“Salí de la charla sobre nutrición infantil muy preocupada. Decidí que en cuanto llegara a casa tiraría el Cola Cao a la basura y compraría cacao puro y yogures sin azúcar. Mi hija se quejaría pero tenía que enseñarle a comer sano. No era bueno tanto azúcar para su hígado, ni para el de nadie, según la nutricionista. De todas maneras, también protestó cuando le quité la Tablet después del taller al que fui sobre cómo afecta a su desarrollo la tecnología; pero lo está llevando bien.
Entré en casa y fui directa al armario donde guardaba el Cola Cao. Cuando iba a tirarlo a la basura me sonó el móvil. Era la directora del colegio. Me había olvidado de recoger a mi hija”.
Esto es lo que me pasó cuando salí de la charla de nutrición que impartieron en la escuela, que perdí un poco el norte. Quité las galletas de chocolate, no volví a comprar yogures de beber, por la cantidad de azúcar que contenían, borré de la lista de la compra las cremas de cacao “ultraprocesadas”… Y mejoró bastante la alimentación de mi hija, al mismo tiempo que aumentó su odio hacia mí.
No la culpo, cometí varios errores que os voy a contar para que no los repitáis. Lo hice como suelo hacer yo las cosas, de forma radical. Le conté a mi hija lo que me habían explicado del azúcar y sus efectos, pero no le di tiempo a procesar la información. Cociné crema de cacao casera con dátiles que no les gustó nada y, lo peor, traté de engañarles mezclándola con un poco de Nocilla. Fui descubierta al minuto uno, aunque yo intenté esconder la verdad todo lo que pude. Os podéis imaginar el pánico que sienten mi hijo y mi hija cada vez que voy a una charla “educativa” o veo un documental relacionado con la salud. Mi hija me ha llegado a esconder el mando para evitar, como dice ella, “¡que me quites más cosas en esta vida, ama!” (poned tono dramático a la frase).
Cuando mi hijo eligió la comida sana
Pero la vida me iba a dar la vuelta a la tortilla. Y es que mi hijo con 15 años decidió ser vegetariano. No le gustaban muchas verduras, pero como cuando toma una decisión es como su madre, un poco radical, se obligó a comerlas. Decidió también dejar de lado los bollos y las chucherías.
Visto lo que os acabo de contar debería de estar encantada, y así es. (Le hacen analíticas para comprobar que toma los nutrientes necesarios). No obstante, lo que yo no sabía es la cantidad de tiempo que teníamos que invertir en la cocina para hacer sus menús. En su preparación nos hemos implicado todos en casa, pero cuando son las nueve de la noche y estoy cocinando los ingredientes para una lasaña de verduras, añoro los tiempos en los que dejaba pechugas empanadas preparadas para el día siguiente.
Por suerte, ya le vamos cogiendo el ritmo y los fines de semana tratamos de hacer la mayoría de menús de la semana, congelamos, tenemos siempre hamburguesas vegetarianas en la recámara por si no hay ese día nada en el frigorífico…
Como resultado, toda la familia estamos comiendo mejor, porque hemos introducido más verduras en casa. Lo creáis o no, yo no tuve nada que ver en la decisión que tomó mi hijo de hacerse vegetariano, fue su profesora de la academia de inglés. No es que lo quisiera hacer, simplemente trataron el tema en clase y ella, como es vegetariana, explicó sus argumentos. Os podéis imaginar que si hubiera sido yo, se habría negado en redondo.
Y es que, como dice la psicóloga Begoña Ruiz, en el caso de los adolescentes, es interesante considerar referentes en su mundo de iguales o de personas adultas que lleven unos hábitos de alimentación y vida sanos. Hay “ídolos” como algunas deportistas que pueden ayudar en ello y, quizás, también, algunos cantantes, youtubers… ¡Ojo! siempre que sean realmente modelos de alimentación sana y no potencien, por ejemplo, estereotipos corporales insanos. De la misma forma, a veces, personas de su red afectiva como profesoras, monitores de tiempo libre, tías, primos… pueden ejercer una influencia positiva. Además, podemos aprovechar aquellas iniciativas o propuestas suyas propias que tengan algo que ver con crear más salud en la alimentación en casa (aunque a veces no sea exactamente lo que nos gustaría…luego, podemos tirar del hilo hacia otras cosas…)
No obligar, sí dejar que participen
Así que visto el éxito de esta propuesta, le he preguntado a la psicóloga Begoña Ruiz qué hacer para que en mi hija, que es más pequeña, también se produzca el cambio hacia una alimentación más saludable sin que sea yo la que le “obligue”. Ella me dice que es una buena idea dejarles que cocinen recetas saludables haciendo sus propios experimentos, proponiendo que participen en la elaboración de los menús saludables… no como yo que hice la crema de cacao a escondidas.
También me advierte de que a nivel social hemos ido asociando el tener emociones agradables o reducir emociones desagradables (como las que aparecen en el aburrimiento o la frustración) con comer determinado tipo de comida. Por ejemplo, cuando estamos aburridos o enfadadas, nos tiramos al chocolate, gominolas o bollos. Éstos nos provocan en el cerebro una sensación de pseudoplacer rápido pero también nos llevan a las caries, la obesidad, problemas intestinales, preferencia por sabores “fuertes” y, según muchas personas expertas, a cierta “adicción”.
Por ello, es importante dar alternativas para reducir emociones de malestar con otro tipo de comida (los plátanos, piña, los frutos secos o los lácteos que ayudan a calmar o tener energía por su contenido en triptófano y otros elementos), con actividades como el deporte, el ocio fuera de casa, los juegos de mesa u otros sin pantallas y, sobre todo, ayudar a la gestión de sus emociones con nuestra labor en educación emocional. Muchas veces, cuando llegan aburridos y protestan nosotros mismos les damos un euro para que se compren chuches o les dejamos el teléfono móvil para jugar en lugar de probar a que gestionen ese aburrimiento de otra forma.
Y es que hay que seguir intentándolo, porque como madre ya os he confesado que no es fácil, sobre todo porque el supermercado está lleno de alimentos procesados, ricos de sabor y que el único esfuerzo que requieren es sacarlos de la caja. Cocinar una tortilla a mi hija para el almuerzo me cuesta más que ponerle unas galletas con chocolate. Pero tenemos que ser conscientes de que la obesidad se está convirtiendo en uno de los mayores problemas de esta sociedad. Concretamente, el 40 por ciento de la población infantil, a nivel nacional, de entre 3 y 8 años tienen obesidad o sobrepeso. Es decir, que casi la mitad de niños y niñas de esa edad tiene problemas de peso. Es un porcentaje altísimo. Y desgraciadamente esto les acarreará muchos problemas de salud en la edad adulta. Así que más nos vale que vayamos cambiando nuestros hábitos, eso sí, no imponiéndolos.
Aquí tienes algunos materiales para trabajar la alimentación saludable:
Cuento: El recetario mágico
Guía de la alimentación saludable
Andrea Alfaro. BBK Family
Taller online: Impulsando la alimentación infantil saludable y sostenible
Nuestra compañera Begoña Ruiz, psicóloga, educadora social y psicomotricista, impartirá la ponencia “Las llaves emocionales para involucrar a la familia” dentro del taller promovido por AZTI, donde se trabajará para diseñar actuaciones conjuntas y acciones articuladas y efectivas que promuevan la alimentación saludable y sostenible en el ámbito infantil.
Si quieres saber más, puedes ampliar la información aquí.