Hay dos momentos en el día que son mágicos en mi vida. Uno es a primera hora de la mañana, cuando mis hijas aún están dormidas y entro despacito en su habitación para despertarles. Aprovecho el momento para besarles, tocarles, decirles “egun on” y que las quiero. A veces, incluso vestida puedo tumbarme a su lado y esperar a que vayan abriendo los ojos, oyendo cómo se quejan de la pereza que les da ir a la ikastola…. Otras veces ni hablan, no tienen ganas, pero estoy.
El otro momento es el de acompañarlas a la cama. Ya son mayores y pudiera parecer que ya no necesitan este ratito de mimos y caricias. No se si es la rutina o que, aunque no lo digan, lo necesitan y les gusta, porque si no vamos, lo piden, incluso levantándose de la cama para preguntar… ¿No vas a venir?
Hay días en los que puedo estar enredada con cosas del trabajo, de casa… pero no dejo de ir, no quiero renunciar a este momento especial y único.
¿Y si me enfado?
No todas las mañanas y las noches son iguales, hay días donde hemos podido discutir, enfadarnos… pero intento cuidar que ese momento no se estropee o al menos no desaparezca, aunque el conflicto haya surgido. El amor y el cariño no se ponen en juego nunca. A veces, tengo que hacer el esfuerzo para llegar a ellas cuando algo no ha ido bien, pueden incluso esconderse entre las sábanas como forma de decir “estoy enfadada contigo”. Entender ese enfado, reconocérselo y compartir lo que yo también esté sintiendo suele ayudar a generar un poco más de acercamiento para al menos darles un beso y decirles que las quiero.
Es mi manera de mostrarles que son amadas, miradas, tocadas, reconocidas, tenidas en cuenta de manera incondicional. Porque todas las personas a lo largo de nuestra vida lo necesitamos, pero no solo desde la necesidad física sino también desde la necesidad psicológica, es una necesidad primaria.
Ayudar a construir un buen vínculo con otras personas
La forma en la que mostramos el afecto y nos relacionamos con nuestros hijos e hijas va a influir en cómo ellos y ellas construyan su propio modelo de vinculación con otras personas durante su vida. Pero no sólo influye en su forma de relacionarse sino también en su desarrollo emocional, en su autoestima, en su rendimiento escolar, en el nivel de satisfacción con su vida…
Es fácil intuir que cuanto más afecto y amor mostremos o cuanto más lo sientan más sencillo será su desarrollo y crecimiento.
Cómo ha sido nuestro modelo cuando éramos niños, niñas en nuestra familia de origen puede influir en la facilidad o dificultad que encontremos para mostrar a nuestros hijos e hijas nuestro amor. Puede ser una referencia positiva o una referencia que no queramos repetir y necesitemos buscar un modelo donde nos sintamos cómodas y además cubramos esta necesidad sabiendo que mejora con ello el desarrollo y bienestar de nuestros hijos e hijas.
Busca tu ritual
Tener algunos rituales es una manera de ir incorporando de manera cotidiana las muestras de afecto. Algunas personas lo hacemos a la mañana o a la noche, contando un cuento, una canción, conversando con ellos en la cama sobre el día… Otros momentos pueden ser las despedidas, cuando van a la escuela o al instituto con una frase, un beso, un abrazo, un choque de manos cómplice…
Si tienes estos rituales ya establecidos podrían ir variando según la edad, pero a veces se mantienen a lo largo de diferentes etapas porque está integrado, les da seguridad y les gusta, aunque no lo admitan.
Si, en cambio, quieres introducir algún ritual, será importante ir probando y adaptándonos a la edad de nuestros hijos e hijas. Porque ¿te imaginas arropando o contando un cuento a un adolescente por primera vez? Pensará que nos hemos vuelto locas.
Es importante que no influyan en estos momentos otras tareas, enfados, prisas… sino que se quede fuera todo aquello que pueda interferir o enturbiar este momento. Habrá situaciones donde sea prácticamente imposible y tendremos que tenerlo en cuenta y no obviarlo, pero siempre a pesar de todo mostrando el cariño.
Que nos sientan, que les sintamos
Dedicarles tiempo. Las familias tenemos poco tiempo y muchas cosas que hacer. Nos solemos sentir tan sobrepasados que el tiempo que les dedicamos ni es mucho ni es de calidad. Estemos lo que estemos con ellos y ellas, que sientan que estamos con todos los sentidos. No pendientes del móvil, de llamadas de trabajo, con tareas domésticas, vistiéndonos… Dedicarles ratos con atención plena, que sientan el contacto visual, que vean gestos de te estoy siguiendo en la conversación, con tranquilidad y calma, quietos…
Y en aquellos momentos donde no podemos estar, siempre podemos hacerles sentir que pensamos en ellos y ellas con pequeños gestos, llamadas, notas en la nevera o en algún rincón de su habitación.
Palabras y gestos de afirmación. Con palabras de amor, de aliento, de ánimo, de reconocimiento, de aprecio… Nos pasamos más tiempo riñendo y mostrando lo que hacen mal o lo que tienen que mejorar que en darles el valor que tienen por ser en sí mismos.
No requiere hacer cumplidos por hacer, porque entonces estaríamos engañándoles o ayudándoles a construir una autoestima equivocada.
Escucharles. Tienen mucho que contar, aunque a veces las personas adultas no les damos el valor suficiente o no nos interesa mucho lo que nos cuentan. Sus historias de la escuela, sus dibujos animados favoritos, su música, lo que les ha ocurrido en el partido…. Son cosas de pequeños/as o de adolescentes pero SON SUS COSAS y para ellos y ellas muy importantes. Si dejamos de escucharlos porque nos aburre lo que nos cuentan poco a poco lo irán percibiendo y sintiendo que no son tenidos en cuenta y acabarán por no contarnos lo que les sucede.
Otras veces, nos dedicamos a juzgarles o a echarles la bronca cuando nos cuentan algo, cortando toda comunicación.
¿Jugamos?
Jugando. Compartir tiempo en juegos o deporte es de las actividades con las que más disfrutan nuestros hijos e hijas. Hace poco, en el consejo de infancia de BBK Family, les preguntamos a los y las consejeras qué querían de sus padres y de sus madres, ¿sabes cuál fue su respuesta? Jugar.
Caricias. Desde bebés el contacto físico es una necesidad y una oportunidad para demostrar el afecto. Podemos besarles, abrazarles, darles un masaje, acariciarles la cara, darles la mano, hacerles cosquillas,… siendo respetuosos y estando atentas a aquellas caricias donde se sientan más seguros y seguras.
Yo tuve la oportunidad de aprender una de las técnicas de masaje infantil cuando mi hija mayor era una bebe. Le dediqué un rato cada día a la mañana cuando estábamos solas en casa y a veces, ahora, ya siendo una adolescente, cuando está muy cansada o algo no le va bien, aparece sonriendo con el bote de aceite.
Esta necesidad de caricias esta presente no solo en la infancia y adolescencia sino que permanece a lo largo de nuestra vida. En la medida en que cubramos las madres y los padres también esta necesidad, cuanto más lleno tengamos nuestro tanque emocional, más fácil nos será poder ayudarles a nuestros hijos e hijas a llenar el suyo.
Formas de mostrar el amor hay muchas, cada niño y niña necesitará más de unas que de otras, pero lo importante es tratar de ver a esas personitas creciendo y tomando su lugar.
Ainhoa Allende. BBK Family
Taller «¿Estás ahí?» para mejorar la disponibilidad en la crianza
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