Foto Diana - copyright @elenayelsol

“Las madres queremos arreglarlo todo en el momento, pero tenemos que aprender a esperar”

¿Sabrías cómo reaccionar si tu hijo te pillase en una situación comprometida? ¿Y si te faltase dinero en la cartera y creyeras que ha sido tu hija, qué harías? A estas y muchas más preguntas responde en su libro AdolescenteZ de la A a la Z Diana Al Azem, profesora de Secundaria, nominada por los premios Educa Abanca como Mejor Docente de España 2022, y fundadora del portal Adolescencia Postiva para ayudar a educar a adolescentes de forma consciente y constructiva. En BBK Family hemos querido entrevistarla para que nos dé algunas claves que nos ayuden a acompañar a nuestros hijos e hijas durante esa etapa.

Diana, en el prólogo de tu libro escrito por Ana Paradela, profesora y redactora especializada en educación, ella dice que a menudo escucha esta frase: “Nuestros padres no se formaron y no hemos salido tan mal”. A lo que responde que es cierto que no se formaron, pero que ni nos educaron para el mundo de hoy, ni tienen todas las respuestas educativas.

De hecho, nuestros padres y nuestras madres tampoco nos enseñaron a hablar de nuestras emociones.  Y la prueba de esta cierta represión de las emociones es que cada vez hay más personas adultas que tienen que tomar antidepresivos, y, obviamente, eso es por alguna razón.

Así que es verdad que mucha gente piensa que, a priori, no ha salido tan mal, “tengo mi carrera, mi trabajo…” pero es que la vida no es solo carrera y trabajo, o que tengas una casa, un coche y una pareja, se trata también de que tú te estés mirando por dentro, te estés cuidando, estés siendo compasiva contigo misma.

El no saber gestionar las emociones ha hecho que mucha gente de entre 40 y 50 años tome antidepresivos”

Muchas personas de nuestra edad no se atreven a ser asertivos, y se tragan las cosas. Por ejemplo, si su jefa le dice que se quede hasta las diez de la noche, se queda. No sabemos poner límites aun siendo personas adultas, sobre todo con quienes creemos que tienen más autoridad que nosotras. Y como he dicho antes,  la prueba irrefutable es que cada vez hay más personas entre los cuarenta y los cincuenta que tienen que estar medicándose con antidepresivos, así que algo está pasando.

Volviendo a la educación de ahora, en tu libro dices que no se educa a base de recetas, pero que cada obstáculo educativo puede resolverse volviendo a lo fundamental, a principios básicos que rigen la educación, con una combinación justa de libertad y firmeza.

Sí, pero también es cierto que muchas personas confunden la educación democrática con la permisividad. De hecho, hay madres que me dicen: “pero si yo le doy su espacio, hablo con él y le escucho, pero me falta mucho al respeto”. Y yo les digo que es muy importante poner límites porque no se trata solo de que haga lo que quiera, de que se exprese, que está muy bien, sino que nosotras también tenemos que poner límites y normas, porque los límites también sostienen a los y las jóvenes.

Si cuando tú te sacas el carné de conducir, nadie te da unas normas básicas de circulación, vas a ir como una loca por la carretera, y gracias a esas normas que tenemos hay un orden en la circulación. Pues lo mismo pasa con la sociedad. Si no enseñamos a nuestros hijos e hijas unas bases de comportamiento, estarán perdidos, igual que si estuviéramos en mitad del desierto con un coche.

También recalcas que hay que ayudar a los y las adolescentes a saber cuáles son sus pasiones para que sean capaces de trabajar en ellas y contribuyan a la sociedad.

El sistema educativo que tenemos premia solamente a aquellas personas que saben estudiar o que se les da bien memorizar una serie de materias, y no se premia a aquellas personas que a lo mejor son perseverantes en el deporte o que son constantes aprendiendo a tocar un instrumento. De hecho, las habilidades sociales en un centro de secundaria muchas veces son mal vistas, porque claro, esas habilidades sociales hacen que los chavales y chavalas quieran estar todo el rato hablando con otras personas. Se mueven más, cuentan chistes en mitad de la clase…. Eso al profesorado molesta. Y se castiga de alguna forma a quien tiene habilidades sociales porque lo que queremos es que esté sentado en su silla quietecito y atendiendo a la pizarra, y no armando follón en clase.

La sociedad está marcada por las personas a las que se les da bien estudiar, y padres y madres están más pendientes de las notas de los exámenes y de las asignaturas, que, de buscar el talento y las habilidades de sus hijos e hijas, que pueden ser, como ya he dicho antes, deporte, música, arte o habilidades sociales. Padres y madres debemos empezar por premiar esas otras habilidades que tienen, que a lo mejor no están relacionadas con los resultados escolares.

Hablando de padres y madres, en el libro dices que a veces parece como que sobramos. Y haces esta pregunta “¿tengo que aceptar que no aguanto a mi adolescente y no hacer nada?”

Lo que sí que tenemos que entender es que los hijos e hijas se tienen que ir alejando poco a poco de nosotros. Es decir, yo conozco muchas madres que cuando ya los hijos e hijas empiezan a salir con su cuadrilla, sienten celos porque ya no le prestan atención. Y dicen que ya no les obedecen o que ya no vienen corriendo hacia ellas para darles un abrazo.  Parece que hay que suplicarles el afecto. Pero padres y madres tenemos que aceptar que ya no son esos niños o niñas pequeñas que nos ven como superhéroes/superheroínas, sino que ahora ya tienen a su tribu, a sus iguales, que esto es absolutamente normal y beneficioso, porque si no lo hicieran se estancarían y te aseguro que luego es más complicado que hagan su vida y que se independicen y sean autónomos. Nos toca aceptar que los hijos e hijas tienen que ir saliendo del nido.

Aceptar que se van y también cuidarnos…

Sí, porque se puede dar el caso de lo que se llama el síndrome del burnout. Esto es una respuesta que tiene nuestro organismo, que puede ser un cansancio físico o mental, y que a diferencia del burnout laboral, que también existe, el paternal, o maternal no tiene fines de semana, ni vacaciones, ni puede dimitir de su rol, ni puede coger una baja, por lo que afecta más que el laboral. Una de las causas que lo produce es el no darse tiempo a una misma, a cuidarse, a realizar los hobbies que una quiere a hacer, como hacer deporte, salir con las amigas a tomar algo. Muchas veces estamos saturadas, incluso hay madres que confiesan que ya no disfrutan de su rol porque ya no soportan ni sentarse en el sofá a ver una película con su adolescente, tienen un distanciamiento afectivo con sus hijos e hijas.

Todo esto se produce por varias causas, el no cuidarse es una de ellas. Suelen ser padres y madres muy perfeccionistas o que a lo mejor la relación con la pareja no está bien o no tienen una red de apoyo que le ayude a sobrellevar esto, por eso yo tengo el programa “el círculo de la armonía familiar”, porque a veces hace falta una red de apoyo con quien confesarse, donde te cuenten también los problemas otras personas y tú veas que lo tuyo no es tan grave…Ese círculo, esa red de apoyo también es muy importante. Y respecto al autocuidado, hay que dedicarse un tiempo al día.

También comentas en el libro que tenemos la costumbre de pensar mal de los y las adolescentes, en vez de confiar. Imaginamos lo que va a pasar si no…

Así es, pero es verdad que nos bombardean con tantas noticias trágicas en la televisión y en los medios de comunicación en general, que tenemos miedo de que nuestros hijos e hijas acaben igual. No obstante, si les hemos dado una buena base educativa, si hemos estado acompañando, si hemos estado dando permiso para que ellos y ellas también se expresen en casa, y no hemos sido los las típicas madres o los típicos padres autoritarios que no dejan expresar emociones ni sentimientos a sus hijos e hijas, o incluso dar su opinión sobre una decisión familiar que haya que tomar, no tenemos por qué tener ningún miedo. Por eso creo que hay que confiar en que ellos y ellas van a saber buscar sus propias metas, su camino.

Sobre expresar las emociones, tú has elaborado un decálogo muy interesante para acompañar las emociones del o la adolescente y no morir en el intento.

Sí, dentro de ese decálogo hablo de que en la adolescencia odian los cambios, las sorpresas y que necesitan que les anticipemos las cosas. Es decir, si hemos quedado con la familia la semana que viene, hemos de decírselo con antelación, para que sepan que no pueden hacer planes ese día. En el fondo, no contar con ellos y ellas también daña su autoestima de alguna forma porque no se les está teniendo en cuenta.

También, como he dicho al principio, parece que solo vemos una nota académica y tenemos que ver a las personas que hay detrás, cuáles son sus fortalezas, sus debilidades, en qué momentos podemos acompañarlos, en qué momento sabemos que va a salir solo o sola para adelante.

Otro punto importante es que cuidemos siempre su autoestima. Y esto se hace no etiquetando. Cuando nos vienen a contar algo no podemos decirles que eso es una tontería, de hecho, cuando nos vienen a contar cosas de sus amigos o amigas y les decimos que es una chorrada les duele mucho.

Asimismo, hay que enseñar al o a la adolescente a pararse antes de reaccionar. Aunque esto únicamente lo podemos hacer si también somos capaces de parar antes de reaccionar. Algo que nos pasa mucho a las madres es que queremos arreglar las desavenencias en el momento, si veo que mi adolescente está enfadada, quiero arreglarlo ya. Pero tenemos que aprender también nosotras a dejar que esa emoción pase. “Ahora mismo está enfadada, no se puede hablar con ella, no atiende a razones, voy a esperar, no hace falta que resuelva esto ya mismo, lo puedo resolver mañana. Voy a escuchar lo que tiene que decir, pero mañana vuelvo a hablar con ella y le vuelvo a plantear, que lo que ha hecho no me ha parecido bien”. Con lo cual padres y madres somos quienes tenemos que dar ese ejemplo de parar para reflexionar, y les podemos decir, “mira, hoy no me veo capacitada para responderte a esta cuestión, lo hablamos más tarde o mañana”.  Y así, siendo su ejemplo, siempre es la mejor manera de que aprendan.

No hay que tomárselo como algo personal

Sí, así es, porque esto lo hacemos mucho también. Cuando se enfada o, por ejemplo, cuando vienen del Instituto, y le preguntamos qué tal le ha ido y nos responde “déjame”, tú le dices, “yo estoy siendo amable contigo, ¿por qué me contestas así?” Y quizás le han puesto un castigo en clase o acaba de suspender o su mejor amigo ha dejado de hablarle. Por lo tanto, no nos tenemos que tomar sus actitudes en modo personal.

Es importante respetar sus emociones sin minimizar, sin esconderlas, ni tratar de repararlas. Esto es un poco lo que hemos hablado antes de que nosotras negamos las emociones porque nos han enseñado a no llorar, porque lo que nos pasa es una tontería, o “no tengas miedo, venga, que no pasa nada”.

Tenemos que enseñar a gestionar esas emociones, es decir, a la hora de reaccionar o de dar respuesta a esas emociones. Si mi hijo está enfadado y se defiende insultando, por ejemplo, tenemos que validar la emoción del enfado. “Entiendo que estás enfadado, es normal, ves que esto es injusto, pero yo no te voy a permitir que me insultes, así que vamos a buscar otra forma en la que tú puedas mostrar tu enfado sin tener que atacarme a mí”. Se puede retirar un momento a su habitación, coger un papel y luego lo estrujarlo. Vamos a buscar métodos en los que nuestro hijo o hija puedas expresar su emoción pero sin que llegue a atacarte.

Respetar tus propias emociones, nombrarlas y dar espacio para vivirlas sin ofender a otras personas es vital. Como he dicho antes, somos los primeros que tenemos que dar ejemplo, si no, si yo estoy enfadada y me pongo a gritar como una posesa, es lógico que mi hijo o mi hija responda de la misma manera.

Y aprender a respetarles…

También es importante que posterguemos los comentarios sobre su reacción. Si en el momento en el que están enfadadas, irascibles, o que no se les puede ni hablar les decimos que no hay quién les aguante, esto no ayuda.  Es mejor decir, “esto vamos a dejarlo para otro momento”. Y cuando esté más calmada seguramente nos dirá, “es que estaba enfadada porque me ha pasado esto y no tenía ganas de hablar”. Hay que respetarlo, también a nosotras nos pasaba muchas veces que nos enfadábamos y no teníamos ganas de hablar con nadie, así que dejémosles su espacio y su tiempo de recuperación.

Y reconocer su esfuerzo de autocontrol en un momento dado en el que veamos que hay una situación complicada y que han sabido gestionar y salir de esa emoción sin tener que insultar ni pegar a su hermano, ni gritar. Un poquito más tarde, cuando se haya calmado, también se lo podemos reconocer.  Le podemos decir “me encanta cómo has solucionado esta situación” o si se ha enfadado con un amigo y al final lo ha llamado para resolver el problema, lo mismo. Porque, aunque creamos que no nos escuchan, sí que lo hacen.

Por otro lado, es importante mantenerse firme pero serena con las normas y límites, porque como he dicho antes, confundimos muchas veces el ser flexible con el ser permisivo, y no se trata de eso.

Si yo tengo claro que esto que me estás pidiendo pone en peligro tu seguridad física o tu seguridad emocional, no te lo voy a permitir. Hay veces que necesitamos, incluso nosotras, reflexionar. ¿Cuáles son los límites que queremos poner a nuestros hijos e hijas? Vamos a dedicar un tiempo también en saber qué es peligroso para nuestro hijo o hija. Eso sí, no debemos poner demasiadas normas ni demasiados límites, porque si no, se lo va a saltar. Contundentes, claros y concretos mucho mejor.

Hablemos de qué hacer si te pilla en una situación comprometida, ¿qué consejos das a padres y madres?

Muchas veces cuando nos pillan haciendo algo, nuestra primera reacción es de enfado. Me enfado porque me ha pillado haciendo algo que yo a lo mejor le estoy diciendo que no haga, por ejemplo, le digo que no fume y me ha pillado un día con un cigarro, y mi primera emoción es la de enfadarme, aunque en realidad estoy enfadada conmigo misma, porque sé que no lo estoy haciendo bien, pero al final lo acabó pagando con él. “Es que no tenías que haber entrado, porque no avisas”. Así que lo primero es comprobar en qué estado estamos nosotras, no actuar en caliente, meditar lo que ha pasado, y como he dicho antes, no querer resolver al momento.

El problema es que queremos aclararlo ya, y a veces para aclarar las cosas, tenemos que darnos tiempo, serenarnos. Y hablar con consciencia porque si hablamos desde la emoción, estoy o avergonzada o enfadada o humillada o lo que sea, la respuesta que le voy a dar no va a ser la misma que si hablo desde la serenidad, desde la calma y desde la consciencia. Entonces lo primero siempre es no actuar en caliente, pararnos a ver qué ha pasado, cómo lo hablo con él, adaptando el lenguaje para que lo entienda.

Y tratas el tema de niños y niñas que hurtan, roban… Me ha gustado mucho eso de si tu hijo o hija roba, nada de dejarle sin paga.

Es que si lo que queremos es que se responsabilice bien de sus actos, tenemos que actuar de una forma lógica. Es decir, si tú has cogido algo que no es tuyo, devuélvelo. La pregunta es cómo lo va a hacer. ¿Lo vas a devolver con la siguiente paga o lo vas a devolver poco a poco, o lo vas a devolver haciendo pequeños trabajos?

En casa puedes decirle que pase el aspirador, que limpie el jardín, que friegue, algo extra que no suela hacer. Porque tampoco pueden salir es impunes del robo. También les podemos preguntar a ellos/as cómo creen que pueden arreglar esta situación que acaba de suceder y les podemos explicar que nos esforzamos por ganar este dinero.

Por otro lado, también podemos preguntarles si la asignación mensual no es suficiente y hablarlo para ver qué necesidades tienen para tener que quitarnos dinero. Si ya vemos que esto continúa, que tenemos sospechas de que está invirtiendo ese dinero en tabaco, en drogas o en alcohol, o esta actitud se repite continuamente, entonces ya aquí hay que ponerse firme, y si es necesario acudir también a una persona profesional, para ver en qué se está metiendo tu hijo o hija.  Pero si es una situación que se ha dado un día, que te das cuenta de que te falta dinero, hay que preguntar primero, “¿qué ha pasado aquí? ¿Qué has hecho con ese dinero? ¿Para qué lo has utilizado? ¿Por qué no me lo has querido contar?” y, sobre todo, escuchar, escuchar, y escuchar sin juzgar.

Lo importante es que escuchemos mucho a nuestros/as adolescentes, y que veamos la persona que hay detrás. Que les conozcamos bien, que les invitemos a hablar con nosotras, a contarnos sus cosas, pero que también nosotras les contemos las nuestras. Porque no todo va a ser dirigido hacia él, “cuéntame, cuéntame, dime, dime, dime, dime”, ellos y ellas tienen que ver que también sufrimos, que nos enfadamos, que tenemos situaciones difíciles en el trabajo, que nos ponemos tristes. Nos tenemos que abrir a nuestros hijos e hijas si queremos que se abran a nosotras también.

Foto de Elena Sol

 

 

AdolescenteZ, de la A a la Z: Aprende a vivir y a disfrutar la adolescencia positiva

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