6 tips para gestionar las mentiras (y que tus hijos e hijas mientan menos)

Una de las conductas que más preocupa a las madres y los padres son las mentiras. La mentira se vive como una traición, decepción y una pérdida de confianza que habitualmente conlleva censura y un aumento del control paterno. Suele ser motivo de muchos conflictos en el hogar por ello, os presentamos algunas claves para gestionarlo de una manera más efectiva.

¿Por qué mienten las niñas y los niños?

En primer lugar, es importante conocer las motivaciones que se encuentran tras el acto de mentir. Y en realidad, deberíamos preguntarnos para qué mentimos las personas, ya que la mentira no es una conducta exclusiva de la infancia, por supuesto.

Es más, se trata de una conducta aprendida que con frecuencia es reforzada socialmente.  Como es el caso de las mentiras “piadosas”, que son muy aceptadas con la excusa de no ofender o dañar al otro en el marco de las relaciones sociales. Sin embargo, este hecho va a generar la primera incongruencia, no se miente pero, ¿a veces, si? En lugar de legitimar la mentira, aunque sea para “evitar dolor”, lo ideal sería no negar la realidad y educar en el respeto y la empatía hacia el otro.

Los principales motivos por los que mienten son:

– Aún no tienen claro la línea entre la realidad y la fantasía, por ello, pueden desvirtuar la realidad o tener relatos fantásticos pero que defienden como verdaderos.

– Para explorar qué ocurre.

– Para evitar un castigo y/o crítica.

– Para agradar a los demás.

– Por impulsividad; no se paran a pensar y dar una respuesta. Suele ser frecuente en niñas y niños muy inquietos con dificultades para autorregularse.

– Por imitación, reproducen lo que ven.

¿Qué podemos hacer?

1. No mentirles:

Como siempre ocurre en esto de la crianza y la educación, el foco hay que ponerlo, en primer lugar, en nosotros mismos. Ser sinceras y valorar cuánto les mentimos a nuestros hijos y tomar conciencia de en qué situaciones lo hacemos e incluso les animamos a que lo hagan.

Un claro ejemplo es, cuando en casa discutimos y nos preguntan qué ocurre y les decimos que nada, siendo evidente que no es así. Otra situación frecuente es, cuando les ocultamos información porque consideramos que no podrán afrontarlo (enfermedad, muerte familiar, etc.) mientras ellos están percibiendo que algo ocurre. O Cuando les amenazamos  o prometemos algo, para que hagan lo que queremos y luego no lo cumplimos.  

Otra situación que suele ser frecuente, es cuando les incitamos a que mientan sobre su edad para que puedan montar en una atracción o acudir a algún espectáculo, o para evitar una multa.

Siendo testigos de estas mentiras de los adultos, resulta difícil entender el mensaje de que no deben mentir. La mejor manera de asegurarnos que sean honestos, es siendo honestos y sinceros con ellas y ellos.

2. Evitar los castigos:

El castigo genera muchos sentimientos negativos tales como la rabia, frustración, sentirse dañada/o, deseo de venganza, sentirse mala/o, o no lo suficientemente bueno. Sentirse de esta manera, no va a llevar a un aprendizaje ni un desarrollo de habilidades para la vida. Por ende, ante preguntas como  “¿Has pegado a tu hermano?” o ¿Quién lo ha roto?” lo que suele ocurrir es que se recurre a la mentira para evitar el castigo.

¿Qué hacemos entonces? Enfocarnos en soluciones. Buscar junto a ellas/os qué se puede hacer para que no vuelva a ocurrir, y ver qué están dispuestos a hacer ellas y ellos al respecto. Les podemos guiar y acompañar a la hora de buscar alternativas más adecuadas y que elijan un par de ellas para ponerlas en práctica la próxima vez. Si han tirado un vaso de agua porque estaban jugando en la mesa, después de ayudar a recoger dentro de sus posibilidades, pensaremos por qué ha ocurrido y de qué manera se tiene que estar en la mesa para que no se repita (sentada, sin jugar, podemos dejar el vaso más lejos del borde o del brazo de otra persona…) De este modo, estamos buscando una solución para que no vuelva a ocurrir y ayudar a que se responsabilicen sin juzgar o culpar.

3. Preguntar en lugar de dar por hecho:

En el momento en que nos enteramos de algún conflicto en la escuela o cualquier otra situación, en vez de decirles, “ya me han contado que has pegado…” o “tu profesora me ha dicho que no has hecho los deberes”. Si queremos establecer un diálogo de confianza y no generar que se sientan juzgados, amenazados y se cierren, es conveniente que les hagamos preguntas al respecto. “Creo que ha ocurrido hoy algo en el patio, ¿me lo quieres contar? /me gustaría conocer tu versión”.

4. Escucha empática y activa:

Cuando nuestras hijas e hijos, deciden contarnos algo que les ha ocurrido, es interesante probar la estrategia de “responder con la boca cerrada”. Consiste en escucharles con atención, dejando lo que estemos haciendo en ese momento y centrarnos, en lo que nos quieren compartir y únicamente responder con los labios juntos (sonidos como aamm, uuummm). Esta estrategia nos ayudará a conectar mejor con ellas/os y no caer en el consejo, el juicio o el reproche. Ello tiene como resultado un clima de confianza donde se ven comprendidos y se sentirán más capaces de contarnos algo que no han hecho bien. Posteriormente, podemos hacerles preguntas sobre qué les parece su actuación, en lugar de criticarles, y que reflexionen sobre cómo lo harían mejor la próxima vez.

5. Cambiar las preguntas acusatorias por demandas para resolver el problema:

En lugar de decir, ¿quién ha dejado la luz del baño encendida? Que va más orientada a saber quién lo ha hecho y buscar un culpable, lo cual es probable que genere miedo y una respuesta evasiva, es más adecuado optar por este tipo de enunciados: “la luz del baño está encendida, alguien podría apagarla? Porque en realidad ¿qué es lo que nos interesa, saber quién ha sido o que se apague? O también “Me he encontrado mi portátil encendido, por favor, quien haya sido que lo deje en su sitio y que sea más cuidadoso la próxima vez”.

6. Dejar espacio para rectificar y evitar recriminar:

Si sospechamos que nos están mintiendo o su discurso es dudoso, podemos expresarles nuestras dudas y explicarles lo importante que es para nosotras poder confiar en ellas, y las consecuencias que tiene la pérdida de esa confianza. Podemos ofrecerles la opción de pensar sobre lo ocurrido y hablar más tarde. De esta manera, les damos la oportunidad de rectificar y ser honestos, sin acusarles. Si finalmente, ha habido mentira, evitemos nuevamente el castigo, el hecho de que puedan reconocer su error y rectificar ya es un aprendizaje muy valioso.

Lorena Méndez Robredo. Psicoterapeuta y Educadora en Disciplina Positiva.

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