Para las familias en las que se ha perdido ya alguna batalla…

Señora mirando por la ventana

Escribo estas líneas hoy día 19 de Marzo, día del padre. Y recuerdo al mío ya fallecido hace tres años. Mi madre murió también hace cinco.  Y pienso en aquellas personas que viven con  el temor a perder a sus padres en estos días de pandemia o que ya los han perdido  desgraciadamente.  Esta noche mi hijo ha tenido una pesadilla y me ha despertado. Ya no podía dormirme y he llorado, por mis padres y por las personas que estarán ahora perdiendo a los suyos.  Y, desde ahí, me he puesto a escribir estos párrafos.

Escucho a amigas y compañeros inquietos por la presencia en sus padres y familiares de posibles síntomas de coronavirus. Y siento varias “punzadas” por dentro. Punzada de dolor recordando el sufrimiento que yo pasé cuando temí perder a mis padres y los perdí; punzada de envidia porque aún pueden vivir momentos con ellos, aunque sean de miedo y tristeza; punzada de alivio por no tener que vivir ahora esa angustia; y punzada de solidaridad que me lleva, entre otras cosas, a escribir estas líneas. Sobre todo, dirigiéndome a aquellas personas que ya han perdido a alguien a raíz de esta pandemia. (u otros motivos) No sé si estas líneas servirán para algo más que el desahogo de mi tristeza, pero las comparto, porque, en su día, a mí también me ayudó leer sobre los sentimientos de duelo de otras personas. 

Cuando mis padres fallecieron, de manera más o menos inesperada, pasé por todas las fases del duelo. Yo suelo ser una chica que siempre trata de hacer lo que se espera y en esto también fui aplicada. Negación, rabia, negociación, tristeza y aceptación. Después de unos años, aún siento “ramalazos” de cada una de estas fases de vez en cuando. Al escuchar una canción (“Qué será” de Revolver: mis padres  emigraron siendo casi niños de su pueblo a la ciudad), al visitar un lugar (sus pueblos, por ejemplo), al hacer una comida (tortilla de patata o croquetas, que a mi madre le salían riquísimas), al ver a una familia numerosa con diferentes generaciones reunida…

Durante mi proceso, tuve que lidiar con diferentes emociones. La sorpresa, que me dejó, afortunadamente, en un pequeño shock de negación las primeras semanas, lo que me permitió sobrellevarlo.  La culpa por no haber podido ser más “superdiosa” y haber evitado su muerte.  La rabia por no encontrar respuestas y soluciones. El miedo con algún ataque de pánico, al conectar su muerte con mi propia angustia de muerte.  La tristeza por el vacío que se queda dentro. Y, también, viví y vivo muchos momentos de calma y admiración al recordarles de una forma más o menos serena.  

Hay una serie de cosas que durante este proceso me ayudaron y las comparto por si puede ayudar a alguien. Me crea cierta angustia interior pensar que la cuarentena que estamos viviendo limite algunos elementos que ayudan al duelo. Y no sé muy bien qué contar y si podría ayudar lo que cuente ya que mis vivencias se produjeron en un momento sin alerta sanitaria. También sé que las personas humanas tenemos esa capacidad para buscar soluciones nuevas a contextos diferentes. Ante la adversidad, somos mucho más capaces de crear fórmulas de lo que a priori hubiéramos pensado. 

Mis pasos fueron un poco los siguientes:

DESPEDIRSE  – RITUAL

Despedirme de mis padres fue un trago duro. En la cama del hospital, necesité apretar sus manos muchas veces, tocar su piel con mis mejillas, peinar su pelo con mis dedos… Ambos, creyentes a su manera, siempre quisieron un funeral con ataúd y tierra. Encontrar unos símbolos que les pudieran acompañar en “ese viaje” se apareció como algo importante para mí. Mi madre se llevó una flor de papel hecha por mi hijo. Una ama, siempre disponible para sus hijos, a la que le gustaban las flores y la naturaleza (aun siendo muy “casera”).

Cuando yo era pequeña no entendía bien su interés por el campo. Ahora soy la primera que en cuanto puedo me escapo a la naturaleza. Mi padre se llevó una baraja de cartas. Un hombre de su época,  no acostumbrado a expresar mucho los sentimientos y que, sin embargo, era amor infinito. Su momento más “personal” era su partida de mus diaria. Una afición a las cartas que empezó a contagiar a mi hijo y que yo trato de mantener viva con el pequeño (aunque no tengo ni idea de jugar al mus).

 

Pienso que ritualizar las despedidas es importante. Cada uno a su forma y dentro de lo que sea posible.  Hoy en día, con la cuarentena no serán posibles muchas despedidas desde la cercanía física. Y qué dolor conllevará eso.  Habrá que buscar, quizás, otras formas de ritualizar esa despedida, no lo sé.  Desde una distancia física menor o mayor.  Con unas velas, un pequeño altar en casa, con una poesía, o no sé…

LOS PRIMEROS SÍMBOLOS PARA SEGUIR “EN COMUNICACIÓN”

Durante las semanas siguientes a su muerte, necesité encontrar alguna forma de seguir en “contacto” o “comunicación” con ellos.  

Cuando murió mi madre, mi obsesión fue encontrar algo a modo de “oso de peluche”, cual bebé necesita para irse a dormir. Un objeto que me recordara a ella y me diera la ilusión de tenerla cerca aún. Busqué una foto y no me acabó de convencer. Un colgante que me regaló en su día y que tampoco me acabó de convencer. Finalmente, fue una prenda de vestir suya, suave y que aún llevaba su olor. Pensé: “ya sé cómo explicar a mi alumnado lo que es un “objeto transicional”. Y ahí, abrazada a esa blusa, dormí muchas noches. Aún, de vez en cuando la estrujo cuando necesito calma.

Mi padre murió de una forma muy imprevista. Y necesité escribirle una carta. Me senté en el ordenador, como estoy haciendo ahora, y me puse a contarle cosas. De vez en cuando, aún pienso en párrafos que podría añadir a esa carta.

Durante mucho tiempo, no pude tener una foto de ambos muy cerca; era superior a mis fuerzas … Ahora hay una foto suya en la tapa de mi joyero que abro y cierro todos los días.

Quizás no sea éste un buen momento para abrazar la ropa de nuestro ser querido, quizás el coronavirus no nos dejé ni eso… Seguro, sin embargo, que hay otras formas de seguir “en comunicación simbólica”  con los amados que nos han dejado. 

LA AYUDA DE LOS DEMÁS

Por supuesto, en los momentos primeros de pérdida y mucho tiempo después, pude y puedo sujetarme gracias a que otras personas me ofrecieron sus brazos y palabras de sostén.

El escuchar la frase “Te acompaño en el sentimiento” dicha de verdad, con emoción… fue para mí muy importante.

Mi pareja, un hombre muy sensible y, que no es precisamente muy hábil manejando algunas emociones, fue un punto de apoyo fundamental. Sobre todo, con sus abrazos. Mi hermano, esa pieza que logra que mi engranaje vital siga funcionando en momentos de angustia, también me sujetó con sus miradas y sus palabras. Amigas, con las que pude quedar a tomar algún café y sentir su presencia o con las que puede hablar a distancia por teléfono, al vivir lejos de mi ciudad.

Y, mi hijo, que sin saberlo él, es motor de vida en momentos de alegría y de tristeza. Recuerdo leerle el cuento “No es fácil pequeña ardilla” para hablar de las emociones del duelo por sus abuelos.  Qué importante es poder trabajar los duelos con los niños y niñas: para ellas  y para nosotras. Hay algunas guías y materiales que ayudan a hacerlo. Algunas están impresas, pero también hay versiones online (ver al final bibliografía).

¿Cómo me ayudaron las personas? Con conversaciones, con mensajes, con visitas al cementerio, compartiendo referencias de libros y cuentos, animándome a comer, a dormir, a salir a la calle, respetando los momentos de querer estar sola, con sonrisas…

Algunos abrazos reales posibles, abrazos virtuales, llamadas telefónicas, videoconferencias… es lo que tenemos ahora … y seguro que mucho más que yo no soy capaz de descubrir ahora.

CONECTAR CON OTRAS PERSONAS A LAS QUE TAMBIÉN LES HA PASADO

Es importante poder encontrar reflejo en otras personas que también han pasado por un duelo. Ya sea con amigas o con gente que ni siquiera conocemos y que han dejado su testimonio a través de historias, narraciones, películas,  canciones, obras de arte…

Mientras leía cuentos sobre el duelo a mi hijo, me los leía a mí misma también para sanar. Empecé a leer un libro con relatos de duelo (Sanar una Pérdida) No lo leí entero, pero de vez en cuando, ojeaba alguna página, algún relato. El cuento de la ardilla y este libro ya no están en mi librería … Pasaron a la librería de una amiga que perdió a su pareja de forma inesperada hace unos años. Porque el dolor se comparte y el deseo de poder ayudar a sobrellevar ese dolor también.  

No sé si en estos momentos es posible encargar o pasarse libros o es un posible foco de contagio.  En este sentido, las nuevas tecnologías nos ayudan a encontrar relatos, cuentacuentos, canciones, música …  por internet sanadores.

EL CONTACTO CON LA NATURALEZA

El sol me ayudó a sanar también. Y la naturaleza, con ese poder de reconexión e integración de las emociones para llevarte a la calma. Qué difícil se hace durante la cuarentena no poder salir e ir al campo, ver el mar… Qué difícil poder hacer un duelo desde un encierro en casa…

La imaginación puede ser de ayuda, el asomarse a la ventana o al balcón, la música con sonidos de la naturaleza o el contacto con uno mismo a través de la actividad física, la meditación, yoga, etc.  Siendo psicomotricista como soy, la importancia de entrar en contacto con mi propio cuerpo  a través de unas respiraciones, unas relajaciones, meditación etc… se me presentó como mucho más relevante tras la pérdida de mis padres. No lo logré en las primeras semanas porque los berrinches eran frecuentes al intentarlo… quizás tardé un poco más, pero es algo que me ayudó y me sigue ayudando.

TERAPIA PSICOLÓGICA

La muerte de mi padre fue imprevista y eso realmente me descolocó mucho. También, porque al morir después que mi madre, ya no me quedaba ninguno de ellos.  Unas semanas después del fallecimiento, decidí empezar una terapia breve. En este caso, no fue un proceso largo, me ayudó a sujetarme y colocarme emocionalmente de otra forma.

Tener una terapia presencial en estos momentos no es posible. Aun así hay profesionales que están ofreciendo su ayuda vía online. Es una posibilidad.

EL AUTODIÁLOGO (CONMIGO, CON MIS PADRES, CON MI HIJO)

He ido tomando conciencia, poco a poco, durante todos estos meses y años de cómo mis padres siguen muy presentes en mi vida. Después de unos cuantos años, ahora soy consciente de ello. ¿De qué forma siguen presentes?  En los diálogos que mantengo conmigo misma. Porque hay cosas que me digo a mí misma que tienen que ver sólo conmigo, con mis ideas y mis experiencias; y otras están derivadas de aquellos valores, mensajes positivos y afecto que me transmitieron mis padres. Es decir, aquellos valores positivos, esas creencias en mis propias capacidades que mis padres me transmitieron, se actualizan cada día en mí.

Y de todo esto, también saco muchas reflexiones como madre de cómo quiero hacer las cosas  con mi hijo. Cómo puedo contribuir de forma positiva a comunicarme con él, a inculcarle mensajes positivos para que tenga un autodiálogo de persona capaz, solidaria, cariñosa, trabajadora … valores que, en este caso, se transmitirán de generación en generación.  (lo de limitar los mensajes “tóxicos” también estoy en ello).

Poner la mirada en cómo ayudar a los demás desde mi trabajo y a mi familia en casa, también me ayudó a seguir viviendo el duelo de forma positiva.

CONCLUSIÓN

Repito que mientras escribo esto, pienso qué difícil tiene que ser hacer un duelo en estos momentos de cuarentenas por pandemia de coronavirus. Qué intensas serán las diferentes fases del duelo… Y no tengo mucha idea de cómo hacerlo sin poder tener tan cerca a las personas que se van para despedirse y a otras personas que pueden sostenernos. También sé que el ser humano está preparado para buscar fórmulas desde cierta distancia… a través de las llamadas telefónicas,  de espacios virtuales de ayuda y algunas momentos más cercanos posibles.  

Cruz Roja tiene un servicio de atención psicosocial (Teléfono de Bizkaia: 94423 03 59) desde el que está ofreciendo apoyo en diferentes vertientes, entre ellas el acompañamiento a personas afectadas por el Coronavirus. Colegios de Psicólogos/as de diferentes lugares también están ofreciendo servicios de apoyo (El COP de Bizkaia  ha puesto en marcha Psicobizi para ofrecer ayuda psicológica también por la crisis del coronavirus; para contactar: psikobizi.bizkaia@cop.es  mensajes de texto al Whatsapp: 686 202 918) Y, seguramente , que comenzará a haber más iniciativas al respecto. Está claro que cuando pase la crisis, tendremos que  hacer duelos diferidos y contar con mucha ayuda psicológica para ello. También , ahora, para poder sobrellevar la ansiedad de la cuarentena y las despedidas.

 Os dejo un poema tradicional escocés en el que me he permitido hacer una pequeña variación.

Puedes llorar porque se ha ido, y puedes sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva y puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;

Tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver y puede estar lleno del amor

que compartiste.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda y puedes hacer lo que a él le gustaría: Sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

Poema tradicional escocés.

Y, DE VERDAD, SIN CONOCEROS QUIZÁS, OS ACOMPAÑO EN EL SENTIMIENTO.

UN POCO DE BIBLIOGRAFÍA  QUE ME AYUDÓ

CUENTOS

Hay versiones animadas o en cuentacuentos en youtube de algunas de ellas. Podéis buscarlas.

  • “No es fácil pequeña ardilla” Elisa Ramón y Rosa Osuna.  Editorial Kalandraka.
  • “Dónde está el abuelo” Mar Cortina y Amparo Peguero.
  • “Vacío” Anna Llenas. Editorial Bárbara Fiore.
  • “Un pellizco en la barriga” Alma Serra y Marta López Palomo Editorial Babidibú.
  • “El lenguaje de los árboles” Pepa Horno Goicoechea. Editorial Fineo.

CUENTOS

Hay versiones animadas o en cuentacuentos en youtube de algunas de ellas. Podéis buscarlas.

  • “No es fácil pequeña ardilla” Elisa Ramón y Rosa Osuna.  Editorial Kalandraka.
  • “Dónde está el abuelo” Mar Cortina y Amparo Peguero.
  • “Vacío” Anna Llenas. Editorial Bárbara Fiore.
  • “Un pellizco en la barriga” Alma Serra y Marta López Palomo Editorial Babidibú.
  • “El lenguaje de los árboles” Pepa Horno Goicoechea. Editorial Fineo.

Begoña Ruiz Ibáñez. Psicóloga, educadora social y psicomotricista.

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