¿Comemos según nos emocionamos? 4 pautas para una alimentación familiar sana

“Descubrimos una “lorza” en el cuerpo que antes no estaba. Tenemos la sensación de estar hinchadas. Sólo queremos comer dulces y chocolate. ¿Qué nos está pasando?”

Parece que la pandemia también ha modificado algunos hábitos en la alimentación o reforzado algunas “costumbres” insanas que ya teníamos. Y no sólo en el caso de las personas adultas de casa, sino también en nuestros hijos e hijas. 

Algunos estudios iniciales sobre la salud en esta época señalan un repunte de la obesidad infantil, la complicación de algunas enfermedades metabólicas como la diabetes e incluso un aumento de trastornos de la alimentación en la adolescencia. (Quizás al estar más en casa, se hayan detectado más o quizás hayan incrementado).

Durante la pandemia, estamos viviendo con mayor frecuencia e intensidad emociones desagradables como el miedo, la rabia o la tristeza relacionadas con la incertidumbre, las pérdidas, las restricciones… Habitualmente, “gestionamos” este tipo de emociones de dos formas:

Unas más sanas. Las personas adultas lo podemos hacer a través del trabajo corporal, del deporte, de ir a la naturaleza, de quedar en vivo y directo con amigas, de viajar, de descubrir cosas nuevas… Las niñas, con cosas similares incluyendo la ayuda emocional de sus referentes adultos y el juego sensoriomotriz libre con iguales. Durante un tiempo hemos estado y seguimos estando un poco limitados para hacer este tipo de cosas de la misma forma que siempre.  De hecho, aunque hemos hecho más ejercicio en casa que antes, el sedentarismo en general ha aumentado pasando mucho tiempo delante de las pantallas, por ejemplo.  Además, la intensidad de lo vivido puede ser tan alta que los “remedios” habituales sanos se quedan un poco “cojos”.

Unas más “insanas” Entre ellas, podemos encontrar la alimentación “fast-happy- food”. Es decir, buscar la “compensación” a estos estados a través de la ingesta de alimentos y, en concreto, de algunos que nos dan una especie de efecto “calmante o alegre” en el cerebro. Por ejemplo, chuches, bollería, snacks y alimentos ultraprocesados con ciertos aditivos…Estos productos favorecen la obesidad, problemas metabólicos, caries, preferencia por determinados tipos de sabores más intensos y una especie de “enganche” a ellos (no podemos comernos solo un ganchito…el cuerpo nos pide acabar la bolsa) Además,  la crisis económica nos ha llevado a muchas familias a “tirar” precisamente de este tipo de productos que son más baratos  pero menos sanos. Las frutas, verduras y productos frescos se han convertido casi en productos inalcanzables…no digamos ya si son con label ecológico.

Las emociones desagradables cuando se concentran y se hacen rígidas en el tiempo pueden dar lugar a malestares emocionales que se expresan en el cuerpo. Por ejemplo, a través del sueño (insomnio-hipersomnio), en el movimiento (agitación – inhibición motriz), en lo digestivo (diarrea- estreñimiento) y con la alimentación con casos como la obesidad/extrema delgadez o la bulimia/ anorexia en la que se conjugan diferentes factores.

Más allá de estos últimos ejemplos, en los que es necesario un acompañamiento médico, educativo o incluso terapéutico específico, podemos recordar algunas pautas que a nivel familiar nos pueden ayudar a recuperar o crear hábitos saludables en alimentación relacionándolos con la gestión emocional. Por ejemplo: 

1- POTENCIAR LA EMOCIÓN DE LA CURIOSIDAD POR LA ALIMENTACIÓN SANA

Esto implica que niños y adolescentes puedan ver, tener a mano, descubrir, experimentar…  con los alimentos sanos. Dentro de lo que nos dejen las restricciones del momento, podríamos:

  • Tener siempre a la vista y a la mano un recipiente con fruta o verdura. Incluso ya pelada y troceada para “invitar” a picar de ella (y no de otras cosas).
  • Visitar los lugares de producción o venta de productos frescos naturales con las niñas (el mercado, huertas, granjas …)
  • Jugar a adivinar. Jugar a adivinar qué ingredientes lleva el puré que estamos comiendo, con qué partes de las verduras está hecho, cuándo es su temporada … Si el pescado es blanco o azul y eso qué significa …
  • Cocinar sano en familia. La harina y la levadura se agotaron durante el confinamiento. Hacer pasteles está bien de vez en cuando. Si hacemos un milhojas de calabacín o añadimos manzana al bizcocho, sumaremos puntos.
  • Investigar las etiquetas de lo que compramos para ver cuánto azúcar o  grasa lleva. O si es ultraprocesado y explicar qué supone eso. Incluso hay APPS (con sus luces y sombras) que nos pueden ayudar y a los niños les gustan.
  • Jugar y leer sobre alimentación. Hay diferentes juegos de mesa, cuentos y pasatiempos sobre alimentación saludable. (abajo se especifican algunos).

Para facilitar todo esto, algunas entidades como la Asociación 5al día o AZTI  cuentan con recursos en sus páginas web y redes sociales.

2-ASOCIAR EL COMER SANO CON UN AMBIENTE DE CALMA Y SEGURIDAD

Y, para ello, por ejemplo:

  • Hacer al menos una comida al día en familia juntos/as.
  • Comer despacio, masticando bien y para eso, hay que disponer de tiempo. No vale comer a toda prisa para volver a trabajar rápido o para seguir viendo la tablet.
  • Evitar discusiones en la mesa. Dejarlas “aparcadas” para retomarlas en otro momento. Además, con la tripa “llena” parece que se discute menos.
  • Quitar “ruido” de la mesa. Sin gritos y sin la presencia omnipresente de la televisión.  (quizás haya comidas en las que la veamos para hablar también de lo que pasa en el mundo pero necesitaríamos hacer por lo menos una comida al día  sin ella)
  • Los móviles, tablets y demás fuera de la mesa. Los niños y adolescentes cada vez nos piden más desayunar mientras juegan o ven algo… ¡ojo! Y el mensaje nos va también a las personas adultas.
  • Aprovechar para hablar de “nuestras cosas” mientras comemos. Podemos, por ejemplo, contar cada persona qué ha sido lo mejor y lo peor del día …
  • Evitar usar la comida como un chantaje. “Si te portas bien, te pondré helado.” “Si no te comes el pescado, no tendrás consola.” La comida no puede estar condicionada de esa forma. 
  • No obligar a comer algo si da asco. Determinados alimentos o texturas pueden dar asco, sobre todo, cuando empiezan a probarse. Por ello, no hay que “obligar” a comérselos sin más. Se trataría de ir dando posibilidades para acostumbrarse, encontrarlos más atractivos o asumir retos progresivos para probarlos.

 

3-DAR ALTERNATIVAS A “QUITARSE” EMOCIONES DESAGRADABLES CON COMIDA INSANA

Como decíamos al principio, cuando tenemos una emoción o un estado desagradable (por ejemplo, el aburrimiento mismo) podemos caer en la tentación de comer. Y, sobre todo, comer alimentos insanos que por sus componentes nos pueden dar un “subidón” de bienestar aparente en el cerebro o que hemos condicionado a “pasar el rato” o que nos recuerdan momentos felices de celebración.

Tendríamos que buscar alternativas para poder gestionar emociones como el enfado, la tristeza, la rabia, la culpa o estados como el aburrimiento de otra forma. Por ejemplo:

  • Con el deporte, fuera o en casa si no es posible salir. El deporte libera endorfinas que también nos dan sensación de bienestar pero de forma sana.

 

  • Con la música, que es capaz de inducirnos a emociones agradables por su estilo o por recordarnos experiencias placenteras.

 

  • Con el juego. Jugar es la principal actividad reaseguradora para niños y niñas.Podemos llevar en el bolso o en la mochila siempre una baraja de cartas o un kit de pasatiempos como alternativa a las pantallas, por ejemplo.

 

  • Con actividades familiares en la naturaleza. Ésta tiene el poder de conectarnos con emociones agradables y, ahora mismo, la necesitamos mucho. Si no podemos subir al monte o ira a la playa porque está fuera de nuestro municipio confinado, el mismo parque con algunos elementos naturales nos puede salvar. Hay algunas aulas medioambientales o ayuntamientos que organizan gimkanas familiares que posibilitan la actividad física, el contacto con el aire libre e incluso aprendizajes interesantes a nivel cultural. Y en algunas incluso pueden usar la tecnología para orientarse o recibir pistas.

 

  • Haciendo una ayuda emocional.  Padres y madres debemos “ponernos las pilas” para saber cómo ayudar a nuestros hijos a sacar, expresar y gestionar sus emociones. Y esto no es tan fácil porque no tenemos tanta “herencia adquirida” en ello. Por ello, deberemos buscar quizás espacios formativos, lecturas y hacer un trabajo personal propio para adquirir más habilidades al respecto. Una emoción de culpa muy instaurada de forma irracional en una adolescente sin trabajar (relacionada con su necesidad de perfección para ser valorada o por la no gestión adecuada del torbellino vivido por un abuso que sufrió o sintió) puede relacionarse a la larga con un trastorno de alimentación.

 

  • Con algunos alimentos, sí, pero sanos. Podemos llevar en el bolso un bollo por si le da la rabieta o el bajón de cansancio a nuestro hijo u otras opciones más sanas como un plátano, una manzana o un paquete de frutos secos.

 

En cualquier caso, tenemos un “arma” muy poderosa para fomentar hábitos sanos de alimentación en nuestros hijos. La imitación. Los niños y niñas nos imitan. Y si yo como una manzana, es más fácil que mi hija pequeña coma una manzana. Y si la madre de su mejor amigo lo hace, también. Y si su profesora a la que adora come una manzana en el recreo lo mismo. Y si la monitora de skaut de una adolescente lo hace, también. Al igual que si la come el influencer al que adora o su grupo de colegas… Por ello, ir creando una red de personas que se alimentan de forma sana y  gestionan las emociones de forma adecuada, ayudará … Y hay pasos para poder ir dando…

LECTURAS Y JUEGOS PARA UNA ALIMENTACIÓN SANA

Cuentos:

  • Sopa de calabaza. Helen Cooper. (Juventud)
  • Sopa verde. Ángela Madeira y Till Charlier. (OQO Editorial)
  • La rebelión de las verduras. David Aceituno y Daniel Montero Galán. (Lumen Editorial)
  • El recetario mágico. Desireé Arancibia. (Play Attitude Editorial)
  • ¡Qué rico! Alexandra Maxeiner y Anke Kuhl. (Takatuka Editorial)
  • Una cocina tan grande como un huerto. Alain Serres y Martin Jarrie. (Editorial Kókinos)
  • Es divertido… ¡Comer! Jane Foster (Editorial Bruño)
  • El burrito verde. Anuska Allepuz (Andana Editorial)
  • Cuentos para comer sin cuentos. Varios autores.
  • La huelga de las ensaladas. Roberto Kruger González (Editorial GEU)
  • Apio Verde Detective. Roberto Kruger González (Editorial GEU)
  • Come y crece. Luis López Tallaj (Editorial Círculo Rojo)
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Juegos de Mesa y Manipulativos:

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