que poseen las denominadas nuevas estructuras familiares para la promoción de un desarrollo psicológico saludable de niñas y niños que crecen en ellas. La cuestión planteada es objeto de estudio científico desde hace ya varias décadas en centros punteros de investigación como es, entre otros, el Centre for Family Research de la Universidad de Cambridge (UK). El objetivo de la investigación es aportar datos que apoyen la implementación de políticas efectivas para fortalecer a las familias en su insustituible labor educativa y de promoción integral de la salud. Como conclusión general de la investigación realizada hasta la fecha, se puede afirmar que todas las familias pueden potencialmente llevar a cabo adecuadamente su tarea de crianza, pero también, que cada tipo de familia tiene que afrontar situaciones específicas de su condición.
Tópicos sobre la familia que caen
Los datos también desmienten algunos tópicos asumidos habitualmente, como la creencia de que disponer de una figura masculina y otra femenina o el establecimiento de un vínculo con la madre biológica son condiciones imprescindibles para un sano desarrollo psicológico. En el ámbito científico las afirmaciones sobre la influencia de una determinada variable sobre otra, por ejemplo, afirmar que los niños y las niñas criadas por familias reconstituidas van a sufrir problemas de ansiedad y depresión, deben estar basadas en hechos comprobados y no en opiniones, prejuicios o dogmas. Además, la relación causa-efecto o la simple variación conjunta entre dos variables no suele recoger la complejidad de la realidad; la confluencia de factores de riesgo o la presencia conjunta de factores protectores explicarán la aparición de rasgos psicológicos o de síntomas psicopatológicos.
En función de lo comentado anteriormente se puede entender como en las familias monoparentales de madre, procedentes de un divorcio conflictivo no es la condición de monoparentalidad, sino la precariedad económica, el conflicto previo, el estrés y una mala relación con la expareja los factores de riesgo que pueden confluir para explicar la aparición de diversos problemas en niñas y niños, tales como un bajo rendimiento académico u otros. El caso de las familias adoptivas es especialmente interesante, dado que son las únicas que son evaluadas previamente para determinar si realmente son competentes para criar a un niño o una niña.
Estas familias tienen que estar preparadas para afrontar la educación de niños con desarrollos atípicos, para gestionar de manera adecuada el ajuste infantil a un nuevo entorno y para afrontar la revelación de su origen a hijas e hijos. En el caso de las familias homoparentales, el afrontamiento del estigma social constituye su mayor factor de riesgo. Los datos no avalan el hecho de que niñas y niños criados en estas familias presenten mayor riesgo de un desarrollo atípico, tampoco se sostiene el tópico de que los hijos e hijas vayan a reproducir la orientación sexual de sus padres o madres. Las legislaciones vigentes todavía en muchos países del mundo que impiden la adopción a estas familias, no están basadas en hechos científicamente comprobados.
Por su parte, las familias numerosas en tiempos de escasez económica afrontan una situación especialmente estresante que puede perjudicar la calidad interactiva familiar y, por ende, impactar negativamente en el desarrollo psicológico infantil. Las familias recurrentes a la reproducción asistida según algunos estudios deben afrontar, en los casos de partos múltiples, diversos riesgos relativos a la salud de la madre y de los y las bebés; son familias muy motivadas hacia la crianza, como factor protector, y corren un riesgo moderado de adoptar pautas de sobreprotección, como factor de riesgo. Las familias recurrentes a la subrogación afrontan una situación peculiar no exenta de riesgos para la crianza infantil. Además, esta práctica ha sido regulada en algunos países del mundo debido a la evidencia de explotación de mujeres que viven en condiciones extremas de supervivencia. Finalmente, las familias multiculturales deben afrontar un proceso de ajuste en lo que se refiere a las expectativas de la vida en pareja, sobre el desarrollo infantil, pautas de crianza, etc. Como conclusión se puede establecer que las etiquetas descriptivas de cada estructura familiar se diluyen cuando se analizan las condiciones interactivas dentro y fuera de la familia, siendo estas y no la estructura familiar en sí, las que realmente pueden influir en el curso del desarrollo psicológico infantil.
Al abordar el tema de la diversidad familiar, la cuestión transcendente a dilucidar es si en cada una de esas estructuras, incluida la tradicional, se produce una sincronía o ajuste óptimo entre las necesidades y derechos de las personas adultas y las necesidades y derechos de niñas y niños. Afortunadamente la investigación ha evidenciado con gran nitidez los efectos devastadores sobre la salud mental del maltrato, la negligencia y el abuso en sus múltiples formas. También afortunadamente, la investigación ha mostrado cuales son las claves de la buena crianza para la promoción de un desarrollo psicológico saludable. La primera de ellas es la práctica del Buen Trato que está constituido por la consolidación de vínculos afectivos estables que hacen construir en la mente infantil la imagen de un mundo predecible y seguro. La consecuencia fundamental de la seguridad vincular es la activación de la exploración del entorno con el enriquecimiento experiencial consiguiente; si la exploración se encuentra con una realidad que no hurta el contacto con la adversidad, lo que se consigue con la práctica de la frustración óptima, también denominada vacuna psicológica, niñas y niñas desarrollarán recursos adaptativos a la realidad que les harán más fuertes y dueños de sus propias vidas.
Es importante ayudarles a conseguir el desarrollo de competencias de autorregulación
El Buen Trato se complementa con una adecuada Promoción del Desarrollo Psicológico; un objetivo nuclear de esta dimensión es lograr el desarrollo en niñas y niños de las competencias de autorregulación en su niveles comportamental, intelectual y emocional. Estas competencias no están presentes al nacer y los circuitos cerebrales de inhibición que las sustentan se construyen a través de las interacciones sociales precoces, entre las cuales las interacciones familiares ocupan un espacio primordial; entre ellas cabe mencionar el apoyo a la regulación emocional infantil, el entrenamiento en la tolerancia a la frustración, el contraste con los deseos, intenciones y derechos de otras personas, etc. La transcendencia de una buena adquisición de estas competencias se evidencia cuando se comprueba que su deficiente desarrollo se encuentra indefectiblemente en gravísimos problemas que preocupan a nuestra sociedad, tales como la violencia contra las mujeres, el maltrato infantil, la violencia filio parental, las adicciones y en todos aquellos comportamientos que requieran la ejecución de competencias de inhibición que, por otra parte, son imprescindibles para la convivencia pacífica entre las personas.
La Promoción del Desarrollo Psicológico incluye igualmente la presencia en la familia de una expresividad emocional bien regulada, el fomento de una autoestima infantil basada en el reconocimiento del esfuerzo, de la autonomía personal y de la contribución a la comunidad y no en la comparación ni en el demérito constante de otras personas. La promoción del desarrollo intelectual y lingüístico dentro de la familia constituye otro ámbito de capital importancia; sus claves están en la práctica familiar del juego, en la promoción de la lectura y en la presencia constante de retos intelectuales. Además, todas las familias han de desarrollar una mentalidad crítica respecto a tópicos no comprobados empíricamente y promovidos por intereses comerciales, tales como el de que el aprendizaje a través de dispositivos electrónicos es más sólido que el basado en la interacción social directa. Precisamente, la gestión por parte de madres, padres y figuras cuidadoras de la interacción infantil con las pantallas digitales constituye hoy en día un reto educativo y de salud pública de gran calado. Como apoyo a esta afirmación, cabe recordar que el contacto no regulado de niñas y niños ha sido identificado como factor de riesgo de la obesidad infantil y de otros rasgos atípicos de desarrollo.
Las tareas de crianza de las familias acontecen en la denominada Ecología de la Parentalidad que está constituida por las relaciones con la familia extensa, por las redes sociales de amistades, por las relaciones entre la familia y la escuela, por la atención social y sanitaria y por la disponibilidad de apoyo político a la crianza. En la ecología familiar denominada proximal se encuentran dos factores con una altísima influencia en la calidad interactiva familiar, que son la presencia del estrés y el conflicto. Ambos se pueden situar en niveles saludables o en niveles tóxicos; estos últimos afectan negativamente al equilibrio del sistema familiar y al de cada una de las personas que lo componen. Los datos de investigación muestran con rotundidad que niños y niñas en una situación de estrés tóxico sostenido, ven mermadas sus competencias de aprendizaje y se muestran más vulnerables a contraer enfermedades.
Una vez analizadas las claves de la buena crianza y recuperando el análisis de las nuevas estructuras familiares procede decir que todos los tipos de familias pueden criar saludablemente a sus hijos e hijas y que todas son susceptibles de recibir apoyo en sus tareas. En este contexto emerge la capital importancia de la acción política de apoyo a la crianza por parte de las instituciones. En el panorama internacional, nacional, regional y local se encuentran políticas, públicas y privadas, denominadas de Apoyo Familiar, dirigidas preferentemente a la ecología del contexto familiar, entre las que cabe destacar las ayudas económicas, el apoyo a la conciliación y las bajas paternales y las Ayudas a la Parentalidad, dirigidas a promocionar la adquisición de competencias parentales mencionadas anteriormente, a las que procede añadir la autoeficacia parental y la corresponsabilidad de las personas cuidadoras. El apoyo de las empresas a la función parental y la difusión de conocimientos sobre la crianza humana basados en la investigación independiente complementan las acciones políticas denominadas de parentalidad positiva.
Enrique B. Arranz Freijo. Catedrático de Psicología de la Familia UPV-EHU
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