En ocasiones las personas adultas predicamos con este tipo de frases en nuestro día a día con los niños y niñas: ¡Recoge tu habitación!, ¡Límpiate los dientes!, ¡Tienes que estudiar más!… ¿Y si lo hicieran, pero de forma completamente excesiva?
¿Alguna vez has visto a tu hijo o hija borrar y volver a empezar, borrar y volver a empezar repetidamente sin disfrutar de la tarea, algo que para su edad y nivel ya estaba bien?
¿Sabías que el perfeccionismo no solo se da en la etapa adulta? En la infancia es más común de lo que pensamos y en su polo más extremo puede ser muy perjudicial.
El perfeccionismo en un grado medio es una característica de la personalidad que ayuda a querer mejorar, aumenta la motivación y la autoestima y favorece vivenciar los logros y fracasos de forma adecuada.
En la infancia pueden darse algunas situaciones que fomentan la tendencia al perfeccionismo de los niños y niñas. Algunas cosas que podemos hacer las personas adultas y que, sin querer, aumentan esta característica son:
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Dar elogios únicamente cuando hacen las cosas bien, sin alentar el esfuerzo o el proceso.
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Castigar o penalizar cuando hacen las cosas mal o cuando cometen errores.
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Dar un peso excesivo y centrar las conversaciones familiares en el aspecto académico y escolar.
Por otro lado, las redes sociales tampoco ayudan, ya que se acaban interiorizando las imágenes que se ven como sinónimo de realidad, cuando en su mayoría están llenas de filtros y ofrecen una información muy sesgada.
¿Cuáles son las características que tienen los niños y niñas perfeccionistas?
Algunas de ellas son:
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Tener tendencia a mejorar un trabajo indefinidamente sin poder tomar la decisión de darlo por terminado.
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Vivenciar el éxito y el fracaso de manera extrema.
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Tener un pensamiento de todo o nada.
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Querer tener todo bajo control.
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Organizar sus propias cosas, a veces incluso de una forma excesiva
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Sobrestimar sus errores y subestimar sus logros.
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Agobiarse o sentir estrés por hacer las tareas.
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Ser muy permeables a la opinión de los demás.
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Estar muy pendientes de la valoración que se hace de ellos y sus tareas.
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Presentar una baja autoestima.
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Etc.
Llevado al extremo y sin un acompañamiento adecuado en la edad adulta, pueden llegar a aparecer trastornos de la alimentación, trastornos emocionales, frustración, ansiedad y estrés, entre otros.
Por ello, saber acompañar a los niños, niñas y adolescentes perfeccionistas, es crucial tanto desde casa como desde el entorno escolar. Aquí van algunas ideas sobre cómo hacerlo:
- Alentar el esfuerzo y no el resultado: Los niños y niñas deben entender que hay factores que no podemos controlar y que se nos escapan. Por lo tanto, la idea de alentar el esfuerzo hace hincapié en que muestra ganas de hacerlo bien y en el empeño que ponemos, no en el resultado positivo o negativo. Así, si el peque está ayudándonos a cocinar incidiremos en partes pequeñitas del proceso comentando lo bien que nos lo estamos pasando juntos y lo mucho que estamos aprendiendo; a pesar de que la tortilla se nos queme.
- Metas sí, pero realistas: Descomponer el objetivo en metas más pequeñas y realistas ayudará a los niños a centrarse a corto plazo. Esto facilita la realización de los planes sin que se sientan presionados por alcanzar los objetivos. Si un niño de mayor quiere ser médico, pero ha suspendido biología y verbaliza que nunca llegará a serlo, podemos reconocer la importancia que tiene cada esquema que hace, cada hora de estudio, y cada apunte recogido en clase, ya que eso será lo que le acerque más a su objetivo final.
- Dar espacio a la frustración: Los errores son oportunidades de aprendizaje. Los niños deben aprender a gestionar los fracasos y los sentimientos de desesperanza, ira o angustia que generan esos errores, y debemos dar espacio para que experimenten también esas emociones. Como adultos es difícil ver que se sienten mal, están frustrados, o están tristes por algo que ha sucedido. Dar espacio suficiente a que experimenten esas emociones y sensaciones mientras nosotros estamos a su lado acompañándolos, les ayuda a aprender a gestionar mejor situaciones desagradables o complicadas.
- El humor, que no falte: A menudo los niños no cuentan sus fracasos por miedo a cómo se lo tomará la persona adulta. Anteriormente hemos dicho que dar lugar para que experimenten todo tipo de emociones les ayuda a gestionarlas mejor en el futuro, pero el humor es una herramienta muy potente y de gran alcance. Si los niños y niñas ven cómo nosotros somos capaces de contar una anécdota nada agradable y poder reírnos de ella, aprenderán a banalizar y a ver algunos fracasos con humor.
- Tú, su modelo: Los niños aprenden en gran parte por imitación y a través de explorar el mundo que les rodea. Como adultos de referencia, dependiendo de cómo gestionemos nosotros nuestros propios fallos, errores y fracasos, así interiorizarán ellos algunas conductas. Ante un error analizar la situación de manera que el fallo no sea algo negativo, darle la importancia justa sin hacer un drama de ello, comentar las alternativas que tenemos, centrarnos en la solución y en ver qué cosas hemos aprendido ese error les ayudará a interiorizar que la perfección muchas veces es inalcanzable pero que los errores y fallos sin embargo son algo inevitable.
- Cuentos e historias: Contarles historias realistas o ficticias sobre el fracaso y la superación personal les acerca a un razonamiento más adaptativo y modulable de la perfección. Las historietas personales de nuestros padres y madres siempre son atractivas para los más pequeños, y si además con ellas podemos trasmitir y enseñar es un “gana-gana”.
Leire Lapina Andonegui. Psicóloga Forense especializada en dificultades de aprendizaje en Centro Psicología Bilbao.
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