En los últimos tiempos el autismo ha cobrado un interés social. Seguramente de la mano de películas que lo abordan o cuyos personajes son autistas, desde el ya lejano 1988 con “Rain Man”, película oscarizada, hasta el famoso Sheldon Cooper, personaje de la serie televisiva “The Big Bang Theory”. Una serie de personajes nos han acercado, con mayor o menor realismo, a la peculiaridad del autismo y también han favorecido entender éste como un funcionamiento alejado de la minusvalía y de la enfermedad. A su vez estamos mejor preparados para entender que el autismo trae un mensaje para entender al sujeto humano, al “hablanteser” que denominaba Jacques Lacan.
Efectivamente, el autismo habremos de entenderlo como un “funcionamiento subjetivo singular”, como un tipo clínico propio, como una estructura particular. De todas estas maneras podremos decirlo.
Los manuales en la actualidad hablan de TEA (trastorno del espectro autista). Los cambios de nombre y las diversas categorizaciones son relevantes en clínica pues favorecen cambios en la concepción de lo que se trata. Pero aquí diremos que lo que revela este concepto TEA es el hecho de que deberíamos hablar de autismos y en concreto de dos grandes tipos que, a primera vista, podríamos no encontrar que tuvieran relación: el autismo que solemos denominar “encapsulado” y el llamado “Síndrome de Asperger”. Uno y otro modo nos muestran que frente al autismo como defensa hay sujetos que encuentran vías alternativas más eficaces que otras frente al síntoma central común del no establecimiento del lazo social.
Así por ejemplo encuentran un acceso a la lengua comunicativa, a veces de modos extraños y dejando una huella en su uso, esa tendencia a la literalidad, esos modismos que denotan un aprendizaje muy imitativo, esos rastros de una lengua no suficientemente pasada por lo subjetivo. En cambio para otros autistas este acceso no ha sido posible, lo que no significa que no haya una relación al lenguaje pero ésta estará muy comprometida y hará una relación más conflictiva para él y para quienes convivan con él, en primer lugar el padre y la madre y también el profesorado para quienes será más complicado comprenderle.
El autista rechaza la vinculación con el Otro
¿Qué está en la base de este funcionamiento tan “singular”? (el entrecomillado para enfatizar que es un funcionamiento de “uno”, que no está preparado en principio para el intercambio).
No hay sujeto que se constituya sin el Otro. Esta construcción del sujeto y también del yo (eso que llamamos personalidad) pasa por esta relación, según dos grandes momentos lógicos: Alienación y Separación. Si bien los malestares más reconocibles están en el ámbito del segundo (una niña que se hace mayorcita, las pérdidas de los seres queridos, los hijos que se nos hacen mayores…), el autista parte de la base del “rechazo a la alienación”, es decir, a la vinculación con el Otro, lo que condiciona su propia construcción del yo.
Esto supone que el autista está obligado a construir una subjetividad con otros elementos que pueda encontrar, de ahí, por ejemplo el uso intenso de piezas, construcciones, juegos, videos , dinosaurios, etc… mundos alternativos para construir “necesariamente” para él un lugar en el mundo sin los elementos que no puede recibir del Otro.
Debemos ayudar sin invadirle
Esto es imprescindible de entender y sobre todo de respetar, pues a veces no entendemos la funcionalidad de estos intereses en lo concreto, pero debemos estar seguros que tienen la función de construcción de sí mismo. Esto es muy importante para la educación; “incluir” de verdad a un autista en la escuela es recibirle con este trabajo de autoconstrucción que está haciendo, incluyendo su trabajo y sus objetos. Ponemos énfasis en este asunto pues hay cierta tendencia en entender que aquello que el autista trae le despista de lo que nosotros vamos a ofrecerle. Quizá sea la lógica que manda con el alumnado en general, pero con el autista no es así pues no hay alumno o alumna allá donde esa subjetividad no se ha constituido suficientemente aún.
Por lo tanto y para quienes intervenimos en sus vidas es sustancial entender el trabajo que ya están haciendo y partir de él para ayudar “sin invadirle”, a ampliar ese mundo y que pueda incluir a otros en algún momento. Para resumir, lo mejor es traer una muy expresiva frase de una mujer autista, Donna Williams, que tiene varios libros escritos muy recomendables sobre su experiencia: “Necesito un guía que me siga”.
Explicaré un poco el porqué de subrayar “sin invadirle”. Valorar y tener muy en cuenta el trabajo de autoconstrucción que el autista hace es uno de los fundamentos para tratar con él en cualquier ámbito de su vida. El otro fundamento se refiere a entender la lógica del autismo como una defensa frente al Otro, porque cuando no se ha incorporado ese Otro, siempre queda el sujeto a merced de sentirse invadido por él.
Hay múltiples señales en el comportamiento en los autistas que debemos entenderlos en esta tesitura. Un niño que no puede quitarse la chamarra, una niña que grita o dice ser agredida en el recreo aunque podamos constatar que no hay una agresión expresa, o simplemente por estar con demasiada gente, o porque alguien hable alto….El autismo en sí es una defensa frente a la fragilidad relativa que puede vivenciar el sujeto en ese proceso de autoconstrucción.
Padres y madres saben mucho de inventar nuevas maneras de tratarles
La vida cotidiana es difícil para el autista, también lo es y a veces mucho, para los padres y las madres. Pero son fundamentales en nuestros trabajos, ya sea desde la clínica como desde la educación. Y a menudo tienen un conocimiento de su hijo o hija enorme e importantísimo casi siempre acrisolado en las múltiples y dolorosas dificultades con que se han encontrado para cuidar y educar a un hijo o una hija que no llega a poder transmitir su afecto. Si tienen posibilidad no dejen de ver el fantástico documento de Valéry Gay Corajoud, madre de un chico autista ”El mundo de Theo”
Por ello hacer un tratamiento del Otro sería lo propio. ¿Qué quiere decir esto? En principio, que a quienes tratamos con ellos y ellas nos toca inventar una modalidad donde podamos ser Otro que ayuda y no invade, como Williams decía, siguiéndole. De inventar maneras los padres y las madres saben mucho. Conociendo las limitaciones institucionales, también es necesario que las escuelas que apuestan por la inclusión reflexionen sobre cómo sería el mejor modo para el autista. Si se hace desde esta perspectiva suele tener efectos muy interesantes.
Y también, ya que el autismo está y es la base de la construcción del sujeto que llamamos autista debemos entenderlo como una “forma de ser”, no como una enfermedad. Por eso, no debemos esperar que el autista deje de serlo, no debemos porque no es posible y también porque no sería ético. Él tiene derecho a su forma de ser como cada quien. No hay otra “normalidad” para nadie que la de su propio funcionamiento. El autista da testimonio de ello. ¿No les parece que es un mensaje fantástico?
Por último les quiero sugerir alguna lectura además de los libros Donna Williams que son fantásticos y fáciles de encontrar:
- “No todo sobre el autismo” – Neus Carbonell e Iván Ruiz. Ed. Gredos. Madrid. 2013. Es un libro seriamente escrito pero con afán divulgativo.
- “¿Buenas prácticas en autismo? Más allá de los protocolos, la singularidad” Seminario Europeo sobre autismo. Varios. Edit. Grama. 2018. Hay escritos variados, de padres y profesionales.
- “La batalla del autismo.” De la clínica a la política. Éric Laurent. Ed. Grama 2013. Texto muy importante pero de mayor complejidad teórica.
Pía Nebreda. Psicoanalista. Miembro de Teadir Euskadi.