Me llamo Ana García de Motiloa y soy maestra jubilada.
Durante veintitrés años ejercí como maestra hospitalaria en el HUA (Hospital Universitario de Álava), sede Txagorritxu, en Vitoria.
Hay que partir de la obviedad de que no es lo mismo educar en un colegio que educar en un hospital.
Desde que comencé mi aventura educativa hospitalaria, fui consciente de la importancia que tenía la COMUNICACIÓN para evitar en el alumnado una posible marginación que pudiera surgir a causa de la enfermedad. Había que partir siempre del estado emocional en el que se encontraba el educando en el hospital, un espacio diferente al habitual, con horarios distintos a los de su día a día, relaciones nuevas que tenía que llevar a cabo, miedos y temores a pruebas médicas etc.
Más allá de ayudar al alumnado con sus tareas escolares había que crear también materiales que le ayudaran a normalizar su estancia en el hospital y que, a la vez, nos sirvieran para canalizar sus miedos y angustias que pudieran surgir en este nuevo y desconocido espacio donde el educando era más vulnerable.
Una gran herramienta comunicativa fue la creación del blog “Hospitalandia. Ospitale handia”. A través de él, los alumnos y alumnas publicaban sus trabajos y recibían comentarios de compañeros y compañeras de sus colegios de referencia, de sus tutores y tutoras, de familiares, amigos, amigas e incluso de sus pediatras.
No quiero dejar de mencionar otra importante experiencia comunicativa como fue la creación de ocho cuentos. A través de ellos, los niños y niñas podían entender mejor diferentes enfermedades como el asma, la epilepsia, el cáncer…(*)
Quiero centrarme en el primero de los cuentos, sobre todo porque representó lo que tenía que ver con algo que yo vivía en el hospital: un camino hacia el autoconocimiento, dando un espacio a diferentes emociones vividas en ese contexto.
Como dice Claudio Naranjo:
“Los maestros precisan aprender lo que las Universidades no les ofrecen: emprender un camino hondo de autoconocimiento, de sanación para convertirse en personas plenas, ancladas en su esencia, en definitiva, individuos con vínculos sanos…Solo una educación más humana puede transformar la sociedad”.
Generalmente, no se nos enseña a afrontar o a acompañar al dolor. Creo que es un aprendizaje que lo vamos haciendo por nosotros mismos siempre y cuando estemos dispuestos a aprender, a mirar más allá de los ojos.
El primer cuento lleva por título: “Cinco loritos”
“CINCO LORITOS” son unos pequeños relatos y retratos de cinco instrumentos médicos que están pensados y escritos para trabajar sobre las cinco emociones básicas (miedo, alegría, tristeza, enojo y afecto), centrándonos sobre todo en EL MIEDO que suele producir en el niño/a la toma de contacto con el instrumental médico y un medio desconocido como es el hospital. A través de su lectura e imágenes podemos enriquecer las posibilidades del niño y de la niña para expresar sus sentimientos, emociones y vivencias.
Para crear un cuento es preciso bucear por los mares de la fantasía ya que en este acto de inmersión vamos a encontrar algo tan valioso como es: LA METÁFORA. Esta nos sirve para nombrar lo que, en determinadas ocasiones, no podemos expresar desde la misma palabra.
A través de los cuentos con sus metáforas podemos “tocar” aquello que está muchas veces profundamente escondido y agazapado: LA EMOCIÓN.
En base a todo lo expuesto, cuando elaboré la guía didáctica para estos cuentos me percaté de que podía tomar de ellos tres metáforas que representaban muy bien todo ese camino de autoconocimiento que ya he mencionado.
- El otoscopio o la mirada.
El hospital y, dentro de él, el aula hospitalaria es un espacio tremendamente importante para poner en práctica el acto de MIRAR CON VALOR, atreverse a mirar en determinadas ocasiones la angustia, el dolor, la pérdida…pues en este acto de coraje uno puede descubrir el VALOR DE LA MIRADA.
El punto de partida es tomar la mirada del niño y de la niña y ponerla en la nuestra para poder mirar lo que él o ella mira: ”déjame mirar lo que tú miras”. Esta frase aparece en el cuento del otoscopio (scopeo, en griego, significa mirar), dicha por un niño.
La mirada puede hablar sin palabras.
El trabajo en un aula hospitalaria nos brinda la posibilidad de MIRAR-NOS, abrir bien los ojos ante esas películas mentales que acostumbramos a crear y tener el coraje de desmontarlas secuencia a secuencia.
De esta manera el acompañamiento al alumnado en su enfermedad estará menos contaminado por autohistorias mentales.
2.El fonendo o la escucha.
Otro de los regalos que nos brinda el aula hospitalaria es LA POSIBILIDAD DE CALLAR, de acallar la mente para poder tomar la palabra que nos viene del otro, del niño y de la niña o de sus padres que atraviesan a veces por momentos duros.
Tenemos que llegar a saber y poner en práctica el hecho de suspender el juicio, la opinión, la etiqueta…escuchar con los cinco sentidos (de nuevo el cinco).
Estos espacios hospitalarios en los que nos movemos, nos brindan la posibilidad de utilizar nuestro propio fonendo, autoescucharnos para percibir que más allá de las palabras reina el silencio y tenemos que poder mirarle a los ojos porque, paradójicamente, muchas veces va a ser él quien nos hable, es más, el auténtico mensaje nos va a llegar a través de él y con este acto de donación vamos a poder escuchar con el corazón ya que, en definitiva, esa es la auténtica escucha.
Así lo viví en el aula cuando percibí que una niña necesitaba su tiempo de silencio. Ella acababa de vivir una experiencia muy traumática en la que su vida había estado amenazada y en la que también perdió a un ser muy querido:
…Hablamos un poco, otra alumna participa en la pequeña conversación, hay pocas palabras y mucho vacío reflejado en la cara de la niña.
Le invito a escribir, a pintar, a dibujar…le digo que eso nos ayuda a poner patitas a la tristeza, al dolor…ella sonríe levemente y sus ojos se van de nuevo a encontrarse con la niebla. Así permanece un tiempo en el que percibo la ausencia de palabras.
Le acompaño…se queda sumergida en la espesura de su silencio, apenas cambia su postura. Yo percibo ese silencio, le miro a los ojos él también me mira. Por momentos, me cuesta sostener su mirada…
…y al cabo de un tiempo la niña comienza a dibujar. Miro la evolución que va tomando su creación: animales, una nube tras la que aparece el arco iris, notas musicales, niños…una explosión de vida…
Vuelvo a mirar a la niña y veo que su cara va tomando las expresiones propias del mundo infantil. Percibo un pequeño brillo en sus ojos. Los rayos del sol, tímidos, entran por la ventana. La niebla se ha disipado.
¿Qué título le ponemos al dibujo?, le pregunto. Ella me responde: “DIBUJOS ANIMADOS”.
Debo confesar que me sorprendió el título elegido por la niña. Dentro del vacío al que ella había dado la mano, incluso había visto su rostro de ausencia, fue capaz de animar, de poner alma, de poner vida en su creación.
3. La jeringa o el miedo.
Podemos considerar a la jeringa como la gran protagonista de muchos de los miedos reales o imaginarios.
De nuevo podemos aludir al MIEDO como posibilidad de trabajar desde los nuestros propios, esos que forman parte de nuestra estructura psíquica pero que podemos llegar, si no a entenderlos, sí a mirarlos, a darles un espacio.
No es fácil mirar al dolor y, menos aún, al de un niño o niña pero si vamos haciendo poco a poco, paso a paso, un trabajo de introspección para mirar nuestros “enredos” desde el sosiego, será un logro muy importante para estar en calma al lado del dolor del niño, de la niña y del de sus padres.
Tenemos que estar dispuestos a interiorizar que muchos de los grandes aprendizajes se hacen desde el dolor, desde la pérdida.
Mediante este relato, quise tener en cuenta la figura de las enfermeras y enfermeros, profesionales que tienen que llevar a cabo la difícil tarea de “pinchar” a un niño o a una niña. Ellas y ellos, aunque a veces les pongan en contacto con el dolor, les van a ayudar. Ese es el mensaje final del cuento:
“OS QUIERO AYUDAR. CURAOS PRONTO”.
Más allá de este mensaje está el que hemos podido aprender en el aula o fuera de ella que EL DOLOR, SI APRENDEMOS A ACEPTARLO, NOS PUEDE AYUDAR A SANAR.
Para terminar, diré que nuestro gran reto como profesionales que trabajamos o hemos trabajado con un alumnado especialmente vulnerable, es llegar a comprender e interiorizar el auténtico significado de las palabras EDUCAR (Educere, conducir) y ACOMPAÑAR (Cum pane, compartir el pan) como guiar y estar al lado de estos alumnos y alumnas que a veces se sienten mal, que sienten dolor, ira, tristeza…ayudándoles a VER lo que ellos y ellas SON realmente y a descubrir los propios recursos que poseen para poder hacer frente a las situaciones que les toca vivir.
De esta manera conseguiremos ir más allá de lo meramente curricular y lograremos una EDUCACIÓN INTEGRAL de los alumnos y alumnas que son, ante todo, PERSONAS.
¡Un gran reto!
Ana Mª García de Motiloa Gámiz, profesora jubilada
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Las madres y los padres tienen generalmente muchas ganas de que sus hijas e hijos inicien la experiencia de la escuela, donde transitarán un mundo nuevo de estímulos, amiguitos, amiguitas y juegos de la mano de “andereño” o del “maisu”. Pero también sienten pena y algunos temores ante esta nueva realidad. Niñas y niños también se fascinan por ese espacio lleno de colores y promesas de pasarlo bien…pero ¡ay! ¡Cómo soltar la mano segura de ama o aita! ¡Es un importante desprendimiento! Pero es que crecer es un camino de sucesivas separaciones y, desde las pautas de crianza normalizadas, no siempre están claros los criterios y los límites necesarios para ayudar en ese proceso. Por ello ofrecemos un espacio de reflexión sobre lo que implican las separaciones en el proceso de crecer y las formas de sostenerlas, para sentir más seguridad en el acompañamiento de estos primeros pasos de la escolarización.
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