Sin duda, las primeras amistades, los primeros encuentros en “cuadrilla o grupos de pares” sin personas adultas, son un aprendizaje fundamental en el desarrollo personal de nuestras hijas e hijos. A partir de los 6 años, las relaciones de amistad se van afianzando, se van generando vínculos afectivos y emocionales más estrechos y se forman los primeros grupos de referencia estables.
A medida que pasa el tiempo, los amigos y amigas, van adquiriendo cada vez más protagonismo en el desarrollo personal y social de nuestros hijos e hijas. Cada vez pasan más tiempo con personas de su misma edad, las relaciones de amistad se hacen más intensas y coinciden en más espacios. Comienzan a pedir tiempo para hacer “sus planes” y viven experiencias donde la supervisión de adultos es cada vez menor. Formar parte de un grupo va cobrando más importancia en su vida porque les aporta sensación de seguridad y pertenencia.
Una vez que han dejado atrás la infancia, se relacionan y establecen vínculos afectivos principalmente con amigos y amigas de clase, del barrio y del entorno más cercano. Estos grupos se establecen por diferentes criterios de preferencia o de proximidad relacional. Según Hartup (1983) “los miembros del grupo comparten actitudes, un sistema de valores y maneras de comportarse, tienen un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo, tienen una serie de normas explícitas o implícitas que definen muchas de las conductas y actitudes de sus componentes y por último, en el seno del grupo se desarrolla una jerarquía que contribuye al trabajo común y a conseguir metas colectivas”.
Las primeras relaciones entre iguales se dan en un momento plagado de múltiples aprendizajes y de grandes cambios físicos, mentales y emocionales. A nadie se le escapa que es una época convulsa en la que además de ir aceptando los propios cambios, también se busca la aceptación familiar y sobre todo la de los iguales. En esta edad buscan la aprobación y la complicidad de quienes están viviendo situaciones similares, con quienes aclaran sus dudas, comparten sus miedos etc. La necesidad de pertenencia al grupo va en aumento y por ende la importancia que tiene para ellos/as el vínculo con sus iguales. Esto, en ocasiones puede provocar cierta presión del grupo sobre ellos/as y que muestren actitudes conformistas, de cesión ante los intereses del grupo o dejarse llevar por otras personas.
En ocasiones, el poder que adquiere el grupo puede llegar a ser utilizado para intimidar a otras personas o promover situaciones de bullying o ciberbullying. Según los últimos informes de Save the children, la edad media en los que los casos de maltrato entre iguales son más numerosos se sitúa en los 11 años. Pero hay un dato que llama especialmente la atención, según las investigaciones ya se están detectando casos de acoso entre niños y niñas de 7 años.
No hay una definición única para el Bullying, pero en líneas generales se podría definir como el maltrato físico o psicológico que sufre una persona de forma intencionada y reiterada por parte de otra o de un grupo. Las manifestaciones y canales para llevar a cabo el maltrato entre iguales han cambiado en los últimos años: las nuevas tecnologías aceleran la propagación de los mensajes de violencia y facilitan el aumento de personas agresoras. Este fenómeno es denominado ciberbullying.
Como apunta un análisis de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) “aunque el bullying no se manifiesta en la etapa de Infantil (o al menos no es lo habitual), sí que comienza a gestarse en este momento, y más concretamente en el último curso, en el que el alumnado tiene entre cinco y seis años”. En estas etapas existe un desarrollo mental y físico que determina de un modo claro el desarrollo de aquellos comportamientos y conductas que serán protagonistas cuando se encuentren en la etapa de educación primaria. Por lo que trabajar la prevención y la intervención ante problemas de socialización en las primeras etapas es vital para posibilitar experiencias positivas en las relaciones infantiles.
Un aspecto muy importante en los casos de maltrato entre iguales son los roles que forman parte y sostienen este tipo de situaciones. Habitualmente cuando se detectan estos casos, el diagnóstico se suele reducir solo a dos protagonistas: agresores y víctimas. Pero existen otros roles que son fundamentales en el mantenimiento de la situación y pueden ser claves en la solución.
Entre los roles que rodean a la víctima están; los agresores/as (comienzan el bullying, son parte activa), los seguidores/as (no comienzan pero son parte activa), los espectadores/as activos/as (no son parte activa pero muestran su apoyo) y los espectadores/as pasivos/as (no toman posición, se desentienden de la situación). Estos últimos generalmente son la mayoría y pueden ser parte fundamental en la solución del problema porque pueden acabar con la situación de bullying gracias a su implicación y denuncia.
En este sentido, es muy importante observar y generar canales de comunicación entre la familia, la escuela y los espacios de ocio educativo para abordar este tema.
La prevención y la intervención temprana jugarán un papel fundamental para evitar la aparición de futuros casos de maltrato entre iguales:
- En el caso de familias con un niño o niña víctima de maltrato es importante transmitirles lo importante que es su bienestar, que no se sienta culpable ycontactar lo antes posibles con sus educadores/as para informar de la situación y analizar posibles actuaciones.
- En el caso de familias con un niño/a acosador/a o con sospechas de poder serlo, es importante establecer un canal de confianza y comunicación con el hijo o hija para conocer la magnitud de la situación y en consecuencia, tomar las medidas oportunas.
- En el caso de familias con un niño o niña espectador/a de un caso de maltrato entre iguales, es necesario transmitirles que ante este tipo de situaciones no hay que dejarse llevar por la presión del grupo y deben mostrar un espíritu crítico, manifestando su disconformidad o parando determinadas actuaciones injustas ante sus iguales. Tienen que entender que acercarse a la víctima, reprobar actitudes violentas y contar lo que está sucediendo va a facilitar detener la situación.
La familia es por lo tanto un espacio imprescindible para promover en los hijos e hijas las competencias sociales y emocionales necesarias para prevenir situación de maltrato y garantizar un óptimo desarrollo relacional de los niños y niñas. Es necesario prestar atención y educar en el buen trato y en relaciones respetuosas y saludables porque en estas edades están aprendiendo y afianzando sus valores, sus prejuicios, sus roles; todo este aprendizaje será una buena base para afianzar la personalidad adulta.
En esta edad, la familia, la escuela y los espacios de ocio educativo y deportivo jugamos un papel importante. Además, actualmente hay otros espacios virtuales donde “influencers” y “youtubers” cada vez van teniendo mayor presencia e influencia en la vida de nuestros hijos e hijas. En este sentido, es importante conocer estos nuevos referentes, qué tipo de mensajes transmiten y ver si son coherentes con nuestros valores. En definitiva, es importante educar en competencias comunicativas y emocionales y dotar a los hijos e hijas herramientas que fomenten unas primeras y futuras relaciones positivas.
Igor Bilbao, Maider Martiarena, Irantzu Aurrekoetxea. EDE Fundazioa
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