Empezaré con una anécdota. Hace unos años estábamos impartiendo una formación para familias en un grupo y estaba presente un niño de 2 años. La gente hablaba, participaba, preguntaba, y el niño jugaba tranquilamente con sus juguetes. De repente, alguien en la sala dijo “¡JODER!” y automáticamente ese niño empezó a repetir: “joder, joder, joder”, ante la mirada atónita de sus padres y de todos los presentes… En ningún momento le dio por repetir ninguna otra palabra que había escuchado… entonces…
¿Qué tendrán las palabrotas que llaman tanto la atención de niños/as y adultos? ¿Será el hecho de que son palabras “tabú” lo que las hace tan interesantes?
Por la razón que sea, llega un momento en el desarrollo de nuestros hijos e hijas (a veces antes y otras veces más tarde) en el que las palabrotas empiezan a estar presentes. Como en la infancia están en esa etapa en la que absorben como esponjas todo lo que les rodea, no es de extrañar que las palabrotas sean parte también de sus aprendizajes.
Evidentemente, las familias no reaccionamos igual si las palabrotas son puntuales, frente a si se trata de una práctica habitual dentro de su vocabulario. Tampoco nos preocupamos lo mismo si es un niño de 15 años el que las dice o si, por el contrario, es un niño de 3. Y si bien es cierto que decir palabras malsonantes es una realidad social, también lo es que como padres y madres queramos corregir en la medida de nuestras posibilidades esa tendencia.
Por lo que, llegados a este punto, ¿qué podemos hacer las familias cuando dicen palabrotas nuestras hijas e hijos?
En primer lugar, tenemos que analizar la situación: ¿se trata de un hecho puntual o comienza a ser un hábito?
Si se trata de un hecho puntual:
- Revisa tu propio lenguaje. Puede ser un buen momento para analizar el tipo de palabras que se utilizan en casa. En muchas ocasiones no son palabras dirigidas a nuestros hijos e hijas, pero se utilizan entre personas adultas y es probable que las acaben escuchando aunque pensemos que no están prestando atención.
- Revisa a qué contenidos están accediendo desde distintos dispositivos. Cada vez es más frecuente que los niños y niñas accedan a las pantallas y a determinados contenidos que no son apropiados para su edad, como series de televisión que están indicadas para edades superiores, videos en Youtube o incluso redes sociales como Tiktok. Si vemos que su lenguaje está cambiando y empiezan a utilizar palabras malsonantes, es necesario supervisar el tipo de palabras que están escuchando, no solo fuera de casa (a través de amistades), sino también en casa.
- Evita hacer excesivo caso a estas palabras. Si se dicen de manera muy puntual, es aconsejable dejarlas pasar desapercibidas, de modo que no vean en nosotros y nosotras una reacción muy desproporcionada. Por ello, es importante tratar de no reírnos con estas palabras y solicitar a otras personas adultas de referencia que no se rían. En ocasiones, escuchar a una niña de 2 años decir una palabrota, puede parecer “gracioso”, pero si los niños y niñas perciben estas reacciones, van a tender a repetirlas. Del mismo modo, si dicen una palabrota y reaccionamos con mucho enfado, aprenderán que eso no se “debe decir”, lo que les hará tener más tentación de hacerlo.
- Sustituye esas palabrotas por otras maneras de expresión más adecuadas. Las primeras veces que los niños y niñas dicen palabrotas, en muchas ocasiones no saben ni lo que están diciendo. Simplemente repiten palabras que han escuchado y empiezan a ver las reacciones que implican decirlas. En este sentido, cuando les escuchamos decir, por ejemplo: “gilipollas” a otro niño, en lugar de alarmarnos con esa palabra, les podemos ofrecer una alternativa e interpretación de la situación. De este modo, podríamos decirles: “No te ha gustado que te quite la pelota, le puedes pedir que te deje jugar también con ella.” De algún modo, ampliar su vocabulario es imprescindible para que tengan opciones y puedan expresarse de manera más respetuosa.
Si, por el contrario, empieza a ser un hábito… En ese caso, a las orientaciones anteriores habría que añadir:
- ¿Cuál es la utilidad de la palabrota?
En primer lugar, siempre que queramos modificar un hábito, en lugar de luchar para que desaparezca, suele ser más efectivo trabajar para crear nuevos hábitos. Y para conseguir eso, debemos preguntarnos cuál es la utilidad que tiene ese hábito que queremos cambiar. ¿Qué función cumple para tu hijo o hija decir palabrotas? De hecho, no se trata de eliminar las palabrotas sin ofrecer nada a cambio, sino que lo ideal es sustituirlas por otras maneras de expresión que puedan cumplir la misma función.
En este sentido, hay dos funciones básicas con el uso de palabras malsonantes. Por un lado, les ayudan a expresar una emoción. Por otro lado, les sirven para llamar la atención.
Si tu hija utiliza las palabrotas para expresar una emoción, lo que puedes hacer es:
- Validar la emoción. Esto se refiere a ponerle palabras a lo que puede estar sintiendo en ese momento, para que tome conciencia de sus emociones y al mismo tiempo sienta que sus emociones son válidas y no es incorrecto sentirse de determinada manera. Por ejemplo, le podrías decir: “Creo que te sientes furiosa” o “tienes derecho a sentirte enfadada”.
- Diferenciar entre emoción y comportamiento. Cuando hablamos de inteligencia emocional, es importante que aprendan poco a poco a diferenciar entre las emociones (todas son válidas) y las acciones o comportamientos. En este sentido, el mensaje que podemos trasmitir es que respetamos cómo se sienten pero no aceptamos determinados comportamientos. Por ejemplo: “Tienes derecho a sentirte enfadada y lo puedes decir de manera respetuosa.”
- Dar alternativas al comportamiento. En el ámbito de las palabrotas, es fundamental que conozcan otras maneras de expresar sus emociones. Por ejemplo: “Tienes derecho a sentirte enfadada y lo puedes decir de manera respetuosa. ¿Necesitas que te ayude?” Otra posibilidad es darles alternativas de palabras que sean menos malsonantes como por ejemplo: “jolín”, “mecachis”, etc.
Si tu hija utiliza las palabrotas para llamar la atención, lo que puedes hacer es:
- Redirigir la atención de una forma útil, dejando de prestar atención a sus palabrotas y atendiendo únicamente cuando dice las cosas de mejor modo.
- Establecer un acuerdo. En algunas familias, por ejemplo, acuerdan meter una moneda en un bote con cada palabrota que diga cualquier miembro de la familia. Después entre todos y todas deciden qué hacer con ese dinero.
- Indaga en los efectos que pueden tener en otras personas. Reflexionar conjuntamente sobre cómo se pueden sentir otras personas al escuchar esas palabras les puede hacer tomar más conciencia del problema. Así mismo, si se trata de un hábito es recomendable hablar de manera directa sobre las implicaciones que pueden tener ciertas palabras en relación al racismo, machismo, etc.
Por último, aunque no por ello menos importante, es fundamental tener paciencia puesto que en educación no existe el modo de obtener resultados inmediatos.
Beatriz Alonso Sánchez, Pedagoga y psicóloga
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