Cuatro “salidas fáciles” para que nuestros hijos e hijas nos hagan caso… pero ¿eficaces?

salidas fáciles

Si estás leyendo este artículo, ¡enhorabuena! Eres un padre o madre “consciente”. Alguien que pone la mirada en sus hijos e hijas. Alguien que quiere parar y pensar cómo hacer para llevar mejor la crianza.

A pesar de querer con “locura” a nuestras hijas, a veces, nos encontramos desbordados, apabulladas, sin herramientas… Y, sin ser conscientes, “tiramos” de fórmulas heredadas de nuestra propia familia, de algunos modelos sociales o de la desesperación … sabiendo que quizás algunas no sean del todo “eficaces” o “adecuadas”.

Potenciar la autonomía y autoestima de las niñas pasa por crear una relación afectiva especial en la que las normas y los límites también han de estar presentes. Con amabilidad y firmeza al mismo tiempo. Supone “dibujar” unas líneas de “carretera” básicas con señales de información, precaución, recomendación e incluso prohibición en algunos momentos. Unas normas que les permitan “conducir” para descubrir cosas, relaciones, “parajes” … Desde cierta seguridad para su integridad física y con unos valores de convivencia. Si esos límites son demasiado estrechos y rígidos, no podrán descubrir y aprender a conducir por sí solas. Si son demasiado anchos, sin “señales” o sin “líneas rojas”, pueden generar inseguridad.

Vamos a ver algunos ejemplos de fórmulas que podemos usar para que nuestros hijos nos hagan caso, revisar su eficacia y animar a pensar cuándo pueden servir y qué otras alternativas tenemos desde cierta actitud de “disciplina positiva”.

1- ¡CASTIGADA!

Después de varios “tiras y aflojas” por no querer recoger los juguetes antes de salir al parque, Juliana ya no puede más y le dice a su hija de 5 años: ¡castigada tres semanas sin comprar cromos o chuches!

El castigo es una herramienta que se puede utilizar pero no suele ser eficaz ya que:

  • -Suele estar más relacionado con nuestro “desespero”, “enfado” o deseo de “controlar la situación” (ante el miedo a no saber hacer de otra forma) que con buscar un aprendizaje.
  • -Con qué se castiga no suele tener mucho que ver con el motivo que lo ha desencadenado.
  • -Puede ser desproporcionado a la edad o incumplible en la realidad.
  • -Puede llevar a interiorizar una norma, no por su valor en sí, sino por el deseo de evitar algo. Y esto, a veces, está bien pero otras acaba diluyéndose.

¿Alternativa? Es más útil utilizar otras dos herramientas: el refuerzo positivo de una norma bien cumplida o la asunción de las consecuencias naturales de no cumplir una norma. 

Reforzar supone hacer un reconocimiento del esfuerzo realizado y la autonomía lograda al cumplir una norma. No se trata tanto de decir: “¡Muy bien!” (y “crear” personas dependientes del halago) o comprar un premio (que puede hacerse alguna vez), sino de mostrar que hemos visto el esfuerzo realizado, las capacidades, el haber necesitado menos ayuda para hacerlo, el haberlo hecho sin protestar, nuestra confianza en su saber cómo hacerlo…  

Asumir consecuencias supone, por ejemplo, que si se tarda más tiempo en recoger los juguetes, se tendrá menos tiempo para poder estar en el parque dentro del orden de rutinas y tiempos de una tarde. Para que funcione, hemos de adelantarlas al poner o recordar una norma, facilitar que realmente se cumplan, que sean coherentes con lo no cumplido y no “cargar tintas” en la “culpabilidad” de lo mal hecho, sino en la posibilidad de reparación o generación de alternativas por parte de la niña para otra ocasión similar … (“¿qué podrás hacer mañana para poder estar más tiempo en el parque?”)

2-¡TE LO HE DICHO MIL VECES!

Jon recuerda a su hijo: “Te he dicho mil veces que te sientes bien en la mesa al comer para que no te manches”   

Tener que recordar “mil veces” una norma puede tener que ver con diferentes cosas: 

  • -Al exponer la norma las primeras veces, no acabamos de concretarla bien o enseñar qué se requiere y poder ensayarla. (cuándo, cómo hay que hacerlo…)
  • -No dar margen al niño para que “participe” en su concreción a la hora de crearla y de recordarla. (según la edad y el grado de responsabilidad que van teniendo)
  • No cumplirla las personas adultas.
  • -No dar la opción en algún momento de que el niño vea las consecuencias de no cumplirla. Siempre dentro del sentido común. Por ejemplo, podremos dejar a nuestro hijo que no se siente bien, acabe manchándose y tenga que ayudar a lavar la mancha pero no dejaremos que se adentre solo en un mar con bandera amarilla para que vea las consecuencias
  • No tener en cuenta que el motor de acción de la primera infancia es la emoción y sus deseos. Reaccionar con un enfado desmedido y tomárselo como una ofensa personal, no ayuda. (en su cabeza puede no tener la misma importancia que una mancha caiga en la ropa que en nuestra cabeza).

¿Alternativa? Aparte de trabajar bien los aspectos anteriores, podríamos, por ejemplo preguntar a la hora de sentarse en la mesa: ”¿Cómo hay que sentarse para no mancharse?“ Al responder él, se sentirá más valioso y participará mejor de la norma.

3-¿QUIERES QUE ME ENFADE?

Rocío a su hijo: “¡Me estoy cansando ya! ¡Apaga la televisión de una vez! ¿Quieres que me enfade? ¿Quieres ver qué pasa cuando me enfado?“

Esta frase lanza varios mensajes “subliminales”:

  • -la emoción del enfado es “mala” ylleva a algo muy malo incontrolable.
  • -hay que cumplir una norma para evitar algo malo que llega con un enfado.
  • -se puede aguantar incumpliendo una norma hasta que alguien te diga que se está enfadando mucho.

Si nuestra disciplina viene muy a menudo acompañada de un enfado grande es que algo no estamos haciendo bien, ya sea a la hora de poner normas con criterios o al gestionar nuestras propias emociones. Y si siempre estamos enfadadas por todo, podemos ir deteriorando el clima familiar de seguridad.

 

¿Alternativas? Habrá que tratar de mantener cierta calma y seguridad si se incumplen las normas y “digerir” la frustración primera que nos sale. Respirar, contar hasta 10, 20 ó 30, irnos un rato a calmarnos y volver …   Y usar otras herramientas. Por ejemplo, cuando queden unos minutos del límite de tiempo de televisión o de episodios que se pueden ver, nos podremos sentar cerca del niño para ver cómo van los dibujos, de qué trata la historia, recordar cuánto tiempo queda…

Es normal que nos pueda surgir cierto enfado. Lo importante es no dejar que suba de volumen, explicitarlo de una forma “asertiva” y modularlo hacia otra emoción más adecuada. “Estoy molesta porque aún no has apagado la televisión, después de sonar la alarma. Entiendo que te cueste apagarla porque es muy divertido. Y, siendo así, me gustaría que pudieras cumplir la norma ya. ¿Qué dices? ¿Me cuentas qué ha pasado en la serie?  ¿Cuándo podrás volver a verla? ¿Qué otra cosa podrás hacer ahora?…”

4- PORQUE LO DIGO YO Y PUNTO …y otras

Santi llega agotado del trabajo y le pide a su hijo adolescente que ponga la mesa para cenar mientras termina de cocinar. “¿Y por qué yo? Estoy viendo cosas en Tik Tok y no me apetece dejar de hacerlo. Además, ya he hecho todos los deberes solo. Eso cuenta para no tener que poner la mesa. ¿Dónde pone que tenga que hacerlo yo?”. Santi estalla y suelta: “¡Que no me contestes. Me vas a volver loco. Es que sólo piensas en ti, eres un egoísta. Lo haces porque lo digo yo y punto. Ya lo entenderás cuando seas mayor!”

En general, niños, niñas y, sobre todo, adolescentes “luchan” por hacer algo que les gusta en el aquí y ahora y quieren evitar algo que “a priori” les aburre.  Luchar por algo que quieres tiene su punto “adaptativo” y no tiene por qué ser egoísta, a no ser que eso suponga un perjuicio para sí mismo, para la convivencia o impida otros valores como el respeto o el esfuerzo.   Por ello, no entienden que les llamemos egoístas o que les digamos que ya lo entenderán cuando sean mayores.

Siendo así, es necesario que dentro del proceso de construcción de su individualidad aprenden a cumplir unas normas para su seguridad y para convivir. Habrá que ver cómo conseguirlo, sin crear un clima afectivo de “eterna pelea” en casa con el que podemos hacer más difícil la gestión emocional.  

¿Alternativa? Ser perseverantes en mantener una disciplina para la convivencia con algunas ideas. Para la adolescencia, por ejemplo:  

  • No “enredarnos” desde el enfado en discusiones para ver quién tiene la razón o quién gana. Al final, el sentido común y el objetivo educativo se pierde.
  • -Recordar no tanto el por qué de una norma, sino el para qué, el valor que hay detrás. Para convivir, para ser solidaria, para cuidarnos mutuamente …
  • Estar disponible a la comunicación y hablar de sus gustos, aficiones, inquietudes, preocupaciones… sin juzgar a la primera de cambio y sin forzar el momento.
  • -Pudiendo explicitar la emoción desagradable que vive al tener que dejar de hacer algo para cumplir una norma. Y darle la vuelta, tratando de que conecte desde cierta complicidad con otra emoción: al cumplir una norma de una forma concreta que él pueda elegir (por ejemplo: poniendo la mesa con su música, con algo de juego o en x minutos) o al poder hacer otra cosa después de cumplir una norma (seguir viendo el TIk Tok después) …
  • -También es un aprendizaje dejar que asuma consecuencias si no hay un peligro personal o social (quizás no pueda cenar al no estar puesta la mesa)
  • -Combinar la firmeza con la amabilidad. El enfado no canalizado y subido de tono se contagia, lleva a una “lucha”, a no ser amable y ahí se pierde el razonar, el entender, el conciliar… Y, dentro de esa amabilidad, cierto sentido del humor ((no irónico o satírico) o la curiosidad  también puede ayudar a “aligerar” situaciones al llevar a otras emociones más agradables. 

Ánimo con la crianza “consciente”. La disciplina positiva es un proceso que se cuece a fuego lento, lleva su tiempo y, sin embargo, a la larga acaba siendo más efectiva. Supone poner el foco de luz en los niños y, también, en nosotras mismas y nuestra actitud. Como plantea Marisa Moya (maestra psicóloga experta en Disciplina Positiva), en una sociedad en la que el tiempo es un bien tan escaso y preciado, hemos de saber que la urgencia por querer resolver de forma rápida y como sea es una trampa mortal en la educación.

Begoña Ruiz Ibáñez, psicóloga, educadora y psicomotricista.

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