Las cinco cosas que hubiera agradecido cuando me quedé viuda

A veces la vida te da la vuelta como a un calcetín y todo lo que hasta entonces creías tener controlado aparece como una montaña imposible de subir.

Yo venía de una relación en la que las cosas no habían sido fáciles. No por las historias cotidianas que os podéis imaginar: educación de nuestros hijos, reparto de tareas y responsabilidades, economía familiar, conciliación, horarios, trabajo… Todo esto es en casa y en la relación de pareja. En nuestro caso formaba parte del día a día, pero lo más complicado era vivir con eso y con una enfermedad crónica de mi pareja que, en los periodos más críticos, hacía que esas dificultades pareciesen multiplicarse. Aun así, aprendimos a integrar estas situaciones en nuestra vida y creo que pudimos sobrellevar los momentos malos y disfrutar de los buenos.

Pero la situación de mi pareja empeoró y,  al paulatino deterioro se unió un diagnostico demoledor y una detección de una enfermedad grave en un hijo que terminó con el fallecimiento del padre y una situación casi imposible de digerir.

En un momento vital como este, el desamparo que sientes es difícil de explicar”.

Yo no me sentí “sola” en ningún momento. Fui, y a fecha de hoy lo sigo siendo, una privilegiada. Pero ahora también sé, que fui una superviviente.

Mi familia fue un soporte emocional muy importante y me acompañó en el principio y durante mi proceso de duelo.

Mis amigos no me dejaron ni un momento, ocupándose de acompañar y de ayudar si necesitaba apoyo para arreglarme con las actividades de mi hija.

Trabajo no me faltaba.

Pero… Tenía un hijo enfermo, y no podía con todo.

  • Difícil superar un duelo con un montón de dificultades añadidas que tienes que sortear sola.
  • Difícil hacer lo mismo que hacíamos los dos sin uno de ellos.
  • Difícil tomar decisiones importantes sin tener a tu pareja para consensuar (aunque a veces acabásemos discutiendo).
  • Difícil sostener una economía con un sueldo menos (ser viuda de una pareja de hecho legalmente constituida en aquel entonces, no estaba reconocido en igualdad de condiciones que el resto de parejas).
  • Difícil hacer gestiones en bancos, seguridad social, hacienda, ayuntamiento… sin tener tiempo o idea de por dónde empezar y cómo.
  • Difícil transitar por la vida con la enfermedad de un hijo amenazando como la espada de Damocles.
  • Difícil ser el soporte emocional de tus hijos cuando tú estás rota, cansada, impotente, desorientada y con todo por hacer.
  • Difícil poder contárselo a un especialista porque tu economía no se lo puede permitir.

Difícil volver a empezar una vida, cuando tu vida ya está empezada pero la tienes que reconstruir sin una pieza fundamental.

Y a partir de aquí empecé a aprender, sobre todo “a buscarme la vida”

Me hubiesen venido bien muchas cosas:

  • Un soporte emocional y un acompañamiento especializado (en esto nos ayudó Aspanovas en el proceso de duelo, pero creo que después surgieron otras cosas a las que tuvimos que hacer frente de forma privada) para aprender a gestionar el duelo y ayudar a mis hijos a poder hacerlo.
  • Una asesoría para poder tramitar:
    • La pensión de viudedad
    • Las posibles ayudas a recibir
    • Seguros (si es que existen)
    • Los trámites para dar de baja a mi pareja en todos aquellos asuntos oficiales en los que figurábamos los dos.
  • Una situación laboral que me permitiese conciliar para poder atender a mi hijo enfermo, acudir a multitud de médicos, y seguir cubriendo las necesidades básicas que demandaban mis hijos en ese momento.
  • Alguien que me diera “relevo” o acompañara en los momentos en que la situación se ha puesto cuesta arriba.
  • Saber gestionar la culpa que me ha estado acompañando hasta hace bien poco por todo lo que creo que no hemos recibido los tres y por todo lo que no hemos podido hacer, las cosas a las que no he llegado, las experiencias que no hemos vivido… Sé que no todo dependía de mí, pero, durante mucho tiempo lo sentí así y eso me producía mucha angustia.

Y a todo esto se pueden añadir las dificultades económicas sobrevenidas del hecho de tener que hacer frente a los mismos gastos con unos ingresos muy inferiores y que han mermado la calidad de vida de nuestra familia y las posibilidades de progresar.

Quizá, visto con distancia, mi situación no es tan diferente a la de otras familias, ni las necesidades que he expresado tampoco. Pero puedo asegurar  que transitar a lo largo de esto años por la aventura de la crianza con un hijo enfermo y “sola” ha sido un ejercicio de valentía, aprendizaje y reconstrucción que me han hecho otra persona.

Si me preguntáis, después de tantos años, el balance es más que positivo.

Por todo lo aprendido y por cómo hemos madurado juntos, los tres, y hasta donde hemos llegado. Pero por eso mismo, no dejo de pensar que, si hubiésemos tenido ese empujoncito tan necesario, la vida hubiese sido “de otra manera”.

Miren Rekagorri

 

 

Acompañando al alumnado en su enfermedad

Vídeos para ayudarte a gestionar el duelo y para ayudar a una persona que está en duelo:

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