Soy Nerea Mendizabal y soy madre de dos hijos, además de psicopedagoga y educadora de Comunicación No Violenta. Me dedico a soñar en una educación en la que recibamos desde la infancia las bases para el éxito personal en la vida y, a partir de ahí, voy sembrando mi semilla en diferentes ámbitos sociales. En los conflictos interpersonales, en lugar de tirar hacia un lado u otro, doy importancia a alimentar las relaciones, porque así la vida toma otro color.
Al ser padres o madres, se nos aumenta la tentación de utilizar exigencias, imposiciones y amenazas. Yo personalmente, con la maternidad me di cuenta de que tenía una capacidad limitada para basarme en valores que me parecían importantes para gestionar las situaciones. Aunque mis estudios universitarios estuvieron directamente relacionados con las relaciones humanas, no aprendí a gestionar mis emociones, a resolver los conflictos de forma adecuada, a hacerme cargo de lo que me pasaba o a ser compañero de viaje en las experiencias ajenas.
En la búsqueda de herramientas que me ofrecieran más solidez para mi vida personal y profesional, hace 18 años me topé con la Comunicación No Violenta (CNV) de Marshall Rosenberg. Ha sido como encontrar un eje nuclear en mi carrera; desde él encuentro herramientas para recorrer los caminos de mi vida, que, cuando me extravío, me ayudan a encontrar de nuevo el camino. Aunque me atrajo su nivel de concreción, está lleno de profundidad y sutileza.
A menudo podemos estar con nuestros hijos e hijas intentando conseguir que recojan el dormitorio, estudien, colaboren, … y nos encontramos en una encrucijada, poniendo en marcha diferentes estrategias para conseguir lo que creemos que deberían hacer: avisos, amenazas, castigos, exigencias, … En este cruce de caminos, la CNV nos invita a tomar otro camino, siendo el objetivo crear una conexión de gran calidad, descubriendo lo que nos pasa a nosotros/as y a nuestros hijos e hijas. No busca cambiar personas o situaciones, ni pretender obtener una respuesta concreta o tener razón. Conociendo uno la situación del otro, busca ver y cuidar las necesidades de todos y, por tanto, todos tendremos la sensación de haber ganado o habernos enriquecido.
Socialmente, asociamos la violencia con golpear, insultar o agredir. Pero, a menudo, una mirada también puede herirnos, o bajo unas palabras pronunciadas con dulzura puede haber una intención hiriente. Otras veces, incluso el propio silencio puede ser más agudo y frío que la espada. M. Rosenberg decía que todo eso también es violencia. Así que, por pequeño o grande que sea, podríamos llamar violencia a cualquier elemento que nos lleve al dolor, a la distancia o a la discrepancia, y en cambio ‘no violencia’ a cualquier otro elemento que nos lleve a acercarnos.
Todos los seres humanos tenemos todas las capacidades para actuar desde el respeto, la consideración y la dulzura, y todos partimos de ahí cuando tenemos las condiciones adecuadas. Junto a eso, cuando no encontramos estrategias eficaces para preservar algunos aspectos que en algunos momentos son importantes para nosotros, todos recurrimos a la violencia.
Por eso, Marshall propuso partir de ese punto de salida: todos tenemos los dos platos, el de la no violencia y el de la violencia, más o menos, en un estilo o en otro, más fuerte o más suave. Aceptando eso, y basándose en una mirada que nos saque de la violencia propia y ajena, de los juicios y de las culpas, dicho autor nos ha ofrecido una propuesta o filosofía de vida, proporcionándonos gafas y recursos para ver y gestionar las relaciones y conflictos de otra manera.
¿En qué se diferencia este modelo?
Ante un conflicto, es habitual que uno quiera cambiar al otro, pensar que el otro lo está haciendo mal, y querer cambiarlo. Ante eso, podemos elegir cómo gestionar esa situación: ¿quiero salirme yo con la mía, saldrás tú con la tuya o quiero encontrar una solución que cuide de lo tuyo y de lo mío? Si queremos la última opción, la CNV nos recuerda, por un lado, que nuestro objetivo ha de ser aspirar a la calidad de conexión, y no a modificar al otro (o sus comportamientos) ni a obtener un resultado concreto. Y, por otro, nos pone en el camino de encontrar las importantes necesidades, valores o aspectos de la vida que estamos intentando satisfacer tras todas las conductas.
Para ello nos ofrece dos herramientas principales: la asertividad y la empatía, ambas herramientas muy poderosas. La asertividad consiste primero en conocerse uno a sí mismo para después poder expresarse y gestionar: “¿Qué me pasa con lo que ha dicho o hecho el hijo o la hija?”. La CNV aporta las claves para aclararlo.
Como padres podemos gritar, amenazar, reñir, y cuando hacemos eso quizás queremos que se atienda a nuestras indicaciones, o queremos ofrecer valores y recursos a nuestros hijos/as y a veces no sabemos hacerlo de otra manera; también podemos tener que confiar en nuestros criterios y cuando veo determinadas actitudes o comportamientos me entra preocupación o miedo… Por lo tanto, aunque a veces actuemos de forma torpe o dolorosa, es porque estamos tratando de cuidar algunos aspectos importantes para nosotros. Y eso paga un peaje: queriendo cuidar unas necesidades que suelen ser importantes para nosotros, no cuidamos otras, ya que, en general, queremos tener una relación dulce, cariñosa, respetuosa o de confianza con los seres queridos.
La segunda herramienta es la empatía. Si el objetivo es buscar una conexión de buena calidad, es importante acercarse a las vivencias de los hijos e hijas para entender lo que quieren decir con sus actitudes, comportamientos y vivencias. La CNV ofrece claves para su conocimiento, sin limitarse a evaluar, juzgar o querer modificar al otro.
Cuando pensamos que nuestros hijos e hijas no hacen caso, quizás están tratando de tomar sus propias decisiones, quieren que su opinión también sea escuchada, que se les tenga en cuenta, atender a lo que les dicta la conciencia, encontrar el sentido de las cosas… y a veces nos lo hacen saber de manera torpe, dolorosa o inaceptable.
Ver eso no quiere decir que tengamos que dejar a los hijos e hijas hacer lo que quieran. No. Conocer eso nos puede ayudar a abrir diferentes puertas para las soluciones a dicha situación. Porque las soluciones que podemos proponer en torno a la vivencia del niño/a pueden ser muy diferentes, según lo que planteemos en el caso de que esté cansado, esté reivindicando atención o esté intentando tomar sus propias decisiones.
Límites
En relación con la educación de niños/as y jóvenes, los límites suelen tener mucho que decir. Los límites son elementos que las personas necesitamos porque nos ayudan a cuidar nuestras necesidades. Así que primero me gusta ver que es algo que necesitamos los padres y las madres. Asimismo, a los niños/as les beneficia saber cuáles son nuestras referencias, ya que ello les ofrece certidumbre, apoyo y contención.
Por lo tanto, cuando estamos diciendo “no” el hacerlo en relación con los aspectos que estamos tratando de cuidar nos puede ayudar: “Me importan los alimentos que quiero ofrecer a tu cuerpo y, antes de comer, chocolate no”, “Quiero buenos tratos y no te puedo permitir que pegues”, …
Al mismo tiempo, cuando los hijos/as nos dicen “no” o cuando se pone un límite y no lo cumplen, también están diciendo “sí” a algo. No basta con decir “no pegues” al niño o a la niña, porque a veces es una forma de comunicar su enfado; otras veces es porque tiene dificultades de relación y es su forma de acercarse a los amiguitos; o puede ser porque está nervioso o inseguro.
Además de poner límites, será importante contemplar eso que le impulsa a pegar y habrá que añadir acciones concretas que ayuden a canalizarlo: no te puede dejar el dolor, pero lo que no te ha gustado puedes decírmelo con palabras”, o “¿quieres relacionarte con tus amigos? ¿Le preguntamos si quiere jugar contigo?”. Con el incumplimiento de los límites se nos abrirá una nueva oportunidad que nos puede ayudar a conocernos más o enriquecernos.
Para la convivencia o el funcionamiento en el hogar, también podemos escuchar la voz de los niños/as y jóvenes, y construir la convivencia teniendo en cuenta sus opiniones. Más que hijos/as obedientes, querría que fueran de los que van tomando conciencia de sí mismos y, por tanto, cuando no se cumple lo acordado, podemos ayudarles a tomar conciencia desde dónde hacen lo que hacen y qué influye en ello.
No estar de acuerdo puede ser una buena oportunidad para conocernos más. Los conflictos que solemos tener con nuestro hijo/a o pareja suelen ser un buen espejo para aprender lo que todavía tenemos por aprender. Eso que me irrita y me preocupa, a menudo son las cosas que no cumplimos en nuestras relaciones. Una bonita pregunta es cuándo, cómo o con quién estoy haciendo o convendría que hiciera eso que nos incomoda… Puede ser una bonita oportunidad para, junto a nuestro hijo/a o pareja, ir aprendiendo y creciendo juntos.
Nerea Mendizabal, psicopedagoga y educadora de Comunicación No Violenta.
Nerea Mendizabal impartirá un taller de 4 sesiones basado en el modelo de Comunicación No Violenta desarrollado por Marshalll Rosenberg, de forma sencilla, precisa, práctica y eficaz para comunicarnos con nosotros/as o con los/as demás, para expresar los propios sentimientos y necesidades. Para escuchar y comprender una conducta o actitud desagradable, situaciones conflictivas desde la cooperación y el respeto con el fin de resolverlo, y para no hacerlo desde el juicio o para hacer daño.
Cuándo/Noiz: Urriak 7,14,21,28 de octubre
Hora/Ordutegia: 17:30-19:30 h
Lugar/Non: Online
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Lenguaje Jirafa
Crecer juntos : comunicación no violenta – Nerea Mendizabal
Ofrezco respeto, recibo respeto
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