Ciberbullying

Los 4 errores que cometemos padres y madres en un caso de ciberbullying

Cuando te enteras de que tu hijo o tu hija sufre bullying o ciberbullying, se te parte el corazón en pedazos, como si fuera un cristal. Sientes rabia, impotencia, tristeza y, dentro de la rabia, ganas de enfrentarte de forma agresiva con quién está haciendo daño a tu hijo o tu hija.

Es una situación de mucha tensión en la que guardar la calma no es nada fácil, y, sin embargo, es en ese momento cuando deberíamos de tener la suficiente sangre fría para mantener esa necesaria tranquilidad, escuchar a nuestra hija o hijo, ofrecerle toda nuestra comprensión y no insultar a las personas que le están haciendo daño. Existen multitud de protocolos de actuación para estos casos, el Gobierno vasco tiene uno para bullying y otro específico para ciberbullying. Pese a todo, cuando se produce acoso o ciberacoso, es habitual que se repitan los cuatro errores que vamos a exponer a continuación:

1-Insultar a las personas que están agrediendo y haciendo daño a nuestro hijo o hija:

Somos personas humanas y cuando sufrimos esta situación nuestro primer impulso es querer “arrancarles la cabeza, decirles cuatro cosas o darles un meneo que baje a tierra a quiénes tanto daño están ocasionando a nuestro hijo o hija”.

Por muy difícil que nos resulte, tenemos que respirar 10 veces y tratar de escuchar a nuestro hijo e hija, no juzgar, dejarle llorar, darle su tiempo… Y decirle que hablaremos con el profesor o la profesora para tratar de solucionar el problema cuanto antes.

Ofrecerles apoyo es fundamental. Si empezáis a insultar delante de ella o de él, lo único que conseguiréis es que no confíen en vosotros o vosotras y en  que piensen que lo vais a solucionar de manera violenta o agresiva y que esto empeorará las cosas, como así será si tomáis esta alternativa. Tened en cuenta que un porcentaje muy alto de quienes sufren acoso o ciberacoso no se lo cuenta a su padre o su madre y el resto suele tardar entre 13 y 15 meses en pedir ayuda, según la Fundación ANAR. A la luz de los datos, el hecho de que nos lo cuente ya es un paso positivo y deberíamos felicitarles por ello.

2- No hablar con el profesorado y no denunciar a la persona o personas que agreden

Denunciar no quiere decir que vayamos directamente a la policía, significa poner sobre la mesa lo que está pasando ante la persona indicada. Quienes están padeciendo bullying o ciberbullying tienen miedo de denunciar por si sufren represalias, ya que deben ir a clase a diario con la o las personas que le acosan. Sin embargo, no hacerlo implica no solucionar el problema y puede ocasionar daños irreparables. Es necesario concienciar tanto a la persona que sufre esta situación, como a la familia, de que el protocolo permitirá poner los medios para acabar con su sufrimiento.

3 -Tratar de arreglarlo entre las familias

En la etapa de primaria, solemos hacer nuevas amistades con padres y madres con los que coincidimos a la salida del centro escolar o en la parada del autobús… y que, en ocasiones, son padres y madres de amigos o amigas de nuestro hijo o nuestra hija.

Cuando quién agrede es alguien que conocemos, solemos tratar de hablar con su madre o con su padre para intentar solucionarlo con la mejor intención, pero, en muchas ocasiones la implicación emocional con el problema hace que la situación empeore o se enquiste. Por ello, el protocolo aconseja que las familias se sientan apoyadas para que no tomen iniciativas que agraven la situación. Siempre refiriéndonos a situaciones de bullying o ciberbullying, no a pequeños conflictos que surgen en el día a día. Si queremos hablar con la otra familia, lo que podemos hacer es sugerirles acudir al centro escolar para que pongan los medios que nos permitan solucionarlo.

4- La falta de discreción

En muchas ocasiones, la falta de ésta viene dada porque a las familias no se les ha dejado expresar el malestar que sienten y necesitan desahogarse con otras personas de su entorno.

Por otro lado, como decíamos antes, el hecho de que durante la etapa escolar hagamos nuevas amistades en el patio, hace que nos desahoguemos con esas personas, que al fin y al cabo, son también del centro. Esas personas lo cuentan a otras, bajo la premisa del “no lo cuentes”, pero ya sabemos que un secreto contado a tres personas ya no es un secreto. El resultado es que la situación de acoso se acaba sabiendo por todas las familias, y, encima, se cuenta como en el juego del teléfono escacharrado, con lo que la bola se acaba haciendo más grande y la dificultad para superar el problema se acrecienta.

Andrea Alfaro. BBK Family

BBK Family Learning

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