Entrevistamos a Francisco Castaño, profesor y orientador, con motivo de la publicación de su último libro “Tu mejor versión como padre”. Castaño tiene una consulta en la que siempre deja claro a madres y padres que no les va a juzgar, porque sabe que en el 99,99% de los casos hacen lo que pueden y con la mejor intención para sacar adelante a los hijos e hijas, “lo que pasa es que a veces el resultado no es el que queremos”.
Francisco, en el libro dices que si comprendemos a nuestros hijos e hijas y entendemos por qué actúan de esa manera, conseguimos no enfadarnos. Dicho así suena muy bien, pero ¿cómo es posible?
Cuando digo que nos enfadamos me refiero a que no tenemos que pagar el enfado con ellos y ellas, porque el enfado es una emoción que no se puede evitar, ¿pero qué hacías tú a los 15 años, por ejemplo? Si recuerdas lo que hacías, esto te ayuda a comprender. Y comprender no es permitir, pero sí ayuda a no enfadarte.
Yo puedo entender que mi hijo quiera llegar más tarde y que un día llegue tarde, pero eso no significa que le diga: “muy bien, así se hace”, no, le diré: “cariño, mañana no sales que hoy has llegado tarde”, pero no me enfadaré porque yo también intentaba hacerlo, a eso me refiero con comprenderlo.
Y algo que me gusta recordar cuando hay problemas de comportamiento, me da igual que tenga 5 o 18 años, es que los hijos e hijas no tienen el objetivo de amargarte la vida. Una vez tengas claro esto, seguramente bajará la agresividad hacia tus hijos e hijas.
Otro tema que nos trae de cabeza es el de decidir si les damos un móvil o no, o si les dejamos hasta tal hora por la noche… ¿Cómo podemos gestionar estas decisiones?
Yo imparto muchas conferencias por los centros escolares y tengo una que se llama “Educar sin culpabilidad”. En ella hablo de que cuando les decimos que sí y queríamos decirles que no, nos sentimos culpables, o el famoso “a los demás les dejan” o si le regañas, porque le regañas y si no, porque se sale con la suya, siempre se tiene ese sentimiento de culpabilidad.
Padres y madres somos quienes tenemos que tomar las decisiones que nos tocan con respecto a los hijos e hijas. Eso no significa que eduquemos con autoritarismo, pero sí que la familia no es una institución democrática. Y los padres y madres somos quienes tenemos que fijar las normas, porque como negocies con tu hijo o tu hija estás perdido. Si tú tienes claro que no es suficientemente responsable, sencillamente dile que no.
Lo que pasa es que padres y madres vamos un poco por inercia y luego nos sentimos culpables. Por eso, cuando vienen a la consulta les digo, si tú crees que eso es lo mejor para tu hijo o hija, olvídate de lo que pasa fuera.
¿Y qué ocurre cuando llega la adolescencia y en ocasiones sale la rebeldía?
Si tú tienes buena relación con tu hija, que es de lo que se trata en la adolescencia, y eso recordemos que se trabaja desde la infancia, seguramente conocerás a las amigas, sabrás hasta qué punto puedes confiar, hasta qué punto tienes que dejar.
Cuando hago la formación con padres y madres siempre digo lo mismo, hay que relacionar responsabilidad con libertad y tú sabes lo responsable que es tu hija, hasta qué punto le puedes dar libertad.
Hablemos de los castigos perpetuos de “sin móvil un mes”, “sin salir toda la semana”… por no estudiar, por llegar tarde.
Hay una diferencia entre consecuencias y castigos. Si tú castigas, lo único que generas es rabia. Una consecuencia tiene un objetivo y no es fastidiar a tu hijo o hija, es hacer que cumpla una norma, que tenga una responsabilidad o adquiera un hábito.
Cuando les decimos: “castigado un mes sin móvil”, normalmente no lo cumplimos. Y además eso genera también muchos conflictos, porque empiezan a taladrarte diciendo “cuando me darás el móvil, cuando me darás el móvil”… Y hay un día que empiezan “por favor, por favor, por favor, que han mandado una cosa al grupo, si no, no sé lo que van a hacer” y le dejas 10 minutos. Al día siguiente vuelven a mandar algo al grupo, al día siguiente otra vez, y tú te enfadas y ya hay movida. Por eso, una consecuencia tiene el objetivo de hacer cumplir una norma.
En cuanto a los suspensos, nos hemos de plantear por qué un niño o una niña suspenden. Es cierto que el mayor porcentaje de casos de fracaso escolar son niños o niñas que van aprobando primaria viendo lo que explica el profesor/a, prestando atención en clase, porque tienen capacidad, pero luego llegan a secundaria o a bachiller y eso ya no basta.
Hay que trabajar el hábito de estudio. Porque ellos están haciendo lo mismo que han hecho siempre y de repente empiezan a suspender. Entonces no asumen la responsabilidad, porque piensan que si están haciendo lo mismo y no aprueban la culpa no es suya, es del profesorado, o del libro que está mal escrito o de mis compañeras….
Padres y madres no tenemos que preocuparnos por los resultados y sí preocuparnos por el esfuerzo y el objetivo. Tú lo que tienes que conseguir con tu hijo o con tu hija es inculcarle un hábito, que se ponga a hacer cada día los deberes en función de la edad.
De esa manera ya adquiere el hábito de ponerse a estudiar o a hacer los deberes todos los días al llegar de clase. Pero vamos a suponer que llega a la adolescencia y tienes problemas para que se ponga, yo una de las cosas que hago cuando fijo las rutinas con las familias es el tiempo de estudio, de tal hora a tal hora, sin móviles u ordenador, excepto que esta sea para trabajar. Y se hace bajo supervisión, porque si no, en seguida se meten en You Tube o lo que sea. Sobre todo cuando están empezando con en el uso de estas tecnologías, y ya está ahí la consecuencia, si no te pones, a lo mejor no tienes el móvil hasta el día siguiente después de ponerte a estudiar.
El objetivo no es que apruebe, que se ponga cada día y él sabe que hoy no tiene el móvil; si se pone mañana, entonces lo volverá a tener. Pero no te enfades.
¿Y qué pasa con quienes se presionan demasiado?
Cuando hay mucha presión, tenemos que aflojar esos límites. Para educar hace falta firmeza y cariño. Les tenemos que decir, “cariño, ya sé que quieres estudiar más, pero hay que dormir”. Es necesario hablarlo para cortar esa situación de tanta exigencia. Aunque hay casos que hay que trabajarlos con una persona profesional, pero normalmente suele ser posible trabajarlo en casa. Es importante tener en cuenta que hemos de educar al hijo que tenemos, no al que nos gustaría tener.
Por ejemplo, si nuestra hija es muy dejada, tendremos que estar más pendiente, si es más introvertida, ya sabemos que no va a ser el alma de la fiesta. Porque uno de los problemas que tienen padres y madres es que no aceptan a sus hijos e hijas. Nos hacemos una expectativa de cómo va a ser nuestro hijo, lo que estudiará, lo que le gustará y esto será muchas veces algo que no hemos conseguido nosotros como padres o como madres.
Da la sensación de que cada vez somos más exigentes con la crianza de nuestros hijos e hijas, y muchos padres y muchas madres están exhaustas.
Tuve a un padre que no podía con su hijo de cuatro años y medio, y que le estaba cogiendo hasta manía. Estaba muy preocupado porque la gente le decía, pues esto no es nada, espérate a que tenga 15 años. Y yo le dije que tengo una relación con mi hijo adolescente increíble, pero trabajada desde muchos años antes.
En el caso de este padre lo que hacía era gritar y tenía la sensación de que la crianza de ese hijo iba a poder con él. Entonces se intentaba imponer para que no se saliera con la suya. Y mi recomendación fue que lo tratara con cariño, que le dejara de gritar, que hablara con él con firmeza y cariño. Y la relación ha mejorado. Otra madre me decía que se habían arrepentido de tener hijos. Pero esto ocurre por no tener estrategias y habilidades para adaptarlas a cada niño o niña.
En el libro también hablas de tu hijo que tiene trastorno del espectro autista y lo importante que han sido los límites en su educación.
El problema son las etiquetas. Yo siempre digo que estas son para la ropa. Pero hoy en día muchos padres y madres vienen a la consulta y me dicen que su hijo tiene TDH, y yo les pregunto qué tiene que ver que tenga hiperactividad para que llegue a casa a las 10 de la noche.
Todo se educa y los niños y niñas con discapacidad o trastorno, siempre en función del grado, y siendo consciente de lo que tiene, también. Hay una cosa que es muy importante, y es que hay muchos que están mal educados porque como tienen alguna discapacidad les han dejado hacer todo. Pero yo tenía claro que mi hijo tenía que vivir en sociedad, porque no hay una sociedad especial para él. Y es una pasada lo que se puede lograr educando.