La abuela se ha muerto, ¿tú también te vas a morir mamá?

Quizás recordemos las imágenes del funeral de la reina Isabel II de Inglaterra.  En ellas aparecían dos de sus biznietos pequeños acudiendo a la ceremonia de despedida. Quitando la parte controvertida de “exposición pública”, nos sirve de ejemplo para preguntarnos: “¿Es adecuado que niños tan pequeños vayan a un funeral? ¿Cómo explicarles que la abuela o bisabuela no está y no va a volver? ¿Qué pueden sentir y cómo ayudarles? ¿Y si nos preguntan si nos vamos a morir nosotras?”

La muerte está en la vida de las niñas

La muerte no es algo “ajeno” a la vida de las niñas. Forma parte de sus cuentos y películas en las que hay personajes que mueren. Incluso juegan muchas veces a matarse, morirse o darse sustos de “muerte”. Aprenden en la escuela que unos animales mueren para que otros se alimenten, pueden ver cómo muere una planta al secarse en casa, se enteran de que ha muerto el abuelo de una amiga… Y, en un momento dado, llegan a vivir la muerte de una mascota, de un familiar lejano o de la propia abuela.

Nos cuesta hablar de la muerte

La muerte es un proceso natural de la vida y, siendo así, nos angustia y nos angustia hablar de ella entre los adultos y más con las niñas. Y sólo la abordamos cuando nos “toca” de forma más cercana y de una forma bastante limitada. ¿Por qué?

Porque arrastramos una cultura de dificultad emocional para abordar pérdidas, porque al hablar de la muerte se nos “activa” la angustia de nuestra propia muerte o porque mantenemos  algunos mitos. Por ejemplo, que no hay que “llamar a la muerte” hablando de ella, que podemos traumatizar a las más pequeñas, que es mejor que pase el tiempo que todo lo cura…

Sin embargo, lo ideal sería poder hablar con cierta naturalidad de ella y que las niñas pudieran ir preguntando por ella antes incluso del fallecimiento de un ser querido. De todas formas, cuando se produce la muerte de un abuelo, por ejemplo, ¿cómo podemos ayudarles?

Algo que hay que tener en cuenta es cuándo, dónde y quién va a contarle el fallecimiento.   Cuanto antes mejor. En un lugar tranquilo y que les dé seguridad (no delante de mucha gente; en su habitación, por ejemplo) Y debería hacerlo alguien con el que tengan una relación cercana y de afecto. Cuando perdemos a nuestro padre o madre, quizás nos sintamos abatidas pero es interesante poder dedicar un tiempo a ayudar a nuestros hijos con su duelo. O que nuestra pareja o alguien muy cercano pueda implicarse en ello.

Empatizar con cómo se sienten

La muerte es algo que provoca una emoción de curiosidad en las niñas. Es un “misterio” y como tal quieren saber qué pasa con ella. Cuando muere alguien querido también y pueden hacernos preguntas que, incluso, nos pueden parecer “morbosas”.

Aparte de la curiosidad, se activan otras emociones. El duelo por la muerte de una abuela, por ejemplo, es una experiencia emocional a transitar. Según la edad, el temperamento, los procesos, el contexto…  pueden sentir tristeza, rabia, culpa, miedo … Su miedo tiene que ver con la percepción de que quizás entonces papá, mamá u otra persona querida también se pueda morir, incluso ellas mismas. En el caso de niñas adoptadas, esta posibilidad puede fragilizarles más. En el caso de que el abuelo fuese una persona que daba sostén y cuidado continuado al niño, puede aparecer una mayor angustia también. Y si se han producido duelos anteriores no bien elaborados, se pueden reactivar y “sumar” a la vivencia emocional actual.

En general, los niños elaboran el duelo más rápidamente que las personas adultas si les ayudamos a ello. Hay que tener en cuenta que pueden no ser capaces de expresar con palabras el malestar que están viviendo y lo hacen con otras señales. Por ejemplo, las más pequeñas pueden no querer separarse de sus cuidadores, pueden tener conductas regresivas (por ejemplo, hacerse pis cuando ya retenían), dormir peor, mostrarse irritables o agresivas, tratar de “comprobar” si la persona fallecida puede volver  ( “no me voy a  la cama hasta que no venga la abuela”) Los más mayores, a partir de 9- 10 años,  ya están más cercanos a la idea adulta de la muerte y, aparte de las reacciones más esperadas, pueden mostrar angustia por su propia muerte, negarse a  hablar del tema, bajar su concentración en los estudios … Generalmente, si se les ayuda en la elaboración, esto va pasando y logran superarlo. Si viésemos que estas señales se intensifican, duran mucho tiempo, somatizan con problemas más intensos de alimentación o sueño, se aíslan o tienen terror a cosas habituales…podríamos pensar en consultar y pedir ayuda.

Es necesario abordar el plano emocional de las niñas para ayudarlas. Hablar con ellas sobre el tema les va a venir bien.  Algo muy importante es hacerlo:

  • Desde cierta calma (sabiendo que podemos estar también de duelo)
  • Invitándoles a hablar. Escuchándoles sobre cómo se sienten, qué inquietudes tienen, qué quieren saber, qué les ayudaría a sentirse mejor … más que hablar nosotras
  • Validando sus emociones. “Entiendo que puedas tener curiosidad/Estás triste o enfadada…/ Te sientes rara…/No sabes bien qué pasa… /A mí también me pasa… “
  • Desde la sinceridad y la honestidad. No hay que darles, por ejemplo, detalles truculentos de la muerte o muy técnicos sobre el funcionamiento del cuerpo pero sí evitar cosas inciertas con el objetivo de sobreprotegerles. Y a veces nos preguntarán cosas que tampoco sabemos. Podremos decirles: “No lo sé” y acompañarlo de una muestra de afecto, transmitiéndoles confianza y seguridad afectiva en todo caso.
  • Dándoles su tiempo. No se puede “forzar” a hablar de ello o a que lo elaboren rápidamente. Mostrar disponibilidad.

A veces, tenemos “reparo” en llorar delante de ellos pero, sin desbordarnos, podemos expresar nuestras emociones de tristeza, incluso enfado y decir “le echo mucho de menos” Eso también les ayudará a su gestión emocional.

Algunos mensajes que ayudan

Tenemos que tener en cuenta que los mensajes podremos adaptarlos a la edad, temperamento, estado emocional, capacidad de las niñas… En cualquier caso, siempre hay unas ideas que les van a ayudar

  • Universalidad

Todos los seres vivos incluidas las personas morimos. Una pregunta que puede derivarse de aquí es: “¿Y tú te vas a morir?” No podemos mentirles pero hemos de segurizarles para que no entren en la angustia de que nos podemos morir en cualquier momento.  Una alternativa es recurrir a la “postergación”. “Sí, yo también me moriré pero queda muchooo hasta que mi cuerpo deje de funcionar”. A veces, pueden insistir en qué ocurrirá si nos morimos “antes de muchooo o si enfermamos o tenemos un accidente y morimos” Podremos contestar algo en esta línea: “Lo normal es que yo tarde en morir y tú seas ya mayor. Y si muero antes, tu papá (u otra persona que podamos decirle) se ocupará de cuidarte”

  • No somos inmortales

No se puede volver a vivir una vez que morimos. Por eso, no es conveniente decir que la abuela se ha ido de viaje o está durmiendo. Porque según su edad, pueden estar esperando mucho tiempo a que vuelva de viaje, cogen miedo a que nosotras salgamos de viaje o no quieren irse a dormir (no sea que desaparezcan como le ha pasado al abuelo) El tema del lenguaje que usamos es especialmente relevante en el caso de niños con funcionalidad diferente a nivel cognitivo. Hemos de tener cuidado porque pueden tomar las cosas de forma “muy literal”

  • No funcionalidad.

Cuando morimos lo que ocurre es que nuestro cuerpo deja de funcionar y ya no se puede “arreglar” Si preguntan qué es exactamente lo que ha fallado en el cuerpo de la abuela, podemos contarles algo pero sin tratar de dar explicaciones demasiado científicas. Y dependerá de la edad y cuánta sea su curiosidad al respecto.

  • Causalidad

¿Y por qué morimos? Porque todos los seres vivos tenemos un ciclo vital y se termina. Podemos remitirnos a alguna explicación sobre ciclos vitales que hayan visto en el cole o explicarles el de las plantas u otros animales en la naturaleza.

  • Aprendizajes y vivencias positivas

Esta dimensión depende de las creencias que tengamos de a dónde va nuestra alma, energía … Es un poco más complicado trabajarlo con los niños y siempre hay que asegurarse de que las ideas anteriores quedan claras y son las que han entendido bien.

Algo que puede ser interesante es abordar qué cosas, aprendizajes, vivencias positivas, afectos … nos ha dejado el abuelo para la vida y el recuerdo. De alguna forma, eso siempre nos acompañará y sentiremos a quien ha muerto a través de ello.

Rituales y herramientas que ayudan

Hacer rituales para despedirse de alguien ayuda a la elaboración emocional. Por eso, a veces, si las niñas quieren y el entorno está más o menos “sostenido”, pueden participar de funerales o ceremonias de despedida con más gente.

También pueden hacerse otros rituales simbólicos más íntimos en casa y que tengan cierta parte creativa. Por ejemplo, hacer un dibujo para la abuela, escribirle una carta, crear una caja de los recuerdos, encender una vela, agradecer y despedirse, grabar un vídeo de despedida, escribir cómo te sientes en un diario …

Comunicar a la escuela o a otros lugares en los que participa la niña que está sufriendo un duelo es bueno para que lo tengan en cuenta, ayuden en el proceso emocional y la niña no tenga la “presión” de tener que contarlo.  En algunas escuelas, se trabajan los duelos y es un gran apoyo.

Podemos echar mano de cuentos, películas, relatos para ayudar con la elaboración emocional. Para ello, es importante acompañarlas mientras los ven y ayudarles escuchando sus comentarios, haciendo alguna pregunta, poniendo ejemplos que tengan que ver con sus vivencias, las nuestras… Algunos pueden ser:

Cuentos:

  • “Dónde está el abuelo”. Mar Cortina y Amparo Peguero. Editorial Escola de Vida
  • “El lenguaje de los árboles”. Pepa Horno Goicoechea. Editorial Fineo.
  • “El jardín de mi abuelo” Autor: Pierola, M. y Gil Vila. M.A. Editorial Bellatierra.
  • “Mejillas rojas”. Autor: Janisch, H. Lóguez Ediciones. (Adolescencia)
  • ““Un pellizco en la barriga”. Alma Serra y Marta López Palomo. Editorial Babidibú.
  • “¿Por qué no vivimos para siempre?” Katie Daynes. Editorial Usborne.
  • “Un refugio para la tristeza”. David Litchfield , Anne Booth. Andana Editorial.
  • “La abuela de arriba y la abuela de abajo”. De Paola, T. Ediciones SM.
  • “Gajos de Naranja”. Portier, N. y Legendre, F. Editorial Tandem.
  • “Vacío.” Anna Llenas. Editorial Bárbara Fiore.

Películas

  • “Bambi” (Dibujos animados, infantil)
  • “El Rey león” (Dibujos animados, infantil)
  • “En busca del valle encantado” (Dibujos animados, infantil)
  • “Buscando a Nemo” (Dibujos animados, infantil)
  • “Mi chica” (Preadolescencia)
  • “Ponette” (Adolescencia)
  • “Up” (Adolescencia)

Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, podemos tratar de EVITAR mensajes como: “Ya no va a sufrir más”, “Era tan bueno que se lo han llevado al cielo.”, “No hay que llorar, hay que ser valientes ahora”, “Mejor no hablamos del tema que nos ponemos tristes”, “No llores que sino tu hermana pequeña se va a asustar”, “Tu abuela va a ver todo lo que haces desde el cielo.”, “Yo nunca voy a morir”… Tendremos que buscar fórmulas acordes con los principios comentados.

Podemos profundizar más y encontrar ejemplos alternativos en algunos libros y guías. En ellas, aparecen algunas pautas más, ideas según la edad, la diversidad, funcionalidad y ejemplos de cómo abordar cuestiones en situaciones más concretas.

“Y encontraron una foto de los abuelos perdida entre otros papeles … y recordaron la comida rica que les hacía la abuela, las partidas de cartas con el abuelo y esa sensación de sentirse queridos  infinitamente por ellos  …como infinitamente se quieren también entre ellos”

Bego Ruiz, psicóloga

Materiales de la mediateca de BBK Family que te pueden servir de ayuda: 

Las pérdidas y el duelo en la adolescencia

¿Dónde está el abuelo?

El lenguaje de los árboles

Artículos de BBK Family relacionados con el tema:

Cómo hablar a niños y niñas de la muerte y ayudarles con sus duelos

Vídeos sobre el duelo de BBK Family de Marije Goikoetxea: 

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