¿Qué hora límite para volver a casa por la noche le pongo este verano? (o en otra época)

Ama, este verano me dejarás quedarme por lo menos hasta la 01:30. Que ya soy mayor. Que no pasa nada, que vamos a estar todas juntas…” “Aita ¿puedo salir a la calle después de cenar? Que les dejan a todos mis amigos y soy el único que se queda en casa…”

Hay momentos, sobre todo a determinadas edades, en los que lograr estar más tiempo en la calle por la noche puede ser un “objetivo prioritario” de nuestras hijas. No siempre es así. En cualquier caso, puede ser un motivo recurrente de queja, discusión e incluso “chantaje” ¿Qué criterios objetivos podemos seguir para establecer el horario de vuelta a casa?

Si estás pensando encontrar en este artículo una tabla con los horarios recomendados para la vuelta a casa por edades y basados en evidencia científica, ¡mala suerte! No va a ser así. Pero espero que sigas leyendo unas líneas más.

¿Por qué o para qué quieren salir por la noche?

Salir por la noche cubre las necesidades en muchos chicos de: continuar socializándose y formar parte de su grupo, ampliar el tiempo de ocio y disfrute con los alicientes concretos de la noche, abrir sus tiempos y espacios de exploración atreviéndose con la oscuridad, autoafirmarse como personas adultas…Desde emociones como la curiosidad o la alegría y como una forma de mostrar valentía frente a ciertas inseguridades.

Ante esto, las madres nos seguimos encontrando con la necesidad de ser responsables con su crianza, tratando de equilibrar su protección y su autonomía. Podemos vivirlo con alegría y curiosidad…También con cierto miedo a lo que pueda pasar, cierta tristeza porque se hacen mayores o cierto fastidio por los inconvenientes que nos puede suponer. Y, quizás, una pizca de envidia.

Si no podemos contar con una tabla orientativa de horarios, condiciones a poner y frases a decir… ¿Qué nos puede ayudar?

PUNTO DE PARTIDA: ES INTERESANTE PONER UNA HORA LÍMITE

Entre otras cosas, para que tengan ganas de romper ese límite. Puede parecer una broma pero no lo es tanto.

Las rutinas, hábitos, normas y límites están al servicio de ayudar a nuestras hijas en varios sentidos: cuidar su salud, crear marcos de seguridad, entrenar la regulación (control de impulsos, gestión emocional, elaboración de la frustración…), afrontar retos progresivos de autonomía y responsabilidad, desarrollar capacidades prácticas para la vida, favorecer la convivencia desde el autorrespeto y respeto mutuo…Para ello, los límites han de ser claros, concretos, explicados, coherentes, adaptados, trabajados desde un modelo de disciplina positiva. Los chicos tratarán de saltárselos para conseguir lo que desean o, por ejemplo, más claramente en la adolescencia, como una forma de autoafirmarse frente a sus adultos de referencia.

Establecer el horario de llegada y trabajar algunas cuestiones relacionadas con las salidas nocturnas ayudará a favorecer su descanso, abordar hábitos sanos, desarrollar un autocontrol, crear condiciones de seguridad en las salidas, potenciar habilidades de planificación y gestión del tiempo y es un intento de combinar sus necesidades de diversión y autonomía con nuestra propia necesidad de cuidarles y descansar también.

Lo realmente significativo no es tanto precisar una hora (con sus minutos y segundos) sino poder trabajar con las chicas algunos aspectos para su cuidado, seguridad y capacitación.

Vale, pero… ¿Qué cosas tengo que abordar más allá de la hora? ¿Siempre la misma? ¿La negociamos? ¿Voy ampliando horario? ¿Hasta qué edad?  Vamos a pensar sobre ello:

2) CONSIDERAR ALGUNOS ASPECTOS

  • Contexto en el que estamos.

Puede no ser la misma la hora de llegada durante el curso escolar entre semana que en vacaciones.

Puede influir también dónde estemos. Por ejemplo, si el clima del lugar hace que salir antes de las 19 hs en verano conlleve un riesgo de insolación, tanto las personas adultas como menores de edad pueden necesitar alargar más la noche para relacionarse, hacer cierta actividad física…

También es diferente estar en un pueblo o camping pequeño habitual en el que nos conocemos todos que estar en una ciudad, en una zona peligrosa o salir a otros pueblos o barrios más alejados.

Si el plan es estar en una casa cercana con sus amigos viendo una peli o un partido de fútbol es distinto al plan de ir a una verbena o concierto multitudinario lejos y con práctica de botellón.

Estos factores pueden condicionar la hora pero, sobre todo, las cuestiones que habremos de abordar con ellas.

  • Sus experiencias previas de exploración.

Un chico que ha tenido experiencias de socialización y exploración progresivas previas (ir al cine, ir al entrenamiento deportivo, estar en cumpleaños, coger transporte público, moverse por la ciudad…) puede tener, a priori, un reservorio de habilidades que le pueden ayudar también por la noche en algún sentido. Mientras que un chico que no ha salido de casa o su socialización ha sido por la videoconsola puede sentirse más perdido al principio.

  • Edad o etapa madurativa

La edad es una referencia pero lo más relevante es la madurez: qué valores pone en práctica, qué herramientas tiene para cuidarse, cómo se desenvuelve ante los problemas, cómo aprende de sus errores, si es consecuente con sus actos, qué pequeñas decisiones es capaz de ir tomando, cómo es su capacidad de autocontrol, cómo gestiona el tiempo…Teniendo claro, también, que esperar a tener un hijo “perfectamente responsable” para dejarle salir puede ser irreal y ,además, puede ser contraproducente.

  • Grupo de amigos

Podemos ir conociendo, preguntando o “salseando” con quiénes se mueve, si tiene amistades nuevas, qué perfil de madurez tienen, qué hábitos, qué dinámicas, qué estilo de relacionarse… Podemos posibilitar el encuentro con algunas amigas, conocer o contactar con sus padres, abordar la presión de grupo con nuestros hijos…

A veces, no les gusta que les preguntemos por sus amistades (sobre todo si hacemos interrogatorios o no somos honestas) pero es interesante explicarles que es importante para nosotras tener algo de información sobre ellas. No para juzgar o hablar mal sino para poder conocer un poco más su mundo, estar al tanto y cuidarles.

3) VALORAR ALGUNAS DIMENSIONES 

  • ¿Negociar?

Es probable que nuestras hijas sean capaces de entrar al “regateo” noche tras noche por 5, 10, 15 minutos si les dejamos. Y eso es un poco exasperante.

En la crianza, según qué temas y en qué etapas madurativas, podremos negociar menos o más con nuestras hijas. La hora de llegada y algunas condiciones sobre las salidas nocturnas podrían formar parte de una negociación en algunos casos y etapas. Considerando que:

  • Podemos negociar la hora pero, sobre todo, aprovechar para abordar cuestiones de cuidado, seguridad, responsabilidad…
  • Será interesante establecer o negociar una hora fija para un periodo de tiempo más o menos amplio (por ejemplo, el verano) También podremos abordar situaciones especiales (si vamos a algún lugar diferente de vacaciones, si hay un evento especial, ante alguna circunstancia familiar …) Pero siempre con ciertos criterios para que no haya que estar todos los días negociando.
  • Podemos empezar recogiendo su propuesta y el por qué considera que es adecuada. Que busque criterios para justificar esa propuesta o qué puede ayudar a tenerla en consideración. Que nos aporte sus ideas de cómo va a controlar el tiempo, qué puede ayudar a la seguridad, qué éxitos anteriores de responsabilidad ha tenido, cómo ha aprendido de errores, cómo va a afrontar algunas prácticas…
  • Tenemos que saber cuáles son las líneas rojas que no podrán negociarse, su sentido y poder explicarlas.
  • Si queremos poner consecuencias si no cumplen con lo establecido o acordado ha de ser antes de que eso pase. Deben ser ajustadas y relacionadas con el tema y debemos avisar de qué forma lo supervisaremos y abordaremos. (y luego hacerlo, claro)
  • Sería interesante que si hay más de una persona haciendo la crianza, podamos llegar a unos acuerdos más o menos compartidos en esto también.

Es necesario tener en cuenta y validar sus argumentos y explicar también los nuestros. Y podremos llegar a un acuerdo total, parcial o no acuerdo. Y es que quizás en algún momento dado tengamos que decir algo así como “Entiendo tu propuesta y la has explicado bien. Creo que esa parte que has dicho de …  es muy oportuna. La hora que propones no me parece. Entiendo que tienes un montón de ganas de quedarte hasta … Puede que tú opines diferente y siendo así, te quiero cuidar y para ello considero que la hora de llegada y las condiciones …Entiendo que otras madres lo hagan de otra forma. En mi caso…”

  • ¿Dar flexibilidad?

Tener una rutina y una continuidad en el horario da seguridad, facilita la organización familiar, ayuda en la estructuración mental y puede evitar tener que discutir, negociar o abordar continuamente el tema.

Sabemos también que cierta flexibilidad es necesaria y nuestros hijos han de aprender a considerarla como una habilidad de vida. En el caso del horario y elementos para las salidas nocturnas podemos tener en cuenta situaciones especiales que podrían ampliar un poco el horario de llegada. Por ejemplo, puedo considerar que la hora de llegada oportuna son las 23.00 hs pero si el resto de sus amigas vuelve a las 23.30 hs quizás sea interesante que pueda quedarse un poco más y venir acompañada. Quizás haya una cena, verbena, fiesta o concierto especial un día y se pueda alargar.

Puede ocurrir que traten de ponerse de acuerdo para mandarnos a las madres el mismo mensaje de que “es que al resto le dejan más” para que todas acabemos dejándolas media hora más. O que aparezcan fiestas y cosas especiales todos los días, por ejemplo, en verano. Que suceda esto puede formar parte de la “picardía” o “agenda intensa” en ciertas edades. Podemos entenderlo y también podemos pedir honestidad, poner unos límites “tope” de número y horarios para cosas especiales, hablar con el resto de madres y padres, establecer criterios para la flexibilidad y no flexibilidad…

  • ¿Ir aumentando progresivamente?

Según la edad y, sobre todo, la etapa de madurez podremos ir aumentando el tiempo de estar fuera en general o en ocasiones especiales (dentro de un límite) Pero no de día a día. Sino de un periodo de tiempo a otro. Podremos hablar de esto con ellos y relacionarlo con el avance de su madurez, con cómo van cumpliendo, cómo van haciéndose más responsables, cómo van ganando capacidades, cómo se sigue manteniendo una seguridad …

Esto les da la sensación de crecimiento, les reconoce la responsabilidad, les afronta a retos progresivos y “no quema cartuchos” de una sola vez. Es decir, que podremos ir aumentado el horario de un verano a otro, por ejemplo. Más extraño y confuso podría ser pasar de dejarles llegar a las 21:30 hs a automáticamente a las 06:30 hs todos los días.

  • Herramientas para facilitar la seguridad

Hay algunas cuestiones que pueden ayudar a dar seguridad  y confianza a sus salidas y regresos nocturnos y podemos establecerlas o pueden formar parte de una negociación en un momento dado .Por ejemplo, tener información de a dónde irán y con quiénes, saber un poco el plan que llevan, tener un teléfono de alguna amiga suya por alguna urgencia (habrá que pedir permiso a esta amiga y a sus padres para tenerlo) volver con amigas a casa, coger un transporte público para volver, llamar o responder a una llamada a cierta hora, llamar cuando vengan para casa, estar nosotros cerca de donde están, ir a buscarles a algún sitio, que nos confirmen que han llegado a casa…

Algunas de estas condiciones las pueden vivir como un exceso de control. Siendo así, introducir alguna puede ayudarnos a hacer cierta supervisión y cuidado (y en este sentido se lo explicaremos) Sería interesante, por otra parte, “no pasarnos” y acabar pidiéndoles que no salgan nunca o que salgan con una armadura o dentro de una burbuja o con nosotras pisándoles los pasos. Conjugar elementos facilitadores de la seguridad con mostrar confianza y autonomía va a ser el gran reto.

Es verdad que el hecho de que nuestras hijas salgan por la noche nos puede asustar o “incordiar”. Y es necesario plantearles e invitarles a aprender, igual que durante el día, cuestiones de autocuidado, cuidado mutuo, seguridad, salud … que iremos trabajando. Pero sin caer en darle una mirada terrorífica a la noche en sí y poder abordar con nuestros hijos también alguna conversación sobre cosas divertidas, anécdotas…que hayan podido vivir por la noche. Es una forma de legitimar que es posible disfrutar de una manera sana dentro de un encuadre seguro y unos límites y de abrir el canal de comunicación para cosas “simpáticas” y otras menos “simpáticas”, que les preocupen, les den miedo, no les gusten…Crear una confianza para que puedan compartir (lo bueno y lo malo) es importante.

Por otra parte, facilitar la seguridad involucrándonos en ir a buscarlas, que nos despierten al llegar, recibir o hacer llamadas… puede ir en contra de nuestro propio descanso. Tendremos que valorar cómo equilibrar esto también. Quizás podemos repartirnos esas “tareas” en casa o con otros padres, poner algunos medios facilitadores…También podemos considerar que en algún momento las chicas puedan recibir un no a algún plan especial porque requiere de nuestra presencia o disponibilidad y no podemos por agotamiento o porque se cruza con otros planes propios de trabajo o de autocuidado.  El “no” también forma parte del crecimiento.

De la misma forma, podemos preguntarnos hasta cuándo poner un horario de llegada. Esto también es relativo a la madurez, al proceso que han ido llevando, a otros condicionantes…En cualquier caso, a un chico de 23 años igual ya no le podemos “obligar” a una hora límite. Pero sí podemos mostrar disponibilidad para escuchar o ayudar sobre alguna cuestión que pueda surgirle, abordar cuestiones de seguridad durante las salidas…Si sigue viviendo en nuestra casa (lo suyo sería que ya no pero…) sería necesario marcar unas normas de convivencia en general y para cuestiones como: poder avisar si le pasa algo y requiere ayuda por la noche, llevar llaves y no tocar el timbre al llegar, no hacer ruido al llegar a casa o seguir contribuyendo al cuidado de la casa con las tareas domésticas al día siguiente.

  • ¿Y si no cumplen el horario?

Al establecer o llegar a un acuerdo sobre el horario y otras cuestiones relacionadas con las salidas nocturnas, nos tocará hacer cierta supervisión. De cualquier forma, cuando llegan tarde:

  • Alegrarnos y mostrar alivio de que han llegado.
  • Expresarles nuestro malestar, preocupación y la necesidad propia de que hubieran llegado a la hora o avisar. ¿Qué necesitamos? ¿Qué nos gustaría para otra vez? ¿Qué puede hacer la próxima vez? ¿Cómo ha logrado cumplir otros días?
  • Darles la opción de escucharles por si hay algo que necesitan contar que les haya pasado y emocionalmente lo necesiten. (en ese momento o al día siguiente)
  • Si hemos establecido consecuencias de antemano si no cumplen, tendremos que ponerlas en marcha. Pero hablaremos de ello y otras cuestiones que pudieran llevar a una “discusión” al día siguiente
  • Abordar, dejando el “grueso” para el día siguiente, posibles motivos que les han llevado a llegar tarde u otras cuestiones que hayamos podido ver (la ropa huele a tabaco, vienen en estado de embriaguez, nos han contado que les han dejado “tiradas”…) Habremos de hacerlo desde un modelo de comunicación eficaz.
  • ¿Y al final del verano?

Una de las cuestiones que podemos tener en cuenta cuando se va acabando el verano es que hay que cambiar el ritmo de actividad, rutina, horarios de descanso y sueño… Lo ideal sería que pudieran ir haciendo un proceso de adaptación en el que unos días antes de empezar el curso o sus tareas fueran recuperando medias horas de ir a dormir antes. Pero, sinceramente, plantear esto a una adolescente puede recibir una mirada de: “¿Qué me estás contando?” Aun así sería interesante plantearlo.

Y esto enlaza con algo importante. A veces, nos agotamos con la “pesadez” que tienen los chicos con el horario de salida, los planes u otras cosas. Recordemos nuestra propia adolescencia o qué echamos en falta de ella o qué tratamos de compensar después. Por entenderles. Y, entendiéndoles, poder seguir con ese acompañamiento que requiere aún de mucho afecto, presencia, dejarles que se vayan enfrentando a retos y poniendo algunos límites (para favorecer seguridad, pensamiento crítico, elaboración emocional, habilidades de negociación… o, simple y complejamente, para que intenten saltárselos…)

Bego Ruiz, psicóloga

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