Como gestiono que mi hijo o hija no supere mis expectativas

Te propongo un pequeño juego para empezar. Coge media hoja de papel y escribe en ella todas las expectativas buenas que tienes para tu hija o hijo. Una vez hecho, te invito a que rompas el papel en muchos trozos y los tires a la papelera. Te animo a que leas el artículo y retomemos después las conclusiones de esta dinámica. 

Ahora que soy madre desde hace unos años y que mi hijo ya ha elegido lo que quiere estudiar y se ha ido de casa, he entendido mejor a mi padre. Él quería que yo estudiara lo mismo que él estudió y que siguiera con el negocio que había creado. Todavía recuerdo su llamada cuando me cogieron en Derecho. Yo estaba en un pueblo perdido de Inglaterra y le dije literalmente: “Si me quieres joder la vida, matricúlame en Derecho”. Sé que fui muy bruta, pero la proporción de agresividad iba en función de las ganas que tenía mi padre de que me matriculara en esa carrera.

Él todavía se acuerda de ese momento y me lo recuerda. Durante años fue como tener la espada de Damocles encima: “Ya verás cómo te morirás de hambre”, me decía, y me pasé muchos años tratando de demostrarle que no era así. Sin embargo, tengo que confesar que en ocasiones fue así, no tanto por la carrera si no por la crisis de 2008, la maternidad y alguna que otra cosa más.

Estoy encantada de haber elegido la carrera que elegí, trabajo en lo que me gusta, y con mucho esfuerzo y terapia he conseguido hacer realidad bastantes de mis deseos. Pero reconozco que hubiera sido algo más fácil si parte de mi energía no hubiera tenido que ir a demostrar a mi padre que podía hacerlo y que no estaba equivocada.

Padres y madres siempre queremos sobreproteger

No obstante, cuando llegó el momento de que mi hijo eligiera lo que quería hacer, aunque no le dije nada, porque no quería repetir lo que yo había vivido, es cierto que comprendí mejor a mi padre. Él quería lo mejor para mí, y creía que sufriría menos si me seguía protegiendo, incluso laboralmente, pero como dice la psicoanalista Susana Brignoni, no podemos evitar los sufrimientos que padecerán nuestros hijos e hijas en la vida.

Y es ahora cuando me doy cuenta de que con los hijos e hijas hay que hacer bastantes duelos en cuanto a las expectativas. Siempre nos dicen que no tenemos que tenerlas, que hay que dejarles volar, pero de manera consciente o inconsciente las creamos. Y queriendo o sin querer, se las transmitimos. con actitudes, con acciones, miradas, palabras, silencios, “consejos”, comentarios de lo que les ocurre a otras personas…

A veces con los estudios, otras con el físico o con cómo visten, con sus aficiones, con sus habilidades, sus elecciones de pareja… Y fruto de esto suelen aparecer en ellos y ellas las inseguridades, la ansiedad o el deseo de agradarnos. Como dice el profesor Francisco Castaño, autor del libro Tu mejor versión como padre“, “muchas veces no los comprendemos porque los hemos idealizado, creamos unas expectativas en torno a ellos que no son reales y luego nos frustramos porque no es ingeniero, no le gusta la pesca o la música”.

Desgraciadamente, esto no hace más que coartar su libertad a la hora de elegir, de vivir su vida, en definitiva.  Y en ocasiones, les causa mucho dolor. Porque a veces las expectativas las expresamos con acritud o ponemos en marcha el chantaje o la crítica feroz, que no hace sino dañar nuestra relación con ellos y ellas, en ocasiones, hasta romperla.

Esto no quita, por supuesto, para que, dentro de un modelo de afecto y disciplina positiva, podamos ir estableciendo unas normas o límites protectores para garantizar su seguridad, enseñarles una convivencia respetuosa y facilitarles su autonomía.

Sabemos que son, muchas veces, nuestras vivencias propias negativas, lo que no hemos tenido o logrado,  la presión social, el afán de cumplir la perfección para “ser buena madre o buen padre” o la incompetencia propia para tolerar emociones desagradables las que nos llevan a “marcar expectativas” para que no sufran, para  que sean “perfectas” o encajen en el mundo social de “éxito adulto”.

Ser buen padre o madre no es modelar (como si se tratase de una bola de plastilina) un hijo perfecto a nuestros ojos u a ojos de los demás (profesoras, amigos, abuelas, empresarias…) Nuestro objetivo tiene que ser darles herramientas para que ellos puedan ir modelando su vida. Siempre con una mezcla de afecto, disciplina positiva y fomentando su autonomía.

No busquemos estar a la altura de las expectativas de nuestros padres y madres ni al revés

Según la RAE, las expectativas son la esperanza de realizar algo o conseguir algo. Y si son sobre los hijos e hijas, son lo que esperamos que sean o cómo queremos que sean. ¿Y qué podemos hacer para rebajar esas expectativas o, mejor aún, dejar que sean quienes quieran ser? Sería preocupante que nuestro hijo o nuestra hija fuera exactamente como imaginamos que sería o como queríamos que fuese. De hecho, no sería nada saludable. Así que para que esto no ocurra ¿qué podemos hacer?

  • Educa hijos e hijas autónomas: Fomenta su autonomía haciendo que haga las cosas por sí mismo/a y no sólo le reconozcas el resultado, también el esfuerzo.
  • Fomenta todo su potencial: Observa a tu hijo o tu hija, sus habilidades, y trata de poner medios o darle herramientas para que las pueda desarrollar. No se trata de convertirlo en una persona de alto rendimiento, es decir, si le gusta el tenis, no proyectes las expectativas en él creyendo que será el próximo Rafa Nadal. Pero sí dale la oportunidad de que las desarrolle mientras disfrute.
  • No los sobreprotejas: La mejor manera de reducir su autoestima es sobreprotegiendo. Ya sabemos que muchas veces nos cuesta menos hacerlo nosotras/os, pero tienen que aprender a hacer las cosas por sí solos/as.
  • Anímales a que tengan sueños: Y de paso a gestionar la frustración. Una buena gestión de la misma, le ayudará mucho a enfrentarse a lo que le presente la vida.
  • Muéstrale que tu amor es incondicional: No importa lo que haga, siempre le vas a querer. Suspenda o no una asignatura, repita curso, se enfade con alguien… Esto no quiere decir que no necesite tener metas, no haya que estimular su voluntad,  que pueda hacer lo que le dé la gana sin más o que un comportamiento inadecuado  no tenga consecuencias. Y, siendo así, ha de sentir que crees que su esencia es buena, que a veces falla y se equivoca con algunos comportamientos, que puede haber segundas y terceras oportunidades…Ha de sentir que ves sus cosas “buenas” también, que  siempre vas a estar ahí, le vas a acompañar, le vas a arropar hasta que vuele sola o solo. Si os enfadáis y toca despedirse porque se va al cole, por ejemplo, dile que le quieres pese a todo, y despediros bien. Dile estas palabras: “nuestro amor es incondicional, y lo que pase entre nosotras/os lo arreglamos, pero nos vamos a despedir bien”.  Seguro que esta pequeña acción facilita las cosas.
  • Alimenta la autoestima alejada de sus éxitos: Celebra sus logros, pero desvincula la autoestima del éxito. Potencia el autocuidado, que se escuchen, la aceptación. Y no fomentes una falsa imagen de ellos/as, como dice la pedagoga Mar Romera, es importante que tengan una imagen de ellos/as mismas realista. Animemos su voluntad, su esfuerzo y compromiso sin que caigan en perfeccionismos, sobreexigencias o necesidad de hipercontrol de todo. En este sentido, cuidado con “si quieres, puedes” porque a veces será así y otras no.
  • Posibilita el aprendizaje también desde sus errores. A nuestra sociedad laboral, escolar, interpersonal… le cuesta entender que los errores son necesarios y, a veces, hace falta cometer alguno para aprender, generar nuevas alternativas, inventar soluciones y ¡sentirnos humanos! “¿Qué ha pasado? ¿Cómo te sientes? ¿Qué puedes hacer diferente la próxima vez para…? ¿Has de asumir alguna consecuencia?” 

En este sentido, es importante que mostremos también nuestras debilidades, que sepan que somos vulnerables y que nos equivocamos. Admitirlo delante de nuestros hijos e hijas nos hace ser más humanos/as y les ayuda en su camino. Porque ni tenemos un oráculo que nos guía y nos hace acertar, ni somos tan sabias o sabios como para saber cuál será el camino correcto. Dejémosles volar, caer y levantarse.

Ahora veo a mi padre y los duelos que ha tenido que hacer conmigo y le entiendo mejor, le quiero más. Porque nunca alcancé sus expectativas o eso creo.

Probablemente, las expectativas escritas en la media hoja de papel fueran fantásticas, buenas, llenas de amor…Y eso es bueno, bonito y entrañable. Incluso has podido hacer un ejercicio de realismo al escribirlas, has escrito cosas relacionadas con su autonomía… Incluso así son “nuestras expectativas” y el ejercicio nos sirve para recordar que ellos han de ir creando su camino sin ahogarse con lo que deseamos de forma rígida  para ellos. Irán definiendo sus propias expectativas en función de la edad, del momento, de la situación, de las decisiones vitales  a tomar… Querer que nuestros hijos sean felices es una muy buena expectativa, sabiendo que ello supone  todo lo que hemos ido viendo en el artículo.

Andrea Alfaro y Bego Ruiz BBK Family

Tu mejor versión como padre

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