Dejemos de presionar a nuestros hijos e hijas para que sean los mejores

no presionar a nuestros hijos e hijas

La tendencia en los últimos 20 años es educar a los niños y niñas trasmitiendo que son especiales, que ellos pueden con todo y que siempre que se propongan algo lo conseguirán.

Esto hace que carguen con una mochila grandísima y que pongamos sobre sus espaldas, un peso que no son capaces de gestionar: ¿Qué significa ser especial? ¿Y si un día no logro lo que me propongo por mucho que lo intente? ¿Quiere decir que soy un fracaso, que quizás no lo intente lo suficiente? ¿Y si no satisfago las expectativas que tienen en mí depositadas mi aita y mi ama?

Cuando presionamos demasiado

Es una presión externa en forma de expectativas que lo único que generan es un miedo al fracaso y a la decepción,  dejando de lado sus propias necesidades, deseos y decisiones por el miedo de defraudar a los adultos y afectando directamente a su seguridad y al miedo de no pertenecer al grupo y a que se les deje de querer.

Así que muchas de esas niñas y niños cuando crecen deciden ser pasivos... ni siquiera intentarlo cuando ven que hay una mínima posibilidad de no ser especialmente bueno o de destacar, cuando ven que el resultado es incierto. Persiguiéndoles este miedo hasta la adultez, en forma de indecisión y dejando pasar oportunidades. Si no eres el/la mejor, ¿para qué intentarlo? Además se desarrolla un nivel muy bajo de tolerancia ante el fracaso, y se comienza a absorber el “todo vale” y “el fin justifica los medios” con tal de ser el número uno, y no enfrentarme al fracaso.

También pueden optar por ser especiales pero de maneras “poco adaptativas” siendo personas especialmente negativas, sintomáticas o inconformistas.

Generamos tal miedo al rechazo, a la decepción y fracaso que abonamos el terreno para que aparezcan conductas como la trampa y la mentira unidas al miedo.

¿Y si comenzamos a cambiar la frase “eres especial” por “eres único? ¿y si en vez de transmitir a nuestras hijas e hijos que “no hay nada imposible” transmitimos “No todo es posible pero al menos lo vamos a intentar”?

¿Y si cambiamos la forma de educar?

El cambio de paradigma es básico, ya que nosotros mismos nos centramos en el proceso educativo que vivimos con nuestros hijos/as, en todo su potencial y en motivarlos, en vez de centrarnos en los resultados. Y asumimos que no tenemos hijos e hijas perfectos, y que nosotros mismos/as no somos perfectos confiando plenamente en ellos/as sea cual sea el resultado y sobre todo, les dejamos aprender más de sus aciertos y de sus errores y damos un primer paso hacia la desaparición del sistema de castigos y recompensas.

Vemos el fracaso como una oportunidad para aprender, y la imperfección como un paso hacia la mejora mutua y personal.

¿Y si en vez darles la solución les dotamos de herramientas?

Esta sociedad está viviendo un profundo cambio, donde se va dar más importancia a la calidad que a la cantidad, donde vamos a empezar a transformar el tener por el ser y empezaremos a inculcar que lo importante no es ser el primero, sino llegar, y que el éxito sólo es válido si detrás hay esfuerzo.

María Arrieta, facilitadora de disciplina positiva

Claves para cambiar el paradigma educativo:

-Centrarnos en el potencial de nuestras hijas e hijos, no en los resultados.

-Dejarles aprender de sus aciertos y errores.

-Ver el fracaso como una oportunidad de aprendizaje.

-Evitar el sistema de castigos y recompensas.

-Enseñarles la importancia del esfuerzo.

 

 

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