En la adolescencia ponemos el foco en su mal comportamiento y no en el por qué

Cristina Gutierrez es educadora emocional y creadora del “Método La Granja”. Por las instalaciones de la Granja Escuela de Barcelona y Madrid pasan 20.000 niños, niñas y jóvenes al año y es allí donde ve el cambio que produce en ellos/as. También es investigadora en innovación educativa y competencias emocionales aplicadas y ha recibido numerosos premios. En esta entrevista nos habla de su método y de cómo podemos intentar provocar un cambio de actitud respecto a nuestros hijos e hijas para mejorar la relación.

-Cristina, hace unos años te diste cuenta de que la forma de educar que teníamos ya no estaba funcionando. ¿Cómo hiciste el proceso de cambio?

Fue entre 2002 y 2004, cuando me di cuenta de que todo lo que hasta ese momento me había funcionado educando, dejó de hacerlo. Los niños y niñas ya no me escuchaban como antes, ni conseguía modular sus actitudes ni comportamientos.  Los niños y niñas te dan esos “zascas” en los que te dicen en qué punto exacto estás como padre, como madre o como educadora. Y por La Granja Escuela donde trabajo, pasan más de 20.000 niños, niñas y jóvenes cada año, así que era fácil y más que evidente que ya no conectaba con ellos y ellas

Entonces llegó la queja; me quejaba del sistema educativo, de los padres, las madres, de los juegos de internet, de los políticos. Y si yo me quejaba (que era la directora), ya puedes imaginar que todos me seguían. Dos años enteritos estuvimos ahí anclados, en la queja, hasta que un día dije al equipo ¿pero si los niños han cambiado, por qué no hacemos algo diferente? Y ahí empezó todo, no solo el desarrollo del Método La Granja, sino el descubrir quién era yo… ¡¡¡porque no tenía ni idea!!!

-¿Qué método utilizáis en La Granja?

El Método La Granja se basa en la Educación Emocional aplicada con una mirada 360. Se desarrolló desde el ensayo, prueba, acierto y error con los más de  20.000 alumnos/as que pasaban cada año por La Granja de Barcelona (Sta Maria de Palautordera). Lo que veíamos que nos funcionaba, nos lo quedábamos, lo que no, no… y así durante 12 años. Hicimos el estudio científico del resultado del Método con el GROP de la Universidad de Barcelona (Grupo de Investigación y Orientación Psicopedagógica) en el 2017.  Éste demostró una mejora significativa de cuatro competencias emocionales tras el paso de los niños/as por La Granja: la Conciencia Emocional, la Regulación Emocional, las Competencias Sociales y la Autonomía Emocional, generando un gran interés en el mundo académico (se ha presentado en congresos nacionales e internacionales de innovación educativa, y se ha publicado en Revista de Investigación Educativa).

Lo que más ha sorprendido del Método la Granja es su capacidad para conseguir cambios significativos en un periodo muy corto de tiempo. Y es el motivo principal de que lo hayamos utilizado además de en La Granja, en centenares de escuelas e institutos, en clubs deportivos como La Masía del Barça, en el mundo organizacional con empresas como Danone o Purina-Nestlé, o en el ámbito sanitario con el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona o el Instituto Catalán de la Salud.

-¿Cómo podríamos trasladar ese método a nuestra casa?

El Método es complejo, pues está orientado a profesionales de la educación. Nuestra metodología no se basa en hacer terapia, sino en un acto educativo. Esa es la gran diferencia de otras metodologías, en mi opinión.

En casa, podemos hacer Educación Emocional de manera fácil y divertida. Publiqué “Emocuaderno. Educación Emocional en casa” (editorial Salvatella) con 24 dinámicas para hacer en el hogar o en el aula. El primer secreto es que sea vivencial y divertido, ¡un juego! Y el segundo, es que sea verdad, y para que lo sea, debemos empezar por nosotras, por las personas adultas. Si quiero entrenar a mi hijo/a en la comunicación positiva o en una sana autoestima, pregúntate antes si tú dominas esas dos competencias. Si no, entrénate primero y verás que te resultará más fácil luego acompañar a tu hijo o hija.

-Por tu experiencia en La Granja, en la que ves cada día a niños, niñas y adolescentes, ¿Cómo ves que están viviendo la pandemia?

¡Como pueden! Exactamente como nosotros/as J Lo vivido este último año es un Tsunami Emocional en toda regla para el que, por supuesto, no estábamos preparados. Pero los seres humanos somos de naturaleza adaptativa, y aquí estamos, tratando de aguantar. 

Lo que veo que llevan peor los jóvenes es esa manía que las personas adultas tenemos de disimular, de no sacarnos la máscara, esa armadura (arma dura) que un día empezamos a construirnos para evitar que alguien pudiera llegar a nosotros/as y herirnos. Y se ha convertido en algo tan grueso, que ahora nos cuesta llegar al corazón. Y si no escucho mi alma, ¿cómo voy a poder entender o escuchar la de un hijo o hija?

Isaac, un chaval de 12 años que vino a La Granja me dijo “Hoy me he dado cuenta de que importo a alguien”. Y ¿sabes? Hay muchos Isaacs en los institutos de nuestro país.

-¿Notas que han reducido habilidades como la autonomía, que tienen una menor autoestima…?

Desde el mes de marzo volvemos a tener niños en La Granja, tanto en Barcelona como en Madrid, y en ambas comunidades observamos consecuencias similares.

Los niños de P-3 ya no son de P-3, tienen una autonomía menor, de niños de 2 años. Y vemos que esta circunstancia llega hasta 2º de primaria (que parece que son de 1º). También ha aumentado el miedo (miedo a casi todo) y la dependencia, a nivel general.

En cuanto a los de ciclo superior y ESO, observamos mucha más ansiedad, estrés y un mayor número de bajas autoestimas. Además, nos preocupa la creciente apatía y desmotivación en su actitud, se nota que llevan un año de sofá-Netflix a las espaldas, y todo les cansa, no están en forma. Se agotan fácilmente. 

-Durante la pandemia los/as adolescentes han padecido las restricciones en un momento en el que socializar es muy importante en su vida. Y a la hora de poner límites, estos venían de las autoridades, a nivel de horarios, normativas… pero ahora se los tenemos que marcar padres, madres…. Y parece que no va a ser fácil, teniendo en cuenta la necesidad que tienen de “desfogarse”. ¿Cómo lo hacemos para que no se convierta en un conflicto?

El primer consejo que podría dar es que tratemos de empatizar con ellos y ellas. Siempre digo que “si juzgas, no entiendes. Y si entiendes, no juzgas”, así que intentemos dejar de juzgar pues ellos/as, además, lo detectan al segundo y se alejarán de ti a toda prisa.

Lo cierto es que no es justo lo vivido, para nadie. Por eso es natural que todos sintamos un poco de rabia (es la emoción que nos ayuda a luchar contra las injusticias). Hablemos con ellos desde la comunicación sincera y asertiva, por ejemplo un…“Quiero escucharte para entenderte, no para responderte” hará que se gane tu respeto. Un “Dime, ¿Qué necesitas de mi?”, ayudará a que vaya al grano y nadie se ponga nervioso. Un “No te permito que me hables así” de manera calmada y segura, le pondrá un límite claro. Un “Tu eres más grande que tus miedos” lo hará valiente porque verá que tú crees en su coraje, y eso, ayuda un montón cuando estamos como estamos, heridos/as y asustados/as.

Y un “No quiero un hijo/a 10, te prefiero a ti”, le dará permiso para ser más él o ella misma. Y eso, en estos momentos, es vital para una sana autoestima.

Volviendo al día a día, en pandemia o no, la adolescencia es un momento donde se dice mucho “es que se porta muy mal, no obedece, me responde súper borde”,  y no nos fijamos más allá. ¿Tendríamos que poner el foco en por qué se portan “mal”, en el origen de por qué tienen estas reacciones, para poder entender qué les está pasando?

En occidente vivimos poniendo el foco en el comportamiento (ser obediente, sacar buenas notas, hacer los deberes, los goles del partido del sábado…). Pero ¿qué hay detrás de cada acción, de ese hacer y hacer todo el día? Eso no lo vemos ¿verdad? Si el chaval se porta bien, nos quedamos tranquilos/as y contentos. Si no, la decepción brilla en los ojos de los progenitores… y del hijo/a, pero qué sentirá y ¿cuáles serán las consecuencias?

Qué pasa en el mundo interior de un niño o niña. ¿Y en el tuyo? ¿Cuándo empezaremos a intentar entender qué esconde cada uno de ellos y ellas? ¿Qué empuja una reacción de rabia, miedo o tristeza? Conocernos debería ser la base de cualquier sistema educativo con sentido porque, al contrario de lo que muchos creen, la Educación Emocional nos hace fuertes y seguros. Muy seguros, de esos que caminan pisando fuerte por la vida. 

Las emociones son preconscientes y todos las sentimos, y son un regalo de la naturaleza para nuestra supervivencia como especie. De hecho, es nuestra mejor arma cuando sabemos utilizarla. Pero también se puede convertir en nuestra peor pesadilla cuando las emociones van a sus anchas y nos dominan, decidiendo incluso por nosotros.

Un comportamiento es una reacción ante algo que hemos sentido. Cuando esté enfadado, pregúntale “¿qué sientes como tan injusto?” y veréis como le ayudará a buscar bajo su piel la causa. Todo empieza ahí, bajo la piel.  El resto es solo una consecuencia.

-A veces hablamos de la paradoja adolescente, no quieren que vayas al partido a verles pero luego te echan en cara que no te importan porque no has ido a verles al partido. ¿Cómo podemos actuar frente a estas contradicciones?

Creo que la planificación es una buena estrategia a estas edades. Cuando empiece la temporada, reuniros y que cada miembro de la familia exprese sus necesidades; puede que uno diga que tiene ilusión por ver todos los partidos, otro que diga que no tiene ganas de sacrificar todos sus domingos y otro que exprese su deseo de sentirse acompañado y seguro en el campo tal vez, o todo lo contrario… Y llegad a un acuerdo, señalad cuando iréis y cuando no en el calendario para que todos tengamos nuestra necesidad cubierta.

Y cuando vayáis a verlo, que sea eso, verlo. Ni gritar, ni insultar al árbitro ni hacer de entrenador/a. Si tu cumples con el pacto, será más fácil que él o ella lo haga también. ¡Recordad que aprenden del ejemplo!

-¿Se puede hablar también de paradoja adulta? Les decimos que admitan que están tristes pero padres y madres escondemos la tristeza….

Exacto, ¡las personas adultas somos tan poco coherentes!. Ellos/as en cambio, lo son y mucho. Y cuanto más pequeños/as, más coherentes. Si tú disimulas tu desesperanza, o tu rabia, o tu miedo, recuerda primero que es imposible, porque ellos lo notarán igual que tú lo notas en los demás. Y segundo, cuando fingimos, les estamos diciendo “sentir eso no está bien, está prohibido”, con lo cual no legitimamos lo que sienten, y eso les hace (y nos hace) sentir fatal.  Pero recordemos que no podemos evitar sentir las emociones porque son pre conscientes, es decir,  pasan antes de ser conscientes de que las estamos sintiendo. No puedo evitarlas, solo regularlas. Y la ciencia aplicada que se encarga de que lo hagamos se llama Educación Emocional.

-¿Cómo podemos trabajar mejor las emociones?

Primero siendo conscientes de lo que sentimos, poniéndole nombre. Por ejemplo, cada mañana, antes de salir de casa, que cada miembro de la familia diga qué emoción siente (estrés, ilusión, apatía, alegría…)

Y después, tratemos de regular lo que sentimos de una forma que sea positiva para ti, pero también para los demás. ¿Estoy enfadada? Respiro profundamente 2 veces antes de hablar a mi hijo o hija.

Un “hijo/a, si tú no estás bien contigo mismo/a, será muy difícil que lo estés con los demás”, es una invitación directa a entender qué hay bajo su piel. Y justo ahí, radica la fortaleza humana, en saber quién eres. Sé que a nosotros/as no nos lo enseñaron en el cole. Pero hagamos lo posible para que eso no se repita en nuestros/as pequeños/as.

Debido a la alta demanda para asistir a la charla online hemos ampliado aforo.

Material de la mediateca relacionada con el tema que te puede ayudar:

Emocuaderno: Educación emocional en casa

Vídeo de BBK Family que te puede ayudar: 

 
 
Menú

BBK Family Learning

×