Supongo que si estáis leyendo este artículo es porque tenéis esta preocupación, como yo, como ciudadana, feminista, dinamizadora de cursos de autodefensa feminista y madre. No es fácil contestar a esta pregunta pero creo que sí que es difícil negar que: uno, la responsabilidad es compartida y que estamos en un sistema patriarcal que abarca muchos niveles y que por lo tanto hay que incidir en todos y, dos, que hay mucho que hacer.
Vivimos en una sociedad donde todas las personas desde la infancia estamos sumergidas en el mito del amor romántico donde las construcciones sociales, las enseñanzas y la educación han promovido un modelo basado en la diferencia, que implica unos roles de género muy diferentes y desiguales y donde la gran sacrificada es la mujer. Un ejemplo de ello es la cultura de la violación. Es decir, la violencia sexual se “normaliza”, se permite que los hombres cometan agresiones a través de un complejo sistema de creencias que comprende, la televisión, las bromas, los videoclips, los anuncios publicitarios, el porno hegemónico… Además de todo esto, no ayuda contar con un sistema judicial, que en vez de creer y reparar el daño causado, en muchas ocasiones, aun genera más problemas a la víctima-superviviente.
Ante este panorama desolador cada cual tiene que poner su granito de arena. La responsabilidad está en manos de las instituciones públicas, de las instituciones educativas (formales e informales), de las familias, del grupo de iguales y de las propias adolescentes. El reto es desmontar el sistema (trabajo arduo y lento) y acompañar y educar en la diferencia y en la diversidad construyendo nuevos modelos que no nos encasillen ni opriman. Crear poco a poco oasis, donde creemos otros modos de relacionarnos, donde potenciemos la diversidad, otros modelos, otros cuentos, otras canciones, otros juegos… y ahí está el gran reto…ya que tenemos en contra, entre otros, la gran industria de los medios de comunicación de masas.
Lo primero es poner sobre la mesa que el amor no es subyugación, sometimiento o imposición, sino bienestar, empatía, comunicación…. y fomentar relaciones sanas (practicando desde el ejemplo en casa). Y lo segundo es poner el foco del problema donde está y responsabilizar a los agresores. Izaro Gorostidi, explica que estamos haciendo algo mal con nuestras niñas y niños, si seguimos enfocándonos en tratar este problema desde la perspectiva de la víctima y no del agresor.
¿Cuántos padres han explicado a sus hijas como protegerse para no ser violadas? ¿Cuántos padres han enseñado a sus hijos que no es un juego agredir en grupo a una chica? ¿O cuantos han dicho “ten cuidado que te puede pasar algo” cuando sale la hija de noche y cuantos han dicho al hijo “ten cuidado y no vayas toqueteando culos sin permiso, obligando a dar besos, insistiendo?….”. Hay que dejar de centrarnos en enseñar a las chicas cómo protegerse para enseñar a los chicos a no violar y desterrar esta idea de que ellas ya están advertidas, que los hombres violan, así que si ocurre una agresión es porque te lo estabas buscando o les has provocado.
Tenemos que hablar mucho con nuestras hijas e hijos desde que son criaturas. Darles confianza para dialogar, sin criticar ni juzgar, entendiendo lo difícil que les puede resultar hablar de relaciones, de amor y/o de sexo con nosotras. Pero hay que hacerlo, ya que el amor (todo tipos de amores) y la sexualidad es parte de nuestras vidas y para prevenir las agresiones machistas uno de los grandes retos es cambiar el imaginario social que hay entorno a estos. Construir relaciones basadas en el afecto, en el cariño, en el respeto y en una sexualidad sana y satisfactoria para todas.
Hay que educar desde el ejemplo del día a día. Ejemplos prácticos pueden ser, no obligarles a dar besos si no quieren, enseñarles a poner límites, fomentar la lectura o visionado de materiales no sexistas, cuando escuchan o ven en alguna película, serie, videoclip o canción escenas de violencia sexual explicarles que eso no es sexo, eso es violencia ejercida en una relación de poder. O incluso, cuando les pilléis consumiendo porno hegemónico, no echarles la bronca, y aprovechar esa ocasión para verlo y comentarlo y así fomentarles el espíritu crítico para que se den cuenta que esas prácticas no las pueden extrapolar a su vida sin más, ya que las mujeres no somos objetos sexuales con orificios a penetrar.
Aunque la base de su educación la tenemos que poner las familias, pasan muchas horas en los centros escolares u otras actividades educativas. Es por eso que está en nuestras manos interceder y exigir que haya por ley educación sexual y afectiva en las aulas des de la infancia.
La Educación Sexual Integral, según la describe el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), “incluye información científicamente precisa sobre desarrollo humano, anatomía y salud reproductiva, así como sobre anticoncepción, parto y ETS” y abarca el “análisis de la vida familiar y las relaciones, la cultura, los roles de género y derechos humanos como la igualdad de género”. La Unesco define su papel como “esencial en la salud y el bienestar de los niños y jóvenes”.
A día de hoy esta educación queda a voluntad de los centros y se da en forma de parche, sin sistematizar y evaluar, excepto en Navarra, que en este curso está en fase piloto el programa Skolae. No ha sido fácil ponerlo en marcha ya que mientras que ha sido premiado por organismos como la Unesco ha sido llevado a los tribunales por diferentes familias que se niegan a esta educación.
Por último, quiero mencionar que no todo es familia o escuela sino que las instituciones públicas tienen mucha responsabilidad y margen de acción y nosotras como ciudadanas tenemos que insistir en, por ejemplo, poner más recursos monetarios para prevenir la violencia contra las mujeres u otros cuerpos que no encajan en el binarismo hombre-mujer.
Porque como dice un refrán popular catalán, “de mica en mica s´omple la pica”, granito a granito, entre todas vamos corresponsabilizándonos para tener un mundo libre de violencia.
Pili Álvarez Molés, socióloga
Aclaraciones:
*Se opta por el término “machista” porque engloba también las violencias que sufren las personas que no cumplen con la heteronorma, ya que a día de hoy, la homofobia es un problema muy presente en nuestras aulas.
Materiales para prevenir la violencia machista:
Cuento para niñas y niños de 5 a 8 años:
Arturo y Clementina
Libro para niñas y niños de 10 a 12 años:
Pandillas rivales