Un día te casas o te vas a vivir con tu pareja y alguien te dice: “Que la ilusión de este día os dure para siempre” Y no sabes si aquello es un buen deseo o un “mal presagio” Porque quizás, al de un tiempo, la ilusión se va perdiendo y va dejando sitio a “un estar” con más discusiones y reproches, menos planes de pareja juntos, expresiones justitas de afecto y sexo, poco reconocimiento, contados agradecimientos… Hasta que, si no se consigue remontar, se entra en una “travesía” que puede conducir al divorcio. Esta travesía, a veces, discurre por “aguas turbulentas” y otras por “aguas más mansas”. A veces, el proceso es más rápido, otras más lento y, otras, parece no acabar nunca.
Si pensamos en la palabra “divorcio” nos pueden venir a la mente conceptos como problema, duelo, despedida, conflicto, fracaso, dificultad…Y también nos pueden llegar al corazón emociones, como ira, tristeza, culpa, miedo…Si lo miramos desde otro enfoque también pueden llegar ideas como alivio, liberación, oportunidad, reto, aceptación, cambio… Y emociones como curiosidad, calma, seguridad…
Pasar por un divorcio siempre es difícil porque supone un duelo. Un duelo en el que hay que despedirse de un “formato” de relación con una persona “especial” con la que habíamos creado un vínculo de confianza, de afecto, de intimidad, de sexualidad, de vida… Sean cuales sean los motivos, siempre hay un dolor de fondo por la ruptura y la despedida. (con la expareja, con uno mismo, con la vida, con las circunstancias, con esa persona “gafe” que nos deseó ilusión para toda la vida…) Poder elaborarlo para no quedarnos estancadas ahí y mirarlo como un reto es fundamental y ¡qué difícil!
Cuando una pareja que se separa tiene hijos, aún es más necesario, si cabe, poder hacer esta travesía con cierta “calma”. Por varios motivos:
- -Las niñas son muy susceptibles a todos los cambios que rodean su vida. Si además, éstos tienen que ver con sus figuras de apego y el funcionamiento familiar, aún más.
- -Los niños son “esponjas” que absorven a través de su cuerpo los comportamientos y las emociones desagradables que hay en el ambiente familiar, contagiándose de ellas. Además, para no sentirse tan indefensos y, desde su egocentrismo, pueden sentirse “culpables” de lo que ocurre.
- -La pareja, aun estando separada, va a tener que seguir siendo un equipo p/marental para educar a las hijas. Cuanto mejor se lleve el proceso de divorcio, más fácil será lograr esto luego.
Los niños y niñas, en general, suelen adaptarse a los cambios. En el caso de un divorcio, si éste se lleva más o menos bien, también lo harán. Tendrán sus necesidades, inquietudes, preguntas, y emociones desagradables, de cualquier forma, y habrá que tratar de crear un clima para poder atenderlas de la mejor forma posible.
Es verdad que a veces nos encontramos inmersos en divorcios en los que el grado de conflictividad puede ser un poco alto con discusiones frecuentes, intensas, amenazantes, culpabilizadoras, en las que se mete por medio a las hijas … Estas situaciones, como plantea la psicóloga de la Universidad de Deusto, Ana Martínez Pampliega, pueden afectar a nuestra tarea como padres y madres ya que podemos perder capacidad para percibir las necesidades de las hijas, pueden disminuir las expresiones de afecto, los momentos de comunicación eficaz, la supervisión de hábitos o normas, el uso del sentido del humor… Esto a corto plazo crea estrés y emociones desagradables en los niños. A medio plazo, si no se ayuda a gestionarlo, ansiedad y malestar emocional. Este malestar lo pueden expresar con conductas agresivas, disruptivas o regresivas, problemas escolares de concentración y rendimiento, dificultades en sus relaciones interpersonales, trastornos del sueño, de la alimentación u otros… A más largo plazo, puede haber un fondo de miedo al abandono, miedo al fracaso, depresión…
La otra cara de la moneda es la que nos contaba una madre joven en un taller de crianza: “Mi infancia y adolescencia fueron como fueron. Las cosas entre mis padres iban mal. Había muchas discusiones, gritos, reproches…había mucha tensión…siempre estabas esperando a que saltara “una tormenta”. Llegó un día en el que se separaron y pudimos respirar. A ver, a mi hermano y a mí nos dio pena, lloramos y esas cosas… Pero nos liberamos, pudimos tener tranquilidad y estar a nuestras cosas. Yo sé que tampoco se lo puse fácil a mis padres porque fui una adolescente peleona… Pero mis padres, a su manera, consiguieron llevarse lo suficientemente bien y ponerse de acuerdo en cosas. Por ejemplo, para no dejarme hacer algunas cosas… y ¡menos mal! que lo hicieron… Nunca sentí que mi familia estuviera “rota” porque se hubieran divorciado, sólo que éramos una familia de otra forma. Y yo me he sentido muy querida…”
Como dice la psicóloga Lorena Méndez, “además de lidiar con el propio dolor y transitar por las diferentes fases del duelo, en el divorcio debemos hacernos cargo del bienestar de los hijos e hijas, teniendo que tomar una serie de decisiones que son importantes. Cuanto más conflictiva sea la separación, mayor nivel de sufrimiento, que suele interferir en una buena toma de decisiones. Cuando nos encontramos invadidos por las emociones, nuestra capacidad de razonamiento se nubla y resulta más complejo tomar buenas decisiones. En este clima, los progenitores hemos de llevar a cabo un gran esfuerzo para poder centrarnos en lo más importante, los hijos e hijas y su bienestar”.
Y en este sentido, las personas expertas nos encaminan a tener en cuenta algunas claves que sí ayudan y otras que no ayudan en general en los procesos de separación y divorcio:
–SÍ AYUDA: Poner la mirada en nuestros hijos e hijas y sus necesidades, tratando de priorizar su bienestar frente a otros aspectos. NO AYUDA: Manipularles o usarlos, consciente o inconscientemente, para vengarme de mi expareja o demostrar que yo sé más, soy mejor o tengo razón.
–SÍ AYUDA: Tomar conciencia de que siempre seremos equipo de p/madres aunque no seamos pareja y tendremos que comunicarnos y llegar a acuerdos mínimos por el bien de nuestras hijas. NO AYUDA desvalorizar, juzgar o criticar a mi expareja delante de mis hijas (es alguien importante para ellas y no podemos meterlas en una lucha de bandos) Para ello, será necesario haber podido perdonarse y dejar el rencor atrás. (y no siempre es fácil).
–SÍ AYUDA: Seguir manteniendo cierta constancia de hábitos, espacios, actividades… (vivienda, colegio, grupo de iguales, lugares de ocio …) Incluidos dos aspectos básicos: expresar el afecto y mantener unas normas de autocuidado y cuidado mutuo (si son compartidas por todas las partes mejor). NO AYUDA: Tratar de “ganarse” a los hijos o “expiar culpas” dejando de poner normas, haciendo regalos u otras. La clave está en tener disponibilidad para expresarles el afecto de forma natural, escuchar sus inquietudes y ayudar a gestionar sus emociones.
–SÍ AYUDA: Poner conciencia a nuestras emociones y elaborarlas personalmente. Esto no excluye poder explicitar en un momento de una forma adecuada nuestra tristeza ante nuestros hijos. NO AYUDA: Perder el control, desbordarnos o mezclar nuestras emociones con las de ellos. Tampoco crear roles extraños para ellos (hijos que acaban siendo consoladores, abogados defensores, espías, mensajeros o mediadores entre sus padres/madres).
–SÍ AYUDA: Facilitar que nuestros hijos puedan poner palabras a sus emociones (miedo, tristeza, culpa, enfado…), sus inquietudes ante el futuro, sus fantasías sobre la vuelta de la relación… y recogerles en ello. Y estar atentas a cómo pueden expresar sus malestares y apoyar desde casa o con ayuda externa. NO AYUDA: Hacer como que no pasa nada y que todo se resolverá porque los niños son “muy resilientes” (tienen resiliencia pero hay que potenciarla).
–SÍ AYUDA: Pedir apoyo a personas de nuestro entorno para la logística nueva y para tener un sostén emocional. Incluso poder pedir asesoramiento para impulsar todo lo que hemos ido viendo. Hay servicios psicoeducativos, terapéuticos, de Mediación Familiar… NO AYUDA: Quedarnos en soledad, sentir que es una deshonra, no elaborar lo que se está viviendo, no fijarse en cómo los niños expresan su malestar y no atenderlo…
Podemos tener en cuenta todo lo anterior e incluso podemos estar en disposición de querer hacerlo bien, estar en cierta calma, tener cierto entendimiento…Pero el “maremagnun” en el que estamos metidos, las complicaciones del estrés del día a día, nuestra falta de experiencia en este tipo de procesos, nuestro desconocimiento de cómo hacer las cosas en concreto… puede hacer que sea necesario un asesoramiento. Y pedir asesoramiento es una de las primeras competencias que hemos de tener como padres y madres y es un signo de inteligencia y amor.
Apúntate a Egokitzen
En este sentido, Egokitzen (adaptándonos) es un programa de carácter preventivo que intenta ayudar a padres y madres separadas a desarrollar conocimientos y habilidades apropiadas para minimizar el estrés de los hijos/as, derivado del divorcio y lo que este proceso conlleva. Se constituye como un grupo psicoeducativo, de aprendizaje de habilidades y estrategias concretas y es una intervención breve que, además de permitirles reflexionar, ofrece pautas concretas de actuación que faciliten la transición hacia un nuevo funcionamiento familiar más satisfactorio para todos/as. Sin embargo, Egokitzen no es un grupo terapéutico en el que se abordan dificultades emocionales específicas de la persona o problemas concretos de custodia o conflictos con el ex-cónyuge.
Este programa trabaja con dos grupos diferenciados, uno de padres y madres que estén en proceso de separación o ya separados/as, que no convivan desde hace seis meses, y un grupo de niños y niñas de 8 a 12 años, hijos de los padres o madres que participan en el programa.
Podéis animaros a participar o a pedir más información escribiéndonos un correo electrónico a bbkfamily@bbk.eus, y una vez que os pongáis en contacto os explicaremos con más detalle el programa, el procedimiento para participar y las condiciones. Este programa se realizará en Bilbao (Bizkaia).
Para acabar, recordamos unas palabras de Anna Mascaró: “nuestros hijos e hijas no se van a quedar con las palabras que hemos utilizado en la separación, sino el “desde dónde” les vamos hablando. Tenemos que intentar enfocarnos en que la separación sea amistosa, donde podamos reconocer lo que sí salió bien y lo que compartimos, y más allá de las diferencias, algo mayor nos unirá para siempre, los hijos e hijas.” Todo un reto.
Begoña Ruiz, psicóloga
Ana Martínez Pampliega nos cuenta en este vídeo en qué consiste el programa Egokitzen
Materiales de la mediateca de BBK Family relacionados con el tema que te pueden servir de ayuda
Guía para padres y madres en situación de separación y/o divorcio
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“En las separaciones si no partimos del perdón, nuestro odio y nuestra rabia serán lo que vivan nuestros hijos e hijas”
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Charla Cómo separarse bien de Anna Mascaró para BBK Family