Acompañando la transexualidad infantil desde la familia

Acompañando la transexualidad

Según algunos estudios, en uno de cada 1.000 nacimientos el sexo de la persona no coincide con el que se le asigna al nacer. Cuando esto ocurre hablamos de transexualidad.

La transexualidad ha existido en todas las culturas y en todas las épocas históricas: hijras en la India, muxes en México, dos espíritus en Norteamérica… A pesar de ello, esta es – al menos en las culturas occidentales – la primera generación de personas transexuales que está pudiendo vivir como lo que realmente es desde su infancia, lo que está suponiendo un cambio histórico en la comprensión de esta realidad.

No han transcurrido aún siete años desde que se mencionó la transexualidad infantil por primera vez en un medio de comunicación estatal y desde que las familias se unieron creando la primera asociación –Chrysallis-, pero en muy poco tiempo se han dado grandes pasos.

Si las historias de generaciones anteriores nos hablaban de alarmantes cifras de abandono escolar, acoso, depresión, intentos de suicidio, trastornos psicológicos, etc. Derivados de la negación de su identidad, los índices de bienestar de estos primeros niños y niñas a quienes no se les está negando quienes son, les sitúan en los mismos ratios que sus iguales.

Ante esto, parecería lógico pensar que cualquier familia va a respetar la identidad de su hijo o hija. Pero la realidad no es tan sencilla. Existe un gran desconocimiento sobre la transexualidad infantil que, en primer lugar, impide a las familias y a los propios menores reconocer qué es lo que está ocurriendo. Si no sé que algo existe ¿cómo voy a identificarlo?

El único indicador inequívoco y definitivo que señala que nuestra suposición en relación al sexo fue errónea es que la niña o el niño así nos lo diga. Pero la expresión del hecho de ser niña o niño es a veces muy clara y otras veces, no tanto. Esta expresión puedes ser verbal, y también a través de gestos, ropas o juegos, de un malestar… Incluso si las actitudes del entorno son de negación, puede que el niño o la niña se esconda o disimule su verdadera identidad sexual.

Cuando la expresión de la propia identidad es ambigua, además de la escucha activa va a ser clave la transmisión de conocimiento sobre los hechos de diversidad: Transmitir con claridad que se puede ser niño y que te guste ponerte vestidos, y que también se puede ser niña y tener pene. Transmitir con claridad que se puede ser niña y que te guste jugar al fútbol, y que también se puede ser niño y tener vulva.

Acompañar significa: atender necesidades, posibilitar que puedan ir desplegando su peculiar manera de ser, y poner las condiciones para que puedan caminar, quitando obstáculos, dando recursos y abriendo posibilidades.

Sin decir por dónde tienen que ir, caminando a su lado, justo un paso por detrás, para que pueda ir decidiendo su camino con la seguridad de que estamos ahí, para lo que necesite. Sin frenar y sin empujar.

Acompañar desde el respeto a sus procesos no significa no hacer, porque para que pueda acceder a todos los caminos posibles va a haber que hacer y muy activamente.

El proceder de madres y padres no es la causa de que sus hijas e hijos sean niña o niño. Tampoco van a poder corregir ni cambiar esa autopercepción como niña o niño. El miedo al sufrimiento futuro lo único que hace es generar sufrimiento en el presente. El miedo a veces lleva a desear que las cosas no sean como son. Pero las cosas son como son y no como desearíamos o como creemos que serían mejor. Y ese desear que las cosas no sean como son puede generar sufrimiento porque va a ser vivido como una no aceptación.

Para poder acompañar es necesario poder comprender. Y para poder comprender hace falta tener conocimiento.

¿Qué necesitan nuestras hijas e hijos? Que se respete su ritmo, es decir, basar cualquier paso en las necesidades que exprese. También necesitan, como el resto, que se respeten sus juegos, sus gustos a la hora de vestir, cómo llevar el pelo… Pero sobre todo, necesitan que les veamos. Necesitan “ser” a través de la mirada del otro. Esto significa que veamos el niño que realmente es donde yo antes veía una niña (o al revés), porque mientras yo vea una niña, no estoy viendo al niño que me está suplicando que lo vea.

Que reconozcamos verbalmente su identidad, cambiando el género gramatical para que sea acorde a su identidad sexual. Al principio suele ser costoso, exige poner mucha consciencia y hacer un gran esfuerzo para decir aquello que por la inercia no nos sale.

Además, necesitan representaciones gráficas donde puedan ver reflejada su corporeidad y acceder a materiales audiovisuales en los que aparezcan imágenes reales de otras niñas y niños en situación de transexualidad reales, para poder ver: “Un niño (o una niña) como yo”. Del mismo modo, les gustará conocer a otras chicas con pene y chicos con vulva, mejor si son de su misma edad y de su mismo sexo.

Y que la atención de sus necesidades no se posponga. Esperar es hacer; no hacer también es hacer. Y cuando no hacer hace daño, cuando esperar hace daño, quizás tengamos que preguntarnos qué es lo que queremos para esta niña o este niño que sufre.

A veces necesitan recalcar y subrayar de manera notoria, aquellos rasgos asociados con su sexo y se agarran a los estereotipos. Ante la negación de su identidad, necesitan dejar muy claro ante el resto que son un niño o que son una niña y esta es la forma que encuentran. En la medida que se va aceptando su identidad, suelen ir relajando esta necesidad, porque van dejando de tener que gritar al mundo “quién soy”.

El tránsito o transición es el proceso por el que una persona en situación de transexualidad pasa a vivir en todos los ámbitos de la vida de acuerdo a su identidad. El tránsito principalmente lo hacen los otros, y se trata, sobre todo, de un tránsito en la mirada, en la percepción que tienen los demás, y que va a llevar de manera progresiva a poder ver la niña que es donde veíamos un niño (o viceversa). Y ayudarle así a florecer.

Beatriz Sever, periodista, sexóloga, madre de dos niños y miembro y portavoz de Naizen, asociación de familias de menores transexuales de Euskadi y Navarra.

El 28 de junio, en los actos organizados por la asociación Ortzadar LGTBI+, en Gran Vía con Astarloa  repartimos el cuento-juego “Conociendo otras familias” publicado por BBK Family, donde se aborda la diversidad familiar, afectivo-sexual y de género.

En dicho cuento, Naiara y Hodei conocerán otros modelos de familias, se harán preguntas y se reirán con diferentes anécdotas que les ocurren. El objetivo de este cuento es que en las familias surjan preguntas y den pie a conversaciones entre padres, madres e hijos e hijas sobre la diversidad familiar, afectivo-sexual y de género.

Al cuento le acompaña un juego de recortables con papel imantado, con el que los niños y las niñas podrán vestir a los personajes de las formas más imaginativas.

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