Gakoa: buscando claves para no recaer

contra la violencia machista

El vacío que has encontrado al ir a leer el artículo es el 1% del vacío, la sensación de soledad o de desorientación… que sienten las mujeres víctimas de violencia machista cuando son maltratadas por primera vez o cuando deciden denunciar.

El Instituto de Reintegración Social de Euskadi, I.R.S.E.-E.B.I, somos una entidad sin ánimo de lucro, declarada de interés social, desarrollamos, gestionamos e implementamos servicios de responsabilidad pública en contextos socio-sanitarios, psicológicos y jurídicos, y servicios de asistencia, tratamiento e inserción social a personas en situación de vulnerabilidad, desprotección o exclusión social y  sus familias.

Uno de los servicios fundamentales que gestiona el IRSE-EBI, es el S.V.G.P. (Servicio Vasco de Gestión de Penas), este servicio, dependiente de la Dirección de Justicia del Gobierno Vasco, se encarga de velar por el cumplimiento de medidas penales, no privativas de libertad, en medio abierto, como los TBCs (trabajos en beneficio de la comunidad), realizar su seguimiento e implementar programas para cumplir con el mandato judicial, como son los TASEVAL (talleres de seguridad vial) y el programa Gakoa, entre otros.

En esta ocasión nos centramos en el programa Gakoa, que es un programa de rehabilitación e intervención con hombres condenadas por delitos relacionados con la violencia de género en la CAE.

Este programa surge por iniciativa propia en el IRSE-EBI, en el año 2005 con la finalidad de dar respuesta al mandato judicial, que queda recogido en el código penal y en la ley integral de violencia de Género, que conlleva la realización de un proceso personal en violencia de género. Gakoa nace de entender la necesidad de trabajar con los hombres que agreden o han agredido a sus parejas o exparejas, por varios motivos que se convierten en objetivos:

El primero y fundamental, el de proteger la integridad física y psíquica de las mujeres y la de sus hijas e hijos. Entendemos, y comprobamos, que en la medida que los hombres con los que trabajamos alcanzan los objetivos planteados, tienen una probabilidad menor de agredir a las mujeres, que si no realizan ningún trabajo terapéutico, por lo que se lleva a cabo un trabajo de prevención y protección a las mujeres, hijas e hijos. Por otro lado, si el hombre es una de las piezas clave de la violencia contra las mujeres, resulta imprescindible trabajar con él para desmontar el entramado ideológico, conductual y emocional en el que sustenta y legitima la violencia ejercida.

Otro de los motivos que impulsaron al IRSE a co-construir un modelo propio de intervención con hombres condenados, incluidos en los fines estatutarios de la entidad y en su propia filosofía, fue el de mejorar la calidad de vida de las personas con problemática judicial.

Desde Gakoa, concebimos la Violencia de Género como una manifestación más del sistema patriarcal. Este sistema, es el que domina en toda la sociedad y en todas las sociedades, con diferentes credos políticos y religiosos. Es este sistema el que permite y favorece las desigualdades entre hombres y mujeres por el mero hecho de haber nacido con un sexo u otro, y en la medida que las desigualdades generan una importante asimetría de poder, en la que el hombre siempre resulta favorecido, se normalizan determinadas conductas, incluso leyes, discriminatorias para las mujeres. En este contexto cultural y social, sumado a diferentes características de la personalidad que se va conformando desde la infancia, es donde se da el caldo de cultivo perfecto para ejercer la violencia contra las mujeres.

Como ya hemos señalado, hombres que acceden al programa Gakoa, han sido sentenciados por un delito de violencia de género a una condena igual o inferior a dos años. En este o en cualquier otro delito, con una condena de dos o menos años, y sin constar antecedentes computables, a la hora de ejecutar la condena se pueden aplicar medidas alternativas o en medio abierto y así viene recogido en el art. 80.1.3. del C.P.

Una de esas medidas es la suspensión de la condena y en función del delito, la suspensión, conllevará una serie de condiciones. En el caso de los delitos de VG las condiciones son tres: respetar la orden de alejamiento y comunicación por el tiempo que dure la suspensión de la condena (que habitualmente es de dos años), no cometer más delitos y cumplir con un programa de rehabilitación. En el caso de no cumplir con las condiciones el juzgado encargado de ejecutar la condena puede revocar la suspensión y ordenar el ingreso en prisión.

Las perspectivas a tener en cuenta en el programa Gakoa son:

  • -la terapéutica, en la medida que buscamos cambios a nivel cognitivo, conductual y emocional y que estos cambios sean duraderos y eficaces a la hora de mejorar las relaciones interpersonales;
  • – la educativa, que surge de la necesidad de aprender conceptos que no vienen recogidos en la educación formal (identificación de emociones, estilos de comunicación…) y son fundamentales para un crecimiento personal;
  •  -la humanista, en lo relacionado al individuo, a la importancia de centrar el foco en cada persona, en sus valores, en su experiencia, en su desarrollo, su evolución;
  • -y la judicial, inexorable al programa Gakoa y que nos exige cierto nivel de conocimientos para comprender el proceso judicial.

Estas perspectivas, ayudan a dar forma y delimitan la estructura del programa, y aunque todas son importantes, la que marca la orientación del programa, es la perspectiva de género, que atraviesa transversalmente los contenidos y el modo de trabajo.

Aplicar la perspectiva de género, implica diversas consideraciones: La primera es que todas las personas profesionales que trabajamos en Gakoa nos hemos formado en esta línea de trabajo y de conceptualización de la violencia.  La siguiente, es entender en qué consiste aplicar la perspectiva de género. No es más que comprender y analizar las diferencias que se generan entre hombres y mujeres desde un punto de vista cultural y no solo biológico, es decir, que las construcciones culturales definen a cada persona en función del género asignado.  Estas construcciones, no solo las definen a ellas, sino sus trabajos, su forma de ocio, su dedicación a la familia y al hogar, su manera de identificar y expresar las emociones, su forma de resolver los conflictos… y todo ello acaba condicionando las relaciones de pareja y a título individual, puede generar dificultades psicológicas.

A la hora de implementar el programa lo dividimos en tres fases.

1- Una primera fase inicial o de acogida, en la que se establece la relación terapéutica y se genera el vínculo con el usuario y precisamente por esto, es la fase más importante. Es un periodo de escucha activa, de confianza, en el que brindamos el espacio terapéutico como un espacio seguro, sin juzgar. Así mismo, también se empieza a trabajar la responsabilidad y se co-construye una demanda de trabajo, unos objetivos a alcanzar.

2-A continuación, una fase de intervención individual y/o grupal en la que se abordan los objetivos planteados y un bloque temático (mecanismos de defensa, distorsiones cognitivas, autoestima, comunicación, control de la ira, conceptos relacionados con el género: androcentrismo, micro-machismos, patriarcado…). El contenido de las unidades temáticas, al igual que el resto de nuestras intervenciones, está determinado por la perspectiva de género.

3-Por último, la fase final de alta y seguimiento. Es aquí, donde tras evaluar la consecución de los objetivos y constatar, de modo cualitativo, los cambios que se han producido a nivel cognitivo, conductual y emocional damos por finalizado el programa, no sin antes llevar a acabo sesiones de “prevención de recaídas” para que el usuario disponga de herramientas suficientes para no volver a ejercer violencia contra las mujeres.

Todo lo anteriormente relatado no es un proceso sencillo ni rápido y no siempre tiene éxito. Hemos que tener en cuenta que los participantes en el programa no vienen de forma voluntaria y en ocasiones esto supone un handicap. No obstante, estamos altamente satisfechxs con los resultados que indican que la población que no se somete a programa tiene una reincidencia del 20% frente al 8% de reincidencia de las personas que han realizado programa Gakoa.

Concluimos con que entendemos que la intervención con hombres es beneficiosa para toda la sociedad y que ha llegado el momento en el que los hombres vayamos renunciado a los privilegios que el patriarcado nos otorga, que nos impliquemos en la lucha contra el machismo y la violencia, que entendamos que el feminismo nos favorece a los hombres y que trabajemos por una sociedad más equitativa y justa.

En resumen, que nos pongamos las gafas de color violeta, porque una vez que puestas, no hay forma de mirar el mundo con otra mirada.

Jorge Freudenthal Pascual, psicólogo del IRSE

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